lunes, 8 de noviembre de 2010
LUIS BATLLE Y LOS JÓVENES
Este mes de noviembre tiene una profunda significación para los jóvenes colorados. Por segunda vez –la primera fue en 2007- eligen a sus propios representantes a la Convención Nacional y a las diecinueve Convenciones Departamentales.
Sobre la figura y trayectoria de Luis Batlle Berres no es necesario abundar. Resulta, si, expresivo ante la próxima elección juvenil, dar a conocer el diálogo que sostuvo por el mes de enero de 1937 –corrían los oscuros años de la dictadura de Terra- con un veinteañero militante batllista. Así narraba aquel joven su encuentro con el dirigente:
“Fue en ese mes de enero de 1937 cuando conocí a Luis Batlle.
Subíamos una tarde la gran escalera de la Casa del Partido, situada todavía en una casona de 18 y Médanos, que ya no existe, cuando en su rellano apareció el personaje. En plena primera madurez, pues no tenía aún cuarenta años, vestido con un traje gris, su rostro trasmitía aquella cordial firmeza que siempre lo caracterizó. Alto, atlético, de su persona emergía un fluido de fuerza y de seguridad. Era, como se sabe, apuesto y un tanto arrogante. Un cierto toque de bohemia le daba más atracción a su persona.
Estaba conversando con algunos correligionarios cuando me vio y avanzó hacia mi modestísima persona.
“¿Así –me dijo con una camaradería que me llenó de asombro- que estamos en filas distintas?”. La interrogación aludía al hecho que él –acompañando al grupo de El Día- se había pronunciado por la abstención, mientras en Avanzar (*), donde yo militaba, adelantaba la posición concurrencista. Aunque en los hechos yo no estaba definido en el tema como, si, lo estuve después, -porque me habían impresionado profundamente los discursos abstencionistas de Rodríguez Fabregat y Zavala Muniz dichos en el seno de nuestra agrupación- asumí, con bastante timidez, la defensa de la causa que Luis Batlle creía que era la mía, y ya se planteó una linda discusión. Habrá sido una media hora en la que procuraba defenderme ante un rival mucho más fuerte que yo. A Luis Batlle le brillaban los ojos, mientras desarrollaba con rigor y energía, la argumentación de su causa. Entonces, y siempre, el centro de su discurso tenía una especie de sólida y austera musculatura argumental sin concesiones a lo accidental o menor. Como ocurre con todo hombre muy joven, mis tesis tenían una cierta dosis de dogmatismo, mientras las de él se mantenían en un plano de estricta racionalidad. Cuando terminamos aquel pequeño duelo, me apretó cordialmente el brazo y me pidió que saludara a mi padre, militante de su misma causa.
El hecho puede parecer intrascendente, pero para mí tuvo una significación especial. Era la primera vez que un dirigente del Partido, sin necesidad de recurrir a las presentaciones protocolares, se adelantaba a conversar amistosamente, y proponía, para discutir abiertamente, un tama a un oscuro mozo de poco más de veinte años”.
El entonces ignoto joven no era otro que Luis Hierro Gambardella, figura consular del batllismo -a quien representó como Edil, Diputado, Senador y Ministro- y que concluyera su actividad política como Embajador de la República en España.
(El entrecomillado es un extracto del artículo “Como conocí a Luis Batlle”, de Luis Hierro Gambardella, publicado en el número 7 de la revista “Hoy es Historia” , diciembre de 1984-enero de 1985).
(*)Agrupación batllista radical fundada a fines de la década del veinte del siglo pasado por Julio César Grauert.
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