lunes, 29 de diciembre de 2014

EL OVERO ROSADO DE DON FRUTOS. UN DÍA COMO HOY FUE CAGANCHA

                                                         
                                       por Manuel Flores Mora

   "¡Cosas de llorar!”, que diría el mismo Rivera. Pero es un hecho que la gente nace y ama el Suelo en que nace. ¡Qué pena que no sepa, cada día, las cosas que pasaron sobre ese suelo, el sufrimiento y la vida que la cubren, las hazañas que lo hicieron posible! La República es independiente y libre desde l830. Pero nueve años después, en Cagancha, Fructuoso Rivera afirmó esa independencia deshaciendo a lanzazos un ejército numéricamente dos veces más grande que el suyo, enviado por Juan Manuel de Rosas. Trataremos de hacerlo, aunque no alcanza una nota para contarlo.

   ECHAGUE Y LA INVASION

   En su libro sobre Rivera, Carlos H. Freire establece el tamaño de ambos ejércitos. 7.500 hombres al mando del General Pascual Echagüe; 3.000 los orientales de Don Frutos. Echagüe, de legendaria crueldad, venía de vencer en Pago Largo a nuestros aliados correntinos. Allí murió Berón de Estrada, caudillo de Corrientes, y allí, tras el degüello de 800 correntinos rendidos, al cadáver de Berón de Estrada se le cortaron lonjas de piel de la espalda para hacer una manea y enviarla de regalo a Rosas, Ese era Echagüe, con su aureola fatídica. Precedida por la proyección sombría de su ferocidad, la noticia llegó a Montevideo: en junio, el ejército rosista había cruzado el río Uruguay y avanzaba sobre el país recién nacido. Escribirlo es fácil. Ubicarse en el pánico que produjo la mala nueva, no es lo mismo. Recordemos sólo que hubo Departamentos enteros, como Durazno, donde sólo permanecieron tres o cuatro familias, El resto de la población Se replegaba sobre Montevideo, que ya no tenía murallas.
   El Presidente de la Republica, Fructuoso Rivera, firmó la llamada general de la nación hacia las armas, Todo hombre entre 15 y 50 años debía empuñarlas. Esta guerra es defensiva, dice el manifiesto de Rivera. No es contra el pueblo argentino. Es contra el tirano. No es contra la paz. Es para asegurarla. Pero veníamos de casi 30 años de guerra continua, y, diezmada por las hecatombes a manos portuguesas, devastada por las luchas que llevaron a la independencia y por las revoluciones posteriores, la población viril del Uruguay tenía, como los icebergs, la séptima parte sobre la superficie. El resto yacía bajo tierra. No se pudieron juntar ni cuatro mil hombres siquiera.

   LA GAMBETA POR MESES 


   Rivera salió al campo y, como los rusos contra Napoleón, hizo del invierno un aliado, para marear a los invasores en el ajedrez de las cuchillas y de los ríos crecidos, de los tiempos de temporal y de las picadas por donde el ejército se escurría. De Rocha a Bella Unión, desde Melo a Colonia, es el mate y el jaque, y el desenganche sobre el suelo, envuelto en el coraje, en la habilidad y en el frío.

   "Hace cinco días -escribe Frutos a su mujer- que sufrimos un temporal al abrigo de unas piedras, todos mojados y sin tener ni cómo comer porque ni fuego puede hacerse …”.
   Echagüe lo busca ya al sur del Río Negro, pero Rivera no dará la batalla sino para ganarla. Primero debe volverlo loco.
   "No soy un necio –escribe- para aceptarla donde ellos quieran. Si la hubiese, será a nuestra satisfacción y si se pierde será porque así convenga pero no porque les haga el gusto. Yo sé que no es bueno lo que quiere el enemigo y eso es bastante …".
 
   29 DE DICIEMBRE 

   "Supongo -escribe siempre el 7 de setiembre- que no pasarán del Yí, y si lo hacen yo me iré replegando hasta colocarme por Santa Lucía, sacaré entonces toda la fuerza de la capital y los rodearemos y serán perdidos de todos modos".
   Llega así, trágica, la Nochebuena de 1839, en que ambos ejércitos se plantan frente a frente, separados apenas por el arroyo de Cagancha, actual Departamento de San José. Rivera la quería para la tarde del 29. En la mañana se manda carnear y "Salen -dice Lepro- los ayudantes a citar a Medina, Angel Núñez, Luna, Centurión, Venancio Flores, Marcelino Sosa …” a la tienda de Rivera, para ordenar los planes.
    Pero no nos dan tiempo. El Dr. Fermín Ferreira, cirujano del ejército, lo cuenta a su propia esposa: "Íbamos a carnear y todo estaba en la mayor quietud. Uno de los pasados enemigos (un espía) parece que volvió al campo de ellos y les avisó el estado en que nos hallábamos. Entonces se presentaron con la mayor rapidez, trayendo la infantería montada hasta tiro de fusil, echaron pie a tierra y cargaron …". ¡Había empezado Cagancha!

   LA BATALLA 

   Era un día de sol. La victoria prueba que a nadie le tembló la mano cuando apretaron las cinchas y se enhorquetaron en los caballos con la lanza en la mano. Eran otros hombres. Hombres como Artigas, que no creían que el Uruguay fuera chiquito ni que Dios protegiera a los malos simplemente porque suelen ser más que los buenos. Desde Anacleto Medina a Venancio, todos tomaron el tiempo de desplegar en la frente o sobre los hombros -consta en todas las descripciones- la vincha o la vasta golilla colorada.
   Y Rivera, en el mejor caballo de su vida, el overo rosado de la leyenda, recorrió la línea entera bajo el sol. Sabía que verlo era hacerse valiente dos veces. No llevaba armas siquiera. Sólo el látigo corto de trenza en la mano.
   No describiremos la batalla. Urquiza estaba en el ala derecha de Echagüe y Servando Gómez en la izquierda. De este lado, Enrique Martínez en el centro, Anacleto y Ángel Núñez en la izquierda frente a Urquiza; y el Coronel Faustino Silva con Venancio a la derecha. Catorce cargas furiosas de las lanzas de Servando Gómez fueron sostenidas por estas piezas a pie firme sin que nos quebrasen la línea, La quinceava carga fue contra los invasores y los deshizo. A la izquierda oriental. Núñez y Anacleto cargaron a lanza y a sable. Y en el centro, la infantería a bayonetazos decidió la derrota de Echagüe. 7.500 hombres destrozados por Rivera con la mitad de fuerza. Vuelto a nacer bajo el sol de Cagancha, el país seguiría siendo el país.

   LA CADENA DEL RELOJ 

   Pero Rivera no tenía porqué esperar la retirada. Sabía a Montevideo, en caso de derrota, entregado al seguro degüello y al saqueo, esperando sin dormir la noticia. Cuando la vio ganada sacó a un paisano de las filas, el primer Sanabria o Figueredo que encontraron sus ojos, y le dio para asombro del gaucho (se llamaba Chaná) … el overo rosado y la cadena de oro del reloj partida en dos. "¡A Montevideo! A Pedro Pablo Sierra. A Bernardina …".
   Chaná llegó todavía con sol alto -¡Lo que sería el overo!- pero nadie se animaba a entender el milagro del mensaje concertado. ¿Victoria? Se ordenó retener la noticia. Se hizo la noche. "En la mortal angustia", nadie pensó en dormir. Se hicieron fogatas en las calles de aquel Montevideo pequeño y enorme, llamado a quebrantar, ya sin murallas, el poderío rosista una década más tarde.
   Hasta que el grito que todavía eriza, se alzó en el Portón de San Pedro. Era el segundo chasque. Un moreno que cruzó el portón con la divisa colorada en la diestra levantada en el aire, al grito que reventaba en lágrimas: “¡Viva la Patria! ¡Ganamos! ¡Viva Rivera!”. Luis Lamas, Jefe de Policía, llevó de la rienda este segundo caballo que ya se caía con el moreno arriba.

   LA PIEDAD Y LOS HOMBRES

   Para entonces, cuando Montevideo saltaba y bailaba en otra noche sin sueño -el overo rosado en la casa de Rincón y Misiones-, hacía rato que, en otro caballo, Rivera había recorrido la línea victoriosa reclamando y ordenando clemencia para todos los vencidos.
   Es más: el millar que capturó, entre los cuales había 137 jefes y oficiales, fueron enviados solos y sin armas a presentarse a Montevideo, al mando, no de un colorado, sino del vencido de mayor graduación. Se llamaba -hoy es nada más que una calle- Cipriano Miró.
   "Nuestros soldados  -escribe Fermín Ferreira, el cirujano- son los mejores del mundo. La pérdida del enemigo es entre 800 y mil hombres en un área de cuatro leguas". "Está el campo sembrado de cadáveres. Se le ha tomado su parque, carretas, caballada, artillería y bagajes. Nos arrebataron los tordillos (se refiere a la tropilla querida de Rivera) que creo que es lo único que llevan". Y esto enorme: "Mandale un recado a Angelita Furriol, que Eugenio Garzón ha escapado y va bueno …". Eugenio Garzón formaba en las filas de Echagüe y su mujer, Angelita Furriol vivía en Montevideo.
   Los heridos de Echagüe fueron cuidados como los propios "Hasta hoy -dice Ferreira días después- sólo he perdido dos prisioneros del hospital enemigo, y espero que no serán muchos los que mueran, aunque hay muchos graves". A Urquiza, mientras tanto, se le da vuelta el bote y casi se ahoga al recruzar el río Uruguay.
   ¿Cómo terminar esta nota?. Tal vez, porque agrandan la victoria, con algunos de los párrafos que, en los meses anteriores a la batalla, Rivera enviaba a Bernardina. Como aquel de "voy muy guapo aunque no me puedo acomodar con las heladas porque ya estoy muy melladito …".
   O aquél: "Dejé mi memoria encima de la mesita que esta al lado de tu cama”.
   O aquel otro: "Mucho deseo verte y abrazarle pero tú ves las circunstancias. Algún día permitirá el cielo que en épocas menos aciagas que la presente estemos tranquilos y unidos. Ninguna otra recompensa quiero a mis sacrificios, la salvación del país y estar a tu lado aunque sea sumido en la oscuridad …”.
   ¡Fructuoso Rivera! ¿Se puede decir de algún hombre más de lo que éste, sin darse cuenta, decía de sí mismo? ¿Cómo no responderle con el "¡Arriba Corazones!" de las victorias?"


      (Nota publicada en "El Día",  29 de diciembre de 1978)

miércoles, 23 de julio de 2014

EL BATLLISMO Y LA CULTURA

      
                  por Luis Hierro Gambardella


    Luis Hierro Gambardella (Treinta y Tres, 1915-Montevideo, 1991). Figura consular del batllismo, fue Diputado, Senador, Ministro de Cultura y embajador de nuestro país en España. Comenzó militando en la agrupación Avanzar, junto a Julio Cesar Grauert, y más tarde junto a Luis Batlle en la lista 15, sector al que pertenecería de allí en más. Profesor de literatura de "los de antes", poseedor de una amplia cultura humanística, se inició en la poesía con "Desnuda voz" (1947), obteniendo el primer premio del Ministerio de Instrucción Pública. Distinción similar obtuvo con "Pablo. Anti Pablo" en 1970. En cuanto al género narrativo, se destacó con "Evocación de las antiguas virtudes de Treinta y Tres", "El sórdido clamor y otros relatos", y "El viento y la siembra". Colaboró con brillo en diversas publicaciones como "Avanzar", "Sur", "El Ideal", y "Acción". Fue, además, un destacado crítico literario, siendo sus aportes publicados no solo en Uruguay sino en el diario "El Nacional" de Venezuela y diversas revistas de Nueva York. Quienes tenemos algunos años recordamos sus evocaciones históricas, tan precisas como como brillantemente escritas, en el semanario "Opinar", dirigido por el inolvidable Dr. Enrique Tarigo. Figuras como Justino Zavala Muniz, Basilicio Saravia, o Exequiel Silveira, entre tantos otros, o hechos como la revolución de enero contra Terra, o el aporte de Batlle y Ordoñez a la cultura, merecieron el placer de su pluma. Al momento de su entierro en el Cementerio Central, otra figura fundamental del batllismo, el profesor Carlos Cigliuti, expresaba: "como Parlamentario fue ilustre, y en un país donde se hace culto de la palabra, él descolló entre los mejores. Fue brillante en todo sentido y en ningún momento abandonó la intensidad de su lucha política. Fue extraordinariamente leal a sus principios colorados y batllistas y tuvo que enfrentar dos dictaduras, en 1933, cuando se iniciaba a la vida política, y luego la de 1973, y las enfrentó erguido, recto, insobornable. Actuando con honradez, fue el arquetipo del dirigente político".
   La nota que sigue fue publicada en "Opinar" el 16 de setiembre de 1982, días antes de las elecciones internas de aquel año, y refleja, en parte, el fragor político de entonces.

"La carreta", de José Belloni
   "José Batlle y Ordóñez fue uno de los primeros políticos del país en prestarle atención a los problemas culturales y consagrarle su estima a escritores, poetas, plásticos y artistas de la más variada condición. Fue amigo de Julio Herrera y Reissig, a pesar de notorias diferencias familiares y de Roberto de las Carreras, cuando ambos eran más conocidos por su exotismo que por su talento. Recibía en su mesa dominical a María Eugenia Vaz Ferreira; dialogó largamente con Figari y bien se sabe el afecto que tuvo por Florencio Sánchez. En su diario escribieron decenas de escritores, desde Javier de Viana, blanco, hasta Leoncio Lasso de la Vega, anarquista. Y su secretario personal fue el poeta Ovidio Fernandez Ríos. En su vejez, sintieron su amistad los plásticos más jóvenes y audaces de una gran generación, como lo fueron Michelena, Arzádum y Cúneo. Esas relaciones personales señalan, obviamente, los intereses culturales de un espíritu superior, pero tienen una relación, por encima de las personas, con la constante preocupación del estadista por los problemas de la cultura y del pensamiento. Fruto de esa preocupación fue, en su tiempo, la creación de una política de becas que Batlle consideró imprescindible para que los artistas se acercaran a los grandes centros de arte y cultura de la época. Sin bandería alguna, los plásticos y los dramaturgos más importantes del país fueron becados para conocer y estudiar en vivo los centros fermentales de Europa, con el solo compromiso de que retornaran a transmitir sus grandes experiencias en el país. Fruto de su empeño fue la creación de la primera Comedia Nacional, que Batlle hubiera querido entregarle a Florencio Sánchez, si la muerte no lo hubiera arrebatado tan tempranamente. Y si tuvo alguna diferencia con algún célebre escritor, de la que se ha querido sacar tanto partido desde filas adversarias, esa diferencia fue de carácter político y nacida de actitudes poco claras, desde el punto de vista político, de quien lo enfrentó con tanta pasión como sinrazón.
   Decimos todo esto, que es una síntesis apretada y parcial de la actitud de Batlle, para indicar el origen de una política cultural que nació con él y que ha sido practicada invariablemente por nuestro partido. Ni él, ni su partido, concibieron la relación con el artista y el creador, como la de un mecenazgo benevolente, propiciado por la vanidad o factores similares. Por el contrario, el Batllismo ha procurado crear instituciones impersonales, al servicio de la sociedad, para dignificar la labor del artista, nacionalizarla -si así se puede decir- y entregarla al conocimiento del pueblo del país. La creación del Sodre, la de la Comedia Nacional, la institución de premios literarios, la jubilación de artistas y escritores, las facilidades de edición, la obligación del Estado de reservar en sus nuevos edificios espacios para la creación plástica, fueron otras tantas conquistas sucesivas -muchas de las cuales han dejado de tener vigencia por desidia o desinterés de los órganos oficiales- que fueron marcando una preocupación superior del estado de gran dignidad democrática, ya que su función se redujo a estimular y no a interferir en la libertad creadora del artista. Como hemos recordado alguna vez, el Municipio de Montevideo, mientras fue gobernado por el Batllismo, pobló plazas y espacios libres con las mejores creaciones plásticas de nuestros artistas, al punto que no hay otra ciudad en el Continente que tenga, como la nuestra, el privilegio de mostar a su pueblo, las obras más importantes de toda una generación de plásticos nacionales, desde Belloni a Zorrilla y desde estos a Michelena, en vida de cada uno de ellos.
   Que todo esto ha decaído, es una verdad que rompe los ojos, aunque más que ha una intención deliberada, ello debe atribuirse al decaecimiento general del reconocimiento a los valores del espíritu que prima en la actualidad.Somos un país que estamos pagando duramente, y se seguirá pagando esta ausencia por mucho tiempo, el recorte y la asfixia de las libertades, y aunque los creadores sigan creando, sus frutos no llegan a enriquecer el espíritu de la nación.
   Somos de los que no creemos, desde hace mucho tiempo, que los escritores y artistas, por ser tales, o los intelectuales, para hablar en términos más generales, deben afiliarse a determinados partidos como colectividad gremial. Nunca hemos aceptado una tendencia que en alguna época se quiso manejar, que era crear en los partidos agrupaciones de intelectuales. Siempre nos hemos negado a participar de ese tipo de actividades dentro de nuestra colectividad, porque creemos que en ella debe actuarse como ciudadano, respondiendo a intereses de mayor generalidad.Ello no obstante, todo lo que hemos dicho en la líneas precedentes está dirigido a los artistas y a los trabajadores de la cultura, aunque naturalmente, interese no sólo a ellos sino a toda la ciudadanía. Y está dirigido a ese grupo de trabajadores para señalarle que el Batllismo va a librar una gran batalla en el próximo noviembre frente a una tendencia colorada, la presidida por el señor Pacheco, que nada hizo en serio mientras gobernó en defensa de estos valores culturales que hemos invocado.
   Desde el Senado de la República seguimos muy atentamente todo lo que podía tener relación con estos temas -como, naturalmente con todos los demás relacionados con la vida del país- y puedo afirmar que no ha habido en la historia de los últimos años, un período menos fecundo en todo lo que tiene relación con los estímulos a la creación y el arte que el protagonizado con el Presidente Pacheco. Lo que se hizo, poco o mucho, nació, siempre, de iniciativas parlamentarias. Y lo que se dejó de hacer fue fruto de la gran desidia presidencial. Sí, como es obvio, la elección de este noviembre se realizará para dotar de un rumbo ideológico al Partido, queda bien claro que en ese plazo podemos enfrentar dos cosas bien definidas: una preocupación, que reconoce ilustres antecedentes, de estimular con toda la fuerza del Estado la creación artística y cultural, presidida por un clima de libertad creadora, que es la definición y el compromiso de nosotros, los batllistas, y una despreocupación que originó tantos males que deberemos corregir, si queremos enaltecer a la República."
   
  

martes, 15 de julio de 2014

EDITORIAL DE LUIS BATLLE TRAS LA DERROTA DE 1958



     La grandeza y la vigencia del liderazgo político se comprueba, muchas veces, en tiempos de adversidad.  Al conmemorarse los cincuenta años del fallecimiento de LUIS BATLLE BERRES, ofrecemos el editorial del diario "ACCIÓN" del primero de diciembre de 1958.


 " EN LA HORA PRESENTE"

   "El Partido Colorado ha sido vencido en el acto comicial de ayer y el nacionalismo, fuerza vencedora, vuelve al poder después de haber estado alejado de él por cerca de 100 años.
   El acto electoral, como todos los que viene realizando la República desde hace muchos años, se llevó a cabo en el goce de todas las libertades y sus resultados son la exacta voluntad ciudadana.

   El Partido Colorado, que ha luchado por hacer vivir a nuestro pueblo en la libertad y en la democracia tiene, en esta hora dura, el cometido de agrandarse, cumpliendo con hacer respetar nuestra forma de vivir democrática, donde la soberanía radica en la voluntad del pueblo.

   Ha sido muy inclemente la lucha que ha tenido que realizar el gobierno frente a las dificultades creadas por esta crisis universal, de la que no es, desde luego, responsable; ha sido muy inclemente la acusación infame y canallesca sobre la honradez de todos los hombres y cada uno de los miembros del sector mayoritario del gobierno, que son leales a la República en todas las justas exigencias que ella puede tener para con sus gobernantes, pero la calumnia, repetida, en algunos creó dudas y en otros llegó a aparecer como verdad y esto ha podido reflejarse en el acto comicial. Y para cerrar el cuadro, ha sido violenta como nunca la lucha dentro del Partido Colorado y el sector minoritario no ha actuado como minoría dentro del Partido, sino que su léxico ha sido igual o peor que el de la oposición, buscando minar y destruir al gobierno por los mismos caminos falsos y desleales que utilizaron los enemigos que desde hace cien años nos combaten.
   Frente a esta adversidad todas las fuerzas opositoras le han estado ofreciendo al pueblo lo que este reclama, sin preocuparse de si podrán o no cumplir dada la contradicción que existe en las propuestas hechas, y así  se le ha ofrecido y asegurado vida barata y cambio más alto para la lana, mejores salarios y menos impuestos, que todas son armas que han servido para combatir al gobierno y conquistar la voluntad ciudadana.
   Nada de esto es una queja ni un reproche  para el pueblo que ha votado, aunque puede ser una acusación para todos los dirigentes que han utilizado la calumnia canallesca como arma de captación y para nuestros amigos una explicación de como y porqué el pueblo ha votado como lo ha hecho.
   Grande es la responsabilidad que tiene ante la República y el Partido nuestro sector mayoritario y uno de los esfuerzos que tendrá que realizar nuestra gente, es hacerse rápidamente a la personalidad de opositores como sólo lo fuimos en la época de la dictadura de Terra, pero carentes entonces de libertades, no pudimos actuar como tendremos y podremos hacerlo ahora, ya que es de esperar que los vencedores sepan respetar la libertad que el país vive".
   
   
   

miércoles, 9 de abril de 2014

MARÍA SANDOVAL, UNA MESTIZA CON SANGRE GUARANÍ QUE CONOCIÓ A ARTIGAS


   El siguiente reportaje a María Cipriana Sandoval fue publicado en el diario "El Día" del 14 de junio de 1893  bajo el  título "Reliquias Nacionales", y fue realizado por Juan Giribaldi Heguy.
   

   "Nací en Belén, siendo mis padres Estevan Sandoval y María Valeriana, cordobés él, misionera ella. Mi madre no hablaba más que guaraní, y ¡cuantas veces me castigaba porque yo quería aprender castilla!. ¡Pobre mamá!. Siempre se disgustaba por eso con Sandoval. Es cierto que no nos criaban como hoy; había más severidad y rigor para con los hijos."

   -¿Y cuantos años calcula?.
    
   "Mi edad nadie la cree ¡verdad es que yo misma no se a cuanto alcanza!, pero bien me acuerdo que era moza hecha cuando conocí al Gral. Artigas en Paysandú, donde él estaba con los Blandengues.
   Paysandú recién se empezaba a poblar; la iglesia era de paja, las casas también. La de Artigas era de material cubierta con teja. ¡Bastantes ocasiones tocaba la banda de música delante de ella!.

   Para mí que esto ocurría cuando la guerra contra la gente del Virreinato (1); nosotros estábamos en nuestra estancia, cerca de la sierra del Infiernillo, puntas de las Tres Cruces. Éramos vecinos de Matateros, que le decían, que era el Juez de Paz de por allí.

   Entonces, cuando empezó la guerra, se dió orden a los estancieros para que se retirasen al Uruguay con todo el familiaje. Y nosotros nos fuimos para Paysandú llevando por delante algún tamberaje; todo lo demás quedó tirado.(2)
   En ese tiempo ya se hablaba del campamento de la Purificación, pero más lo llamaban por El Hervidero; el Gral. iba seguido por allá. 
   Yo lo veía siempre. Todas las tardes, así a esta hora mas o menos (4 p.m.) salía a caballo en un petizón tordillo negro con clina muy negra, llevando al hijo por delante. No se que se hizo este muchacho; quisiera saber!. Se llamaba Blás. ¿Que se habrá hecho ese muchacho?. Era hijo de Melchora.(3)
   Cuando salía el Gral. a caballo llevaba siempre un sombrero grande, de pajilla, y, no crea, se vestía así como Ud. Andaba con una ropa lobunada y chaleco de seda bordado. El pelo lo llevaba cortón, nomás.
   La gente de él toda usaba trenza, parecían mujeres."
   
   -Y los Blandengues, ¿como vestían?.
    
   "¡Qué!. En aquellas épocas la gente estaba muy pobre. ¡Cuantos iban al arroyo a buscar agua en unos poronguitos y quedaban muertos de frío!. No había con que abrigarse.
   Los Blandengues no usaban ropa de la patria; tenían ponchos vicharacitos y chiripaces de cuero de ternera bien sobaítos; a más, calzoncillos de fleco largo, como pabilo de vela. ¿Sombreros?. El que tenía se ponía. Unos andaban de pie en el suelo, otros calzaban botas de potro. No todos tenía lloronas, pero las que se veían eran grandotas, con rodajas de freno. El pelo, reducido a una sola trenza larga, les colgaba atrás como cola de lagarto. 
   Las lanzas eran lisas nomás; no se veía una con medialuna. La mayor parte estaban hechas con una hoja de tijera de tuzar bien atada en la punta de una tacuara.
   Eso sí, bien montados andaban todos. ¡Ah caballos lindos!. También; venían aquellas bagualadas que no tenían punta a reconocerlo a uno y se sentaban pa atrás y disparaban... ¡Que barbaridad!."
   
    -¿Y que recuerda de los charrúas?

   "Este país era de la charruada. ¡Había mucha entonces!. Artigas tenía grandes deseos de amansarla porque, como le decía a mi padre, contarían con mucha gente si la charruada se prestase. así es que se desprendieron unas cuantas partidas del campamento de Arerunguá pa que se vieran con los caciques principales, y les propusieron juntarse todos pa hacer la guerra.(4)
   Los campamentos de la charruada estaban en la costa del Queguay. Al principio los infieles no quisieron saber nada con las comisiones del Gral, pero después aflojaron, allegándose a Arerunguá.
   Nosotros estábamos allí ese día; yo quisiera que el señor hubiese estado también; se habría reído mucho. La charruada llegó formada, a caballo. En medio del campamento el finau Artigas había hecho poner un barril de caña, cantidad de tabaco y piezas de bayeta.
   La indiada venía toda en pelo. ¡Viera Ud. el flecherío con las puntas para arriba, metido todo en bolsas de cuero bien costurada, con agujeritos como las cartucheras!.
   Traían las lanzas bajas en la mano derecha, y muchos se vinieron con trenzas de plumas de avestruz. A algunos no se les veía la cara de gordos.
   Con la bayeta se les dio cortes de chiripá; se les repartió también caña y tabaco. ¡Aquello fue un escándalo después!. Tomaron demasiado, y con la mascada de tabaco, haciéndoles bulto debajo del labio superior que era donde la colocaban, se sacaron astillas sacudiéndose bolazos por la cabeza, y peleándose por las propinas. ¡Que barbaridad!. Había que dejarlos nomás.
   El Gral. no quiso que se castigara a nadie, y menos a los que quedaron borrachos tendidos por el campamento. También, conforme se despertaban se iban otra vez para sus campamentos; ninguno quedó en Arerunguá. Todos se volvieron a ir.
   Esa charruada era muy mala. ¿No ve que eran infieles?. No sabían decir más que: yucá, yucá (matá, matá) y no perdonaban a nadie. Cristiano que ellos podían matar no se les escapaba. ¡Todavía me parece verlos tomar mate en guampitas de ternero con bombillas hechas de ramitas huecas!."

   -¿Conoció al cacique Cepé (sic)?.

   "¡Y como no había de conocerlo si era mi compadre!.
   ¡Pucha infiel grande!. ¡Virgen santa!. Yo siempre lo recelaba, de balde él andaba siempre entre los cristianos. ¿Si tenía barba el indio?. Barba de estacas, como de bagre!. Cuando solía ir a casa los muchachos le huían y se encerraban, vichándolo luego por las rendijas.
   Él era asistente del comandante Barbat después. Siempre estaba hechado en la carpa, con una lanza al lado; y cuando le decían "vamos a carnear Cepé", el contestana: No; si mi comandante va, voy. 
   Y lo dejaban nomás. ¡Fueran a meterse con Cepé!. ¡Jesús!. Era más mimoso. ¡Se empacaba el indio!..."

   -¿A que iba usted al campamento de Arerunguá?.

   "Como no quedaba lejos de la estancia, mi padre nos venía a buscar muchas veces para que fuéramos a visitar a Melchora, aquella buena mujer que acompañaba al general. Melchora era china, pero china blanca y buena moza, a pesar de su grosura.
   La última vez que estuvimos en Arerunguá fui con mi madre y el finaíto mi hermano. Mi padre nos había mandado llamar con un ayudante, para despedirse de nosotros, visto que el  Gral. estaba decidido a abandonar la Banda Oriental, cuya defensa ya le era imposible.
   La carpa del general era grande y cuadrada, tenía como un volado alrededor, a la altura de un hombre. La de mi padre estaba frente a la entrada, y muy cerca de ella. 
   Melchora nos recibió, y estábamos con ella, silenciosos, cuando mi padre se allegó a Artigas para ver que le decía. El Gral. estaba sentado sobre una silla, mirando al suelo, con el codo descansando sobre una pierna y la cabeza apollada en la palma de la mano.
   "No puedo más, le contestó el Gral.; me voy para el Paraguay. ¡Siquiera volviese España a luchar por este territorio, y se hicieran pedazos con los Portugueses!."
   Ese mismo día nos separamos de mi padre, que todavía acompañó al Gral. hasta Curuzú-Cuatiá y Mandosiví."
   (...)
   "Yo era mujer hecha ya cuando esa conversación de Arerunguá. Me casé siendo ya de bastante edad; y, cuando tuve familia por vez primera, todos me anunciaban mal parto debido a mi avanzada edad.
   Bien; mi primer hijo fue varón, y murió peleando en la guerra de Flores (5), a las órdenes de Nicasio Melo; pintaba ya en canas, y esta hija que está presente, menor que ese varón indicado, tiene ya más de sesenta años".
   (...)
   
   Aún ríe con sarcasmo cuando recuerda que en los fogones del campamento de Artigas era frase corriente decir que a cojinillazos voltearían a los jinetes de Fernando VII; e, incorporándose nerviosamente en el lecho, aún se siente animada de extraño brío al recordar que, emigrada en el Brasil después del desastre de India Muerta (6), hacía frecuentes paseos a caballo para amenizar sus horas de destierro; y, siendo tordillo el flete que le prestaban para sus excursiones, ella lo montaba atándole previamente alrededor del cuello vistoso pañuelo colorado, símbolo de sus arraigadas opiniones partidistas.
   Ora describe el desfile del ejército de Ignacio Oribe, en marcha hacia el desastre, y aún ve flamear cintas coloradas sujetas a las orejas y colas de los caballos de dichas fuerzas."


   (1) Se refiere a la guerra contra los españoles.
   (2) Seguramente, el éxodo del pueblo oriental.
   (3) Melchora Cuenca, compañera de Artigas en esa época, paraguaya y mestiza, hija de blanco e india       guaraní, igual que María Cipriana.
   (4) Criollo y occidental, al final de cuentas, Artigas buscaba amansar a los charrúas y utilizarlos como soldados para su causa.
   (5) La cruzada del Gral. Venancio Flores (1863-1865).
   (6) Batalla librada en 1845, y perdida por Fructuoso Rivera en el marco de la "Guerra Grande".