domingo, 22 de enero de 2017

BARBATO, UN GOBERNANTE BATLLISTA


     por LUIS HIERRO GAMBARDELLA

   Germán Barbato militó desde siempre en el Batllismo, sin que su acción fuera muy visible ya que prefería los planos modestos.Sin embargo, he visto hace poco, algunos documentos de la época de la dictadura suscritos por lo que podría llamarse la izquierda del Batllismo, reclamando una acción social acentuada, en los que luce la firma de Barbato, como convencional de aquella época, arriesgando, así, la permanencia en su cargo público. Consagrado a su profesión, era Agrimensor, y a la enseñanza y la investigación, como un apasionado de la astronomía, solo las circuntancias lo llevaron al primer plano: en 1946, las listas a diputados por Montevideo se diferencian con los clásicos números 14 y 15; pero la lista a intendente es una sola, último reflejo de una unidad que luego de perderá.
   Barbato, muy amigo de César Batlle, será suplente de esa lista, que lleva como titular a don Andrés Martínez Trueba. Al morir don Tomás Berreta y ascender Luis Batlle a la Presidencia, Martínez Trueba renunciará a la intendencia y el cargo será cubierto por aquel, por entoces, poco conocido ciudadano.
   Sin establecer comparaciones que no son nunca convenientes, puede decirse que la administración municipal de Barbato -que fue luego re-lecto por todo el Batllismo en 1950 (aunque en esa oportunidad se votaron dos listas para la intendencia, encabezadas ambas por él y distinguidas por los suplentes)- fue de las más eficientes y justas en el largo y brillante historial de gobiernos comunales realizado por el Batllismo en Montevideo.
   Barbato completó el plan de vialidad urbana planteado por el ingeniero Fabini; inauguró una política de defensa de los intereses populares creando las ferias vecinales, creando las ferias vecinales con el propósitio de abatir las carestía y la escasez que eran fruto de especulaciones ilegítimas; cuidó e hizo embellecer los barrios de Montevideo, a los que su obra incorporó viviendas, locomoción, iluminación, limpieza, mercados y aún lugares de esparcimiento como nunca se había podido lograr en tanta cantidad y calidad y desarrolló una obra cultural de primera fila, cuya culminación fue la creación del Planetario que hoy lleva su nombre.
   En su gobierno se recibió e inauguró la Amdet, cuyas primeras etapas no sólo sirvieron para trazar lineas de transporte al servicio de las zonas alejadas y pobres, sino para competir contra servicios monopolizados que se hacía fuertes en el uso de ese monopolio de hecho.  Si este servicio municipal luego se convirtió  luego se convirtió en un organismo de discutible utilidad, no puede negarse que en sus inicios fue una gran contribución para el mejoramiento del transporte urbano.
   En su período, Barbato impulsó una gran iniciativa, como fue proyecto de subterráneo, cuyos estudios estaban completos gracias a su esfuerzo. Aquel ciudadano, que no era -por su formación- un polemista ni un orador, fue sin embargo el más elocuente defensor de este proyecto, abatiendo, en memorables reuniones en la Junta Departamental -una gran Junta Departamental que tuve el honor de integrar las observaciones que de todos los ángulos se le planteaban. Un plebiscito municipal en el que los ciudadanos en realidad votaron contra un aumento (¡de dos centésimos!) en el boleto, puso abrupto e injusto punto final a aquella empresa, y nos privó de un servicio de locomoción pública que nos hubiera liberado de las actuales carencias, que hoy no se quieren combatir.
   Fue, además, un gran administrador y un gran organizador del presupuesto municipal. Nunca el personal del Municipio estuvo mejor pago y con sus derechos más reconocidos que en aquella época. Cuando se realizó el plebiscito que hemos mencionado, en el que Barbato jugaba toda su política comunal, el intendente impartió órdenes para que se impidiera en sus oficinas cualquier  manifestación de simpatía por la tendencia que defendió -y que perdió- en la lucha callejera.
   En el lapso de su gestión, desde 1947 a 1955, el Partido sufrió la dolorosa división entre las tendencias denominadas respectivamente "la 14" y "la 15". Si bien era notorio que Barbato provenía de la primera, en ningún momento marcó en su gestión sus preferencias políticas o personales  por la misma, pese a la notoria influencia que el señor César Batlle ejerció en algunas de sus realizaciones, tal vez las menos afortunadas. Tan fue así que, como hemos dicho, Barbato fue re-electo a su cargo en 1950 con el voto separado -coincidente en su nombre- de las dos tendencias, que marcaban sus diferencias, no obstante, al rojo vivo. No se trató, por cierto, que el intendente buscara entre ambas un equilibrio plácido y complaciente, porque eso no hubiera sido suficiente ni tampoco digno de su persona. La razón fundamental de ese entendimiento se debió a que don Germán, en toda su gestión, se orientó por los principios y las ideas del Batllismo. Hizo una gestión con los ojos puestos en el bien común. Y por eso, mereció el apoyo de una colectividad dolorosamente escindida en los planteos de carácter nacional.
   Era, además, un hombre que encubría su sabiduría -ya hemos dicho que era un investigador de los cielos y los astros- con una humildad de verdaderas calidades. Honrado y pobre, como cuadra a un gobernante batllista, la gente lo veía en las ferias, en los cines, en las canchas de fútbol como un vecino más, como debe ser un gobernante del pueblo.
   En la suma de sus obras, de sus ejemplos, de su acción, el saldo le es inmensamente favorable. Y quienes le conocimos y lo tratamos, como gobernante y como hombre, tenemos, a tantos años de su gestión, la obligación de recordarlo y hacerlo conocer a las generaciones jóvenes, para que éstas aprendan, con nosotros, a querer a este espléndido hijo de la democracia batllista.

                                                      
   (Publicado en el semanario "Opinar", el 10 de junio de 1982)