domingo, 12 de abril de 2009

RAUL ALFONSÍN

Quienes nos consideramos profundamente consustanciados con el sistema republicano democrático de gobierno –hijo dilecto y universal del pensamiento ilustrado- sentimos la desaparición física del Dr.Raul Alfonsín como una pérdida irreparable, como la ida (con perdón) de uno de los nuestros. Padre de la democracia fue el título con que le honraron sus propios conciudadanos. Agregamos nosotros: padre, también, junto a otros políticos ilustres, de la democracia de esta nuestra América –permítasenos el giro de hondas resonancias martianas- tan cargada de turbulencias y desafíos. Buscando afanosamente un punto, un hecho en que centrar el modesto homenaje de estas breves líneas, nos viene a la memoria en primer término, una fotografía inmortal: la de Ernesto Sábato, presidente de la comisión que investigó los crímenes horrendos de la última dictadura, entregándole a Alfonsín el resultado de su ardua tarea. De ser posible representar con una imagen, digamos, el “cenit de eticidad” de la renacida democracia argentina, ninguna más a propósito que aquella toma. El mandatario libremente electo por su pueblo junto al autor de “Sobre héroes y tumbas”. Dos verdaderos gigantes de la civilidad. Evocamos, además, aquella máxima que quedó grabada a cincel en la conciencia de todos: “con la democracia no solo se vota, con la democracia se come, se cura y se educa”. Pues la libertad política es condición necesaria para la vigencia del sistema democrático. Su ausencia significa dictadura. Más, para quienes creen, como creía Alfonsín, en la elevación moral y material del hombre por la senda de la justicia, aquella es trampolín para el desarrollo de sus otras dimensiones, esto es, la social y la económica. Al final optamos -que mejor- que recurrir a su propia palabra. “Muchas veces hemos dicho –expresaba en una ocasión- que pertenecemos, con una identidad propia, al universo social, político y cultural de Occidente (…). Al reivindicar, pues, nuestro sentimiento de pertenencia a Occidente, al adherir a sus valores constitutivos, no hacemos otra cosa que asumir como propia –con decisión pero también con tolerancia- una forma particular de enfrentar los desafíos de un presente caracterizado por vientos de crisis y de mutación histórica. Esa opción no puede ser impuesta, porque negaría aquello mismo que lo fundamenta. Pero puede ser justificada racional y éticamente. En efecto, es en Occidente donde surgió una sociedad susceptible de examinar y poner en tela de juicio sus propias instituciones –aún las que parecían más intocables y sagradas- y de discutir lo bien o mal fundado de sus decisiones. En Occidente nació una sociedad capaz de juzgarse y acusarse a sí misma. Las preguntas acerca de lo que es justo y lo que es verdadero se han planteado en Occidente no sólo como temas académicos sino también como interrogantes prácticos, colectivamente asumidos, que han dado lugar a una dinámica social y a una actividad política efectivas que incidieron profundamente sobre la sociedad”. Su pensamiento estuvo, entonces, decididamente del lado del proyecto racional de la tolerancia y la convivencia civilizada y en oposición, por lógica consecuencia, del dogmatismo de los iluminados. Todo un desafío argentino. Más, la gran tradición de nuestro tiempo tiene, como la luna, su cara de sombra. “Porque Occidente es asimismo el lugar sociohistórico donde se han desarrollado formas particularmente inhumanas de explotación económica, sobre todo en las diferentes etapas de nacimiento, expansión colonial y posterior consolidación imperialista del capitalismo. (…) América Latina se sabe parte de Occidente, pero sabe también que pertenece al sur subdesarrollado económica y políticamente. Y desde aquí vemos, como parte del sur, que en el mundo actual no solo está vigente una distribución desigual e inequitativa de las riquezas, el desarrollo industrial y los conocimientos científicos y tecnológicos, también está distribuída desigualmente la democracia”. Las palabras que siguen resultan, a más de veinte años de pronunciadas, de inusitada actualidad. “En nuestros propios países vemos muchas veces como, por ejemplo, la búsqueda legítima de soluciones a postergaciones sociales innegables, da lugar a conflictos que pueden llegar a poner en peligro el mecanismo mismo que garantiza la posibilidad de reclamo (ergo, la democracia), lo que constituye siempre un desafío a la imaginación, la reflexión y la buena voluntad de todos los protagonistas empeñados en rescatar una y otra vez la vigencia, para el conjunto de la sociedad, de los principios que hemos elegido como propios”. El proceso de toma de decisiones en democracia resulta, para muchos, excesivamente lento. Su propia pretensión de racionalidad así lo exige. De allí que cíclicamente surja el atajo populista. América ofrece hoy varios ejemplos, con menoscabo evidente de las libertades republicanas. Lo echaremos de menos, Dr. Raúl Alfonsín.