viernes, 20 de agosto de 2021

UN EPISODIO DE LA VIDA MILITAR DEL GENERAL RIVERA. EL CORONEL DON JOSÉ MORA

   De soldado gubernista durante la revolución riverista de 1836-38, a oficial destacado durante la Guerra Grande.

   Narra Lorenzo de Medina:

   "Corría el año de 1838. El General don Fructuoso Rivera, por desavenencias respecto de la marcha política del entonces Presidente de la República General don Manuel Oribe, convulsionó el país contra ese gobierno, moviendo en su favor a la gran mayoria de los orientales y dominndo enseguida la campaña, de cuyo resultado cayó el gobierno del general Manuel Oribe tres meses antes de terminar su período.

   Como entonces no se habían desarrollado aún definitivamente nuestros partidos tradicionales, no había tampoco el antagonismo que sobrevino después, y, por lo general, todos los habitantes de la campaña que no tomaron las armas en uno y otro bando permanecieron tranquilos en los locales y puntos de su residencia; entre ellos se hallaba el fuerte hacendado entonces, ciudadano don Lorenzo de Medina, a quien tomó este movimiento político en uno de sus establecimientos de campo en el departamento de San José.


   Este ciudadano fue uno de los íntimos amigos del General Rivera, llegando esa amistad al punto de haberle dado por ahijado uno de sus hijos, que llevó el nombre de Fructuoso.

   Durante esa campaña tuvo oportunidad, por más de una ocasión, el Jefe nombrado, de pasar por las proximidades del establecimiento de campo de su compadre y amigo y compañeros en las luchas por la independencia, don Lorenzo de Medina, y al hacerlo llegaba a hacer una visita a su amigo, acompañado de su ejército, a cuyo efecto anticipaba un chasque en su anuncio.

   Era, pues recibido con todas las atenciones y obsequios que pueden proporcionarse en la campaña muy especialmente el de una suculenta comida, de la cual se hacía participar igualmente, sentándolos en la misma mesa, a los jefes superiores de su ejército.

El general Fructuoso Rivera delante de la ciudad de Durazno
Óleo de Miguel Benzo

   Conocida la gran amistad que existía entre los ciudadanos nombrados, la casa de este hacendado se había tomado ya como una especie de "consulado" para asilarse de los peligros a que se creían expuestos muchos por las fuerzas revolucionarias. Así sucedió que cierto día y con motivo de hallarse el General Rivera en la casa de campo de Medina, tuvo ocasión la esposa de éste, después de un almuerzo, el que, como se ha dicho, le fue servido a aquel en su obsequio, de pedir al general Rivera amnistía para un asilado en su casa.

   Terminada la mesa, la esposa del hacendado nombrado expuso: Compadre, tengo una gracia que solicitar de usted, y espero me la conceda. A lo que respondió el General Rivera: si de mi depende, puede estar segura de que con el mayor gusto se la concederé.

   Esta señora expúsele que tenían en su casa asilado a un joven que se presentó pidiendo ser recibido y ocultado, por hallarse al servicio del gobierno, y en conocimiento de que se hallaban cerca fuerzas revolucionarias. Accediendo al pedido, continuó la señora, hemos dado alojamiento conveniente a este joven, y para él es la gracia que a usted pido, de que le conceda la amnistía, dejándolo en libertad de acción. 

   El General Rivera contestó: es de muy poca importancia su pedido y desde ya queda indultado. Deseo conocerlo para hacerle saber que queda completamente garantido, y que de las fuerzas a mis órdenes nada tendrá que temer.

    A esto, la expresada señora se levantó de la mesa y fue en busca del joven aludido para ser presentado al General Rivera; pero no fueron pocas las palabras que tuvo que emplear para convencerlo que ese Jefe había dado su palabra de completa amnistía y que con seguridad podría alejar todo temor de daño alguno a su persona.

   Fue conducido de la mano a presencia del General Rivera -pues este joven apenas contaría unos diez y seis años- y al serle presentado al general, éste poniéndose de pie, estrechole la mano, manifestándole que a pedido de la señora, su comadre, quedaba en seguridad bajo su garantía y que podría oindicar el punto donde deseaba dirigirse para hacerlo acompañar.

   El joven, aunque temeroso de la realidad de este ofrecimiento, expuso su deseo, e inmediatamente el General Rivera llamando al Jefe de su regimiento Escolta, le ordena elegir cuarenta hombres de los de mayor confianza y valor, poniéndolos a las órdenes de dos oficiales.

   El Jefe del Regimiento cumple lo mandado haciendo formar la fuerza indicada a presencia de su General, y este entonces dirigiéndose al Oficial Superior y presentando al joven protegido, le dice, en voz alta, de modo que fuese oído por toda la tropa, lo siguiente: "Señor Capitán: va usted con esta fuerza y a las órdenes de este joven para acompañarlo hasta el punto que el desee; recomiendo a usted y hago saber a todos, que deben morir hasta el último en su defensa, previniéndoles, que en el caso de que así no lo hicieran, no se presente ninguno en mis filas, por el castigo a que se haría acreedor. Señor Capitán, recomiendo a usted, muy especialmente, el cumplimiento estricto de esta orden".

   En medio a la emoción y sorpresa del joven aludido, quien manifestó su mayor agradecimiento, y acaso no podía convencerse de la realidad de lo que veía, el Oficial de la Escolta lo puso a su lado, emprendiéndose enseguida la marcha proyectada.

   No había andado media legua la fuerza que había partido en custodia del joven, cuando se observó que retrocedía en dirección al lugar en que se hallaba el General Rivera.

   ¿Que había pasado?. Que el joven custodiado había manifestado al Oficial que mandaba la fuerza, su deseo de volver atrás, pues quería entrevistarse con el General Rivera. Una vez en presencia de éste le dijo:

   "Señor General: de hoy en adelante jamás mis manos podría disparar un tiro ni esgrimir arma alguna que pudiera herir a su persona, ni tampoco a soldado alguno que perteneciera a su ejército. Si V.E. me acepta a su servicio, seré el último de sus soldados, pero juro que seré el más fiel que tenga en sus filas".

   Inmediatamente el General Rivera, aceptando tan espontaneo ofrecimiento, mandó que se le diera espada y se le colocaran las insignias de Oficial, haciéndolo reconocer como tal en el Regimiento que componía su escolta.

   Pues bien, el joven de la referencia formó siempre en nuestra luchas en las filas del Partido Colorado, en las que alcanzó alto renombre, y en las que fue conocido por el Coronel don José Mora.

   Este hecho que demuestra , entre tantos otros, la generosidad del General Rivera, la cual estaba a la altura de su valor como guerrero, puede comprobarse hoy mismo por el testimonio de varios respetables ciudadanos nietos del Sr Lorenzo de Medina, personas conocidas en nuestra sociedad, que lo han sabido con minuciosos detalles por sus padres. Puede también justificarse por una hija de aquel, de noventa y cuatro años de edad, quien tuvo conocimiento personal de ese hecho y conserva de él el más claro recuerdo. Contaba entonces veintidós años".


    Mora fue segundo de Marcelino Sosa en el primer Regimiento de Caballería durante la Guerra Grande. A la muerte de éste el 8 de febrero de 1844 en las inmediaciones de la playa de la Aguada (hoy día: intersección de las calles Agraciada y Marcelino Sosa), pasó a comandar dicho cuerpo de caballería bautizado como  "Regimiento Sosa".

   (Nota publicada en el quincenario "Rivera", publicación del club colorado homónimo, 15 de noviembre de 1910)

   

miércoles, 12 de mayo de 2021

AUTOBIOGRAFíA DEL GENERAL DON FRUCTUOSO RIVERA

 

   "Los apuntes del General Rivera, que van á leerse, existen originales de su puño y letra en la Biblioteca Nacional. Donólos a este establecimiento en 1884 , el por entonces Presidente de la República, General don Máximo Santos.

   Copia de ellos son las siguientes páginas, que á mis lectores ofrezco, ampliadas con noticias mías de algunos de los hechos de armas en que se destacara Rivera.

   El documento tiene el mérito de ser desconocido, y espero que conocido no dejará de tenerlo, como suele suceder con ciertos caballeros, que mientras permanecen en sus modestas viviendas, ignorados u ocultos, parece que valen, y que luego de lanzarse a la prensa, ó de subir á las posiciones espectables del poder, quedan oscurecidos, sin duda por el mucho brillo de aquéllas.

   Dicen así los apuntes del General Fructuoso Rivera .

"En 1811 estuvo en la clase de Alférez, en la división del Colla, contra las tropas españolas. Mandaba las fuerzas de la Patria Venancio Benavídez. Estuvo en la toma de San José; las tropas de la Patria las mandaba el Teniente Coronel Manuel Artigas, que murió en aquella jornada. Las tropas españolas las mandaba un Teniente Coronel Bustamante; allí se reunió el General Artigas, y mandó al General Rivera en clase de Teniente á encontrar al General Belgrano, que venía del Paraguay, á quien encontró en el pueblo de la Cruz, en las márgenes occidentales.

El General Rivera se incorporó al ejército de Artigas en el Canelón Chico, cinco días antes de la batalla de las Piedras; estuvo en ella y obtuvo el grado de Capitán y sirvió en esta clase en todo el sitio hasta el armisticio, habiéndose retirado con el ejército al Uruguay. Estuvo en la jornada del Arapey. Mandaba las tropas de la Patria Otorguez y Teniente Coronel de Blandengues Manuel Bautista Carneiro, hijo del Río Pardo; las tropas Portuguesas un Coronel Juan Antonio de Silvera, y un Maneco de Misiones.

 El General Rivera estuvo en la batalla de Santo Tomé. Las tropas de la Patria las mandaba un Coronel Planes, de Buenos Aires, y Otorguez. Las tropas portuguesas las mandaba un General Chagas. Estos sucesos tuvieron lugar el año 12 .

En este tiempo las tropas de la Patria fueron á poner el segundo sitio.

El General Rivera estuvo en el encuentro del día de Todos los Santos, en el Arroyo Seco, donde fué herido. Estuvo en la batalla del Cerrito el 31 de Diciembre del año 12. Obtuvo entonces la efectividad de Capitán. En esta clase mandó los puestos avanzados el 28 de Febrero de 1813 , para hacer desocupar á los españoles la Aguada y el Cordón y reducirlos á los muros de Montevideo. El General Rivera fué elegido por los jefes Artigas y Rondeau para esta operación que fué de grande importancia, y por primera vez el General .Rivera mandó un personal de setecientos hombres de las tres armas, que logró desempeñarse bizarramente con el aplauso de todo el ejército patriota y aprobación de sus generales, y le dieron el grado de Sargento Mayor de línea.

En esta clase mandó las tropas orientales en la acción de la Azotea de Don Diego, contra las tropas de Buenos Aires, que las mandaba un Capitán Martínez, de Dragones, y un Pérez, de infantería.

El General Rivera mandó las tropas orientales en el encuentro de la Orqueta de Salsipuedes, contra las que mandaba el Coronel Dorrego, á quien forzó á retirarse hasta la Colonia, habiendo sido perseguido tenazmente por el General Rivera.

El General Rivera mandó el todo del ejército oriental en la clase de Teniente Coronel de línea, en la batalla de Guayabos, el 10 de Enero de 1815 contra el ejército de Buenos Aires mandado por el General Dorrego. En esta jornada tuvo el General Rivera el empleo de Coronel y el mando después de las Armas de la capital de Montevideo á la cabeza de un regimiento de línea que organizó con el nombre de Dragones. El General Rivera mandó en jefe la batalla de la India Muerta, contra las tropas portuguesas á las órdenes del General Pintos. El General Rivera mandó en jefe la acción del Paso de Cuello contra las tropas portugalesas que mandaba en persona el General Lecor, el año 17 . El General Rivera mandó en persona las caballerías orientales en la batalla del Sauce, en las inmediaciones de Maldonado, en la que perdieron los portugueses un regimiento de línea y dos escuadrones de milicias, á término que apenas escaparon 50 hombres y el jefe de la división. Todos los demás murieron ó fueron prisioneros, quedando en este número 3 jefes, 34 oficiales y como 100 individuos de tropa.

El General Rivera mandó en persona las caballerías orientales en el encuentro de Pintado Viejo, contra las caballerías portuguesas que mandaba el General Silveyra,  donde fueron arrollados perdiendo los portugueses más de 200 infantes muertos y 160 prisioneros.

El General Rivera mandó en jefe las caballerías orientales en el encuentro de Guiaviyú contra las fuerzas de la columna de la derecha al mando del General Curado.

El General Rivera mandó las fuerzas orientales en el encuentro de Chapicuy, que ha sido uno de los más notables en aquella guerra. Las fuerzas portuguesas las mandaba el General Bentos Manuel.  Rivera en la clase de sargento mayor.

 El General Rivera mandó las caballerías orientales en el encuentro de Queguay Chico, donde fué sorprendido Artigas por Bentos Manuel Rivero ; pero luego fué acuchillado y perseguido por el General Rivera y forzado á perder los caballos con monturas y salvar por los montes á pie, habiendo perdido más de las dos terceras partes de la fuerza.

 El General Rivera mandó en persona las caballerías orientales en la retirada célebre del Rabón en 1818, suceso que ha sido el más notable en toda la guerra contra los portugueses, españoles é imperiales, por cuanto el General Rivera llevaba un personal de 1,700 hombres contra 3500 de las mejores caballerías del Continente, mandadas por el Teniente General Juan de Dios Mena Barreto.

Es de notar que las caballerías, unas y otras, estaban perfectamente bien montadas y combatieron desde las 6 de la mañana hasta las 4 de la tarde, sin que hubiese podido notar una dispersión por ninguno, por cuanto combatieron en un terreno escaso, lo que obligaba á los combatientes á irse á las manos con las espadas y las lanzas á cada momento.

El General Rivera mandaba las fuerzas orientales en la reñida batalla del Arroyo Grande en 1819 .  El jefe portugués, el General Bentos Manuel. En este año el General Rivera mandó las tropas del país en el reñido encuentro de Sánchez. El General portugués con las de Saldaña mandaba la columna enemiga que se componía de 4,000 de caballería y 900 de infantería; suceso aquél que fué memorable para los orientales.

El General Rivera mandó en persona la batalla del Batoví. El jefe enemigo, Francisco Barreto P. Pintos, perdió una columna de 1,700 hombres que. mandaba.

El General Rivera mandó en persona las fuerzas orientales que derrotaron al Comandante Antonio Bueno, en el Guazunambí, Departamento del Cerro Largo, habiendo muerto en la batalla el mismo Comandante Bueno que va mencionado.

El General Rivera mandó en jefe la batalla célebre del Rincón de las Gallinas contra los jefes José Luis Barreto,  muerto en esa misma jornada, y José Gómez Jardín.

El General Rivera mandaba en persona las tropas orientales en la retirada del Águila, suceso muy notable.

El General Rivera mandó los orientales en los encuentros sobre Mercedes contra, la columna de Abreu, en los cuales perdió prisioneros aquel General imperial tres hijos que fueron devueltos á su padre por el General Rivera, y á un Comandante José Rodríguez y á más otros varios oficiales.

El General Rivera era el segundo del General Lavalleja en la batalla del Sarandí contra las tropas imperiales.

El General Rivera mandó en persona á los orientales en los sucesos de Misiones. El paso del Gran Ibicuy y el encuentro de Birayas fueron de gran importancia.

El General Rivera mandó en persona en las operaciones que tuvieron lugar en la invasión do Echagüe al Estado Oriental, con un ejército de 7,000 hombres.

El General Rivera mandó en persona la célebre batalla de Cagancha.

 El General Rivera mandó las fuerzas orientales en las operaciones de Entre - Ríos; persiguió y destruyó al General Urquiza, haciéndole abandonar el país por las islas del Paraná.

El General Rivera mandó en persona el encuentro de las Raíces contra 3,000 hombres que mandaba Urquiza.

 El General Rivera mandó en persona la batalla del Arroyo Grande en Entre - Ríos, que logró ganar Manuel Oribe.

El General Rivera mandó la difícil operación, con las fuerzas orientales, de la salida de Montevideo, cuando Oribe le había tomado las alturas de Toledo y Canelón Chico con 11,000 hombres, y el General Rivera sólo tenía 4,000 y embarazado con más de 400 carretas de familias, inmensas caballadas á arrear y demás materiales del ejército que tenían que guardar en un circuito no menos de una legua.

El General Rivera mandó en persona en el Rincón de Albano, cuando Manuel Oribe y Urquiza, con más de 9,000 hombres los circulaban por todas partes.

El General Rivera mandó en persona los encuentros del Cerro Chato y Paso de Polanco, en el Río Negro, contra las fuerzas al mando de Urquiza.

 El General Rivera mandó en persona los encuentros de Chavaba y Arroyo del Medio.

El General Rivera mandó en persona la batalla de la Carpintería; asimismo la de Quebrado, cuando derrotó á Manuel Lavalleja. Mandó la operación de Paysandú contra este mismo Manuel Lavalleja, á quien tomó prisionero y lo largó al día siguiente.

 El General Rivera mandó la batalla de Yucutujá. También mandó la batalla del Durazno. En este mismo punto mandó en persona la batalla contra Arellano, en 1836 .  Mandó la batalla del Palmar.

El General Rivera mandó en persona el encuentro de Malbajar, contra el ejército de Urquiza. Mandó el General Rivera el encuentro de las Puntas del Cordobés, contra las fuerzas de Urquiza.

El General Rivera mandó en persona las tropas que por dos veces operaron sobre el Cerro-Largo, al que puso en sitio y logró no pocas ventajas sobre las tropas sitiadas.

El General Rivera mandó en jefe en la batalla de la India Muerta, en 1845 ".

 

Victor Arreguine, “Narraciones Nacionales”, “Artigas y Rivera”.

martes, 4 de mayo de 2021

RIVERA: CARTA A JULIÁN DE GREGORIO ESPINOSA

 

 

     En 1826 Fructuoso Rivera se traslada a Buenos Aires con el fin de responder, ante el gobierno de aquella capital, sobre su conducta. El Presidente Bernardino Rivadavia da órdenes para prenderle bajo acusación de alta traición, lo que lleva al caudillo a ponerse a buen recaudo. Aprovecha para escribirle una larga carta de puño y letra a su entrañable amigo y confidente, Julián de Gregorio Espinosa, en donde expone, a vuela pluma, su trayectoria al servicio de la revolución desde el lejano 1811. Espinosa era oriundo de Buenos Aires donde había nacido en 1777. Su padre, de idéntico nombre al suyo, fue administrador de los pueblos de Misiones, y su madre, María Florencia Belgrano, era hermana del general Manuel Belgrano. Espinosa, que poseía campos en la jurisdicción de Soriano, participó del movimiento emancipador de 1811, y conoció a Rivera en 1817. En 1820 participó como mediador entre el Cabildo "aportuguesado" de Montevideo y Rivera, que culminó en el convenio llamado de "Tres Árboles" el 2 de marzo de aquel año. Espinosa murió en 1834, privando al amigo de su consejo. La carta se conoció gracias al historiador Juan Pivel Devoto, que la halló en la Biblioteca Nacional de Montevideo.


Fructuoso Rivera a Julián de Gregorio Espinosa, al justificar su conducta contra las acusaciones de que es objeto, relata los servicios prestados a la causa de la revolución.

(Arrabales de Buenos Aires, setiembre 19 de 1826



                           Mi estimado amigo.

 "Un inesperado acontecimiento me obligó a separarme de esa capital de un modo privado: por esta razón no tuve el placer de despedirme de V. y de su amable familia, á quien siempre respetaré. V. sin duda habrá sido informado del acontecimiento del 14 de setiembre, en el cual el Presidente de la República dicto un decretaso y lo dirigió al Inspector para que me aprendiese, y me pusiese a disposición de la Policía: yo le confieso amigo que hubiese sido víctima de la confianza que me inspiraba la sanidad de mi corazón; pero un pueblo que sabe respetar la inocencia, y tal vez mas interesado que yo mismo en mi conservación parecía que a porfía se disputaba a quien primero me salvase: yo creí broma, pero cuando se apoderaron de mi ayudante y le pusieron en una mazmorra, no me quedó entonces que dudar, y me puse en aquella misma noche a salvo. Todo esto es poco, amigo querido, para lo que sucedió en el día siguiente 15 del mismo mes que empezaron mis persecuciones: no por cierto que no lo olvidaré jamás. Asómbrese V. el Presidente pone otro decretaso (que no he visto) lo hace firmar con el General Soler, y, según estoy informado, entre otras cosas dice así: que se\ presente el General Rivera en el perentorio término de veinte y cuatro horas a responder en un juicio público a un crimen.de alta traición. Le aseguro a Vd. amigo que sino hubiesen sido mis reflexiones tan fundadas, estuve para regresar, y presentarme al tribunal que había de juzgarme, pero como las leyes están infrigidas tantas veces por el Gobierno, que ilegalmente rige la presente administración, temí, amigo, el esponerme a correr la suerte que tuvo el desgraciado Ubeda Oriental en el 15 así como otras mas victimas inmoladas a la venganza de nuestros magistrados: esto, y la suplica de mis amigos me hicieron seguir mi marcha sin destino: por que como V. vé ¿Adonde voy yo, acusado por el Gobierno, de que dependía, de crimen de alta traición? Todo el mundo me perseguirá, y con justicia; si así fuese merecería la execración pública. Pero mi amigo, yo estoy abismado por las acusaciones de alta traición a un paso del juicio, y no puedo creer que por tal criminal se me tenga, a menos que sea crimen de alta traición el haber peleado con los españoles desde el año 10, y haber sido yo uno de los primeros Orientales con los que se contó para la insurrección de aquella Provincia contra los tiranos Españoles que oprimían estos países.

 

Evocación de la "admirable alarma" de l811

                    

     Tal vez sea un crimen el haber consu
mido en esa guerra una fortuna grandiosa que habían adquirido mis padres con el sudor de su rostro y la ayuda de mi brazo, y el de mis hermanos. Pudiera ser tan bien un crimen el haber visto padecer en los más crueles calabozos de Montevideo cargado de grillos, procesado sentencia por tres veces a morir en la horca por   traidor el y sus hijos a la corona de su S.M.C. a un padre en una edad de más de setenta años, y que la rendición de Montevideo por las tropas que mandaba el General Alvear, le facilitó la libertad que no disfrutaba (hacía) tres años. Habrá sido un crimen haberme dejado correr con la voluntad del país, que me vio nacer, en las desgraciadas revoluciones, y guerra civil del año 15, en que era, yo un oficial subalterno a las ordenes de D. José Artigas, y que entonces hice yo lo que hicieron los demás Orientales habiendo observado una conducta que no olvidaran jamás D. Francisco Celis, actualmente empleado por el Gobierno, ni D. Modesto Sanchez también comisario de los que me perseguían la noche del 14, y otros infinitos que fueron prisioneros en aquella época? Dígalo el mismo Alvear a quien devolví su equipage, y con él una porción abultada de onzas de oro y sus conductores. Pudiera ser un crimen de alta traición el haberme batido incesantemente desde el año 16 contra los Portugueses, y sostener cinco años una guerra superior a nuestros esfuerzos, Y. en este tiempo pisar muchas veces la sangre de los tiranos injustos invasores, perder un hermano, ver derramar la sangre de otro, y verlo sufrir una prisión de tres años, así como innumerables de mis mejores amigos, unos muertos en los campos de batalla, otros prisioneros sufriendo toda clase de martirios, así mismo ver con frente serena robar por tres veces a mi cara esposa, verla fugar a los montes a pie, llena de espanto, por no caer presa en mano de los enemigos, que no se paraban en medíos para hacernos sentir todo el furor de su tiranismo y opresión atropellando los derechos mas sagrados de la guerra sin mirar la respetabilidad del  bello sexo: Es verdad que a mi esposa no le seria estraño el ser presa y conducida a la Ciudadela de Montevideo, como lo fueron por los Portugueses las dignas señoras de don Jose Llupes, la del coronel Don Julián Laguna, la del comandante don Juan José Florencio, la del Capitán don Lorenzo Medina y la del Ciudadano José Antonio Ramirez y mi señora escapó en esta reñida jornada en ancas del Gobernador  Suarez su compadre y buen amigo, que la ocultó en los montes como un criminal. Cito esto amigo porque lo creo del caso, y porque he dicho que a mi Señora no le seria estraña una prisión, por que en el año 15 ya lo había sido y conducida con una escolta al Fuerte de Montevideo, y de allí depositada dos meses en casa de las Señoras Navias.

 

La resistencia a la invasión lusitana

     ¿Podrá ser, mi amigo, crimen de alta traición el haber sucumbido al fuerte poder de los Portugueses, que nos esclavizaron cinco años y en este tiempo haber sufrido todos los martirios· que proporciona un tirano que triunfa; haber luchado contra la esperteza y vigilancia de los dominantes, sacar partido de nuestra misma esclavitud para en tiempo oportuno darle al pais su libertad que había perdido, y con ella mucha sangre vertida y arruinada casi a los bordes una riqueza incomparable?· ¿Podrá ser un crimen el haber tomado parte con los americanos brasileros contra los Portugueses, hacer que se dividieran, y ser yo la principal parte en que se rompiesen las hostilidades sobre la línea de Montevideo, influyendo en cuanto me fue posible pará que se engendrase entre ambos partidos un odio implacable que subsiste? .

Mi conducta en 1823

     ¿Podrá ser un crimen el no haber tomado parte en los pasos que dio el Cabildo de Montevideo asociado con el General Portugues D. Alvaro en el año 23? Para mi eso era complicado: el país no estaba conforme en lo general por que mis paisanos no querían sino patria neta, a mas, yo veía para mi, que no era oportuno en circunstancias que el Brasil estaba todo en fuego, por una causa que la generalidad estaba empeñada, que nuestro pais estaba en suma desgracia, que estaba sin brazos porque la flor de sus habitantes guerreros había perecido en la guerra contra los Portugueses, y en la anarquía, que ultimamente no había un solo capitalista que pudiese contribuir con mil pesos al empeño que nos propusiesemos; que entonces las Provincias se devoraban en la guerra civil, y más que todo, que entonces nadie tomaba parte con los Orientales, para la grande empresa de libertar al país, por que nadie podía dar entonces lo que no tenia para si, y darlo a correr el eminente riesgo de perderlo todo era a mi ver, imprudencia. Yo  tocaba entonces las cosas de cerca, veía que el Brasil por esta parte realizaría su libertad y que los Continentales, así que los Portugueses desaparecieran debían retirarse a su país para disfrutar de nuestras haciendas de que nos habían despojado, y entonces era el tiempo, porque hace diferencia el hombre guerrero pobre cuando llega a un estado de riqueza; no le gusta hacerse matar por que le digan que es valiente.


La revolución de "los patrias" en 1825. El plan de Rivadavia: retroceso al año 1813.

     Puede ser, mi caro amigo, que haya sido crimen de alta traición que a la pasada del General Lavalleja a la Banda Oriental en el año 25 yo me aviniese con él pusiesemos en planta un plan en que habíamos convenido mucho antes del desenrrollo del Brasil y ·que no había tenido efecto por acasos que suceden; pero yo le había seguido y esperaba una oportunidad. ¿Puede ser un crimen de alta traición la parte que en consorcio de aquel heroe tomé desde el da que nos dimos la mano en la barra de Monzón en el Arroyo Grande hasta la batalla del Sarandí que el mandara? ¿Puede ser también un crimen de alta traición en haber contribuido a la incorporación de la Provincia a la masa de las demás y que entrase a formar la liga que forman la nación Argentina, en circunstancias que no todos los animos estaban dispuestos, que la mayor parte de las Provincias formaban sus recelos, y hoy disidencia? En esto no he tenido parte, pero si la he tenido en haber mandado las tropas de la Provincia por disposición de mi General en el día en que se enarbolo el pabellón Nacional por la primera vez, haberlas proclamado de un modo influyente y propio del deseo de que era animado. Puede haber sido un crimen el haber admitido el despacho de Brigadier General de la Nación Argentina de igual modo que lo fue el señor Gobernador Lavalleja en razón de nuestros relevantes servicios prestados a la causa publica uniendonos los elogios con que nos honra el Presidente de la República al condecoramos, que dice se lisongea de tener unos súbditos tan dig-nos por su patriotismo y aptitudes. Documentos que conservaré siempre para hacer a mi corazón menos afligente, o mortificante el estado en que me hallo, perseguido por crimen de alta traición. ¿Puede también ser un crimen el que luego que la Provincia pertenecía a la Nación, y yo como he dicho pertenecía como oficial General al Gobierno de la República, pidiese a mi Gobernador y Capitan General de la Provincia el pasar a la disposición del General en Gefe D. Martín Rodríguez que se hallaba ya en la margen derecha del Uruguay? Mi solicitud me fue otorgada en 3 de Enero del presente año, me reuní al/ ejercito que ocupaba el Daiman; mi solicitud al General en Gefe a mi llegada fue que me concediese el permiso para dirigirme al Gobierno en solicitud de mi absoluta separación del servicio de las armas a que no podía continuar en razón de hallarse mi salud enteramente quebrantada por una campaña de 16 años continuos, y con una enfermedad habitual de mas de 12,.y sin embargo que la Nación de quien dependía estaba empeñada en una guerra; que a esta estaba dado el primer paso, y mi persona y cortos conocimientos los consideraba innecesarios para abrir la campaña mas no se cumplió mi deseo: el General en Gefe me dijo que nunca era yo mas preciso, que la Nación esperaba redoblase mis empeños para la presente guerra en que iba a decidirse la suerte del país, que era preciso que yo me convenciera de esto, y que esperaba lo acompañase: me hizo ver por último que carecía de mis conocimientos prácticos en la campaña. Yo vi el estado del ejército, y que todo el no era más que obra del momento: no había Gefes de Graduación porque todo era nuevo, y por lo mismo no dejé de conocer que podría ser útil al país, y desempeñar a aquel General que me ofreció su amistad. Así mi amigo del alma y por ella como me veo. En este tiempo mismo el General enemigo Bentos Manuel ocupaba las Cañas con una división de novecientos hombres de Caballería, sin duda para obrar sobre el Ejército que constaba entonces de poco más de mil hombres de caballería, por que la infantería que no excedería de setecientos hombres había quedado en el molino de la otra parte del Uruguay. Como todo se estaba formando todavía no se había formado la moral en el Soldado, y el ejercito sufría una horrorosa deserción; se iban con armas hasta de a veinte juntos, sin· embargo de ser perfectamente bien pagos y bien asistidos de modo que esta circunstancia anunciaba en caso de un encuentro un inevitable contraste. De todo esto que es muy largo mi amigo podrán instruir a V. un Coronel D. Manuel Rojas entonces Gefe de Estado Mayor del mismo Ejercito, el Coronel Ortiguera, e infinitos de los que allí se hallasen, y me consta subsisten hoy en esa Capital. Todo lo espuesto me obligó a acceder a las insinuaciones del General. Rodríguez quien se encargó de dar cuenta al Gobierno de mi arribo al Ejercito, y en seguida se me dio destino de General de divición en el mismo ejercito donde he servido como consta todo el país desde Enero hasta 15 de Julio que me separé del Durazno para trasladarme a esta Capital.

En el "Ejército Nacional" comandado por Martín Rodríguez

     ¿Puede ser un crimen que desde que me incorporé al Ejercito en Enero yo no he sido sino un ciego obedecedor de las órdenes de mi General? Prueba de ello es, que a los cinco días el General en Gefe se separó del Ejercito para ir a recorrer los ·puestos avanzados de la Colonia Montevideo, y Cerro Largo, de lo que desistió y regresó a Paysandú, yo quede con el ejercito a mi pesar, por· que en primer lugar no conocía los Gefes, la tropa estaba a mi ver disgustada, y una prueba de esto es que una noche antes de separarme del General en Gefe, se desertaron diez y seis hombres con sus armas; pero yo tuve suerte: S. E. faltó veinte días del Ejercito, yo lo conduje al campo de San José con todos sus bagajes, caballadas. Y solo se notó la deserción de un correntino en todo ese tiempo: puede también lo dicho ser crimen y serlo también que a mi llegada a San José ya encontrase algunos dragones orientales que por el cariño con que siempre han distinguido mi persona; se habían ido a seguirme. Y o preveía este mal que podía enzelarme con el Gobernador de la Provincia, y por lo mismo eran mis instancias por alejarme y separarme de toda responsabilidad; los presenté al General en Gefe, y S. E. me ordenó los conservase en mi compañía; los demás noticiosos de la acojida de los primeros se venían de 20 y de a 30, y antes de un mes habían más de 200 dragones hasta oficiales: este también será un crimen de alta traición que resulta contra mí.

 La reacción orientalista de 1826

      También lo será que en la noche de 2 de Julio me llamó el General Rodríguez, y me hizo saber que había llegado el Teniente Coronel D . Paulino Rojas, y que por el tenia ordenes del Gobierno para marchar a poner su Cuartel general en el Durazno a consequencia que el Gobernador Lavalleja no estaba conforme con las medidas nacionales, y que era necesario hacerlo entrar por sus deberes, o perseguirlo por anarquista, que para evitar el  que hubiese que batirlo sería conveniente el despojarlo de toda fuerza disponible con que él pudiera contar. Y o no trepidé en ofrecerle mi valer para con la tropa, y fuí en aquel mismo instante victima de su temeridad; por que en el momento hice saliese para el Durazno el vecino Romualdo Ledesma, y como este se demorase mandé una ordenanza para que el cuerpo viniese a mi presencia como sucedió: Veníamos en marcha por las puntas del Arroyo malo, y la mañana del 6 nos encontró un Sargento con 6 hombres que conducía el parte de la marcha del regimiento. S. E. a la presencia de todos los Gefes del Ejercito me mandó que fuese inmediatamente a ponerme a la cabeza de ellos y que los reuniese al Ejercito, como lo verifique en el Arroyo Grande donde fue el Gefe del Estado Mayor D. Benito Martinez y les proclamé a nombre del mismo General ofreciendoles todas las seguridades que deseasen, y que el General en Gefe haría presente al Gobierno la buena disposición que manifestaban a la causa nacional, y por el incomparable orden que habían guardado. Seguimos al Durazno y llegamos el 13, el 14 dio S. E. orden para que a las 10 de aquel día el Regimiento tuviese formado en parada: se verificó y a esta hora mandó al incomparable y malísimo cojo D. Juan Zufriategui para que le mandase 100 Dragones escogidos, lo hizo así el Ayudante D.Jose Augusto (Pozolo), y el mismo General en Gefe hizo de ellos una distribución en los varios cuerpos del Ejercito, recogiendoles a los primeros las tercerolas que depositó en su carretilla dejándoles solo el sable, ofreciendo hacer con el resto otro tanto como lo hizo el día siguiente. Yo entonces a mi ver en obsequio de la Patria hice al General las reflexiones siguientes. Mi General la medida que V. E. acaba de tomar con el regimiento de Dragones no la creo oportuna, puede traer disgustos. de gran consideración: esta tropa siempre unida en el decurso de 16 años forma un espíritu de cuerpo tal, que casi son inseparables cuya prueba nada equivoca la acaban de dar para incorporarse al Ejercito. Si se quiere nacionalizar el regimiento como es muy justo, bastará ponerle el número tal, y todos serán conformes: este regimiento es interesante conservarlo en la presente guerra, tiene regular orden, sus soldados son bravos, saben sufrir la hambre la intemperie, y todo cuanto es necesario a un guerrero, los enemigos los respetan y por esto ellos están engreídos, y podrán dar hoy o mañana una batalla que nos corone de laureles, sus oficiales y Gefes son excelentes a quienes ellos han abandonado por cumplir las órdenes de V. E. muchos de los primeros han sido soldados del mismo cuerpo, y los segundos escepto el Coronel losEjercito que está a organizarse. Ultimamente, mi General, esta tropa va a dispersarse indudablemente; unos se convertirán en facinerosos, otros se refugiaran a los enemigos, el pueblo dudará de la buena fe con que se procede por el Gobierno y esto vendrá a ser un caos de males.

El Gobernador Lavalleja y los "Dragones orientales" en defensa de la tradición autonomista.

Asimismo mi General, vea V. E. el compromiso en que me ha puesto contra el Gobernador Lavalleja, quien como V. E. y el Gobierno dicen está discorde en la marcha del orden: quedo en el mismo compromiso para con los oficiales del cuerpo: Yo he sido una víctima de las medidas de V. E. y del Gobierno, y ahora me quiere V.E. comprometer de un modo cruel con la plebe, para que sirva de pasto a sus resentimientos, y venganzas: sobre todo si el General Lavalleja no está conforme, esto es proporcionarle materiales para sus opuestas miras; disgustando esta tropa la plebe toda del país se alarmará contra nosotros, y con ella lo general del país de quien tenemos que valernos para que nos presten sus recursos para llevar la guerra que tenemos empeñada - Y mi General me contestó - Yo no he de hacer lo que quieran los soldados: yo no soy General como Vds - Yo le repetí - Mi General mire V. E. que este país se pierde, que la guerra va ha paralizarse que los enemigos se reforzaran, y todos serán momentos de amarguras. No señor, yo no capitulo con nadie, y si acabó; el arreglo se ha de hacer pésele a quien le pese he de fusilar la mitad de ellos. A esta contestación le hablé con la crianza que acostumbro pidiendole permiso para retirarme a la capital con el objeto que había solicitado meses antes, me lo concedió; y partí al día siguiente. ¿Por esto será sin duda que se me acrimina de crimen de alta traición? ¿será por que mi hermano, y los demás que han sufrido y visto sufrir una tal degradación a sus compañeros de tantos trabajos, y de días de gloria se hayan puesto en disidencia, y hagan resistencia a incorporarse al ejército, que me aclamen de que vaya a dirigirlos en la presente guerra o será en mi un crimen de alta traición el que mi hermano me haya escrito y mis demás amigos estendiendose a cosas más grandes que el motivo que esponen para la disidencia en que estaré?

Alvear Lecor y la Princesa María de la Gloria

     Quiero amigo que así sea, que esté de acuerdo con mi hermano, y los demás, que les aconseje que no reconozcan ninguna autoridad que no sea legítima de su país natal, que les ha considerado y que les ha conservado con respeto sus glorias conseguidas con mucho trabajo, ¿por esto soy traidor?, ¿y como no aparece como traidor Alvear que se complotó con el general Lecor, recibió de él dinero, armas y municiones, trajo la guerra de desolación y espanto contra el mismo pueblo de Buenos Ayres, que se complotó con los barbaros que hasta ahora oprimen cruelmente a la campaña de esta capital? Nada estraño seria que yo estuviese conforme con lo que de- sean mis paisanos, y mis amigos, y con ellos un hermano a quien idolatro sobre mi corazón: esto está amigo en la masa de la sangre; o quiere el Presidente que yo me transforme en un monstruo, y sea un puñal de mis  hermanos de mis amigos y compañeros. Ultimamente, mi amigo, yo no se lo que haya hecho para que se me declare criminal de alta traición, y se me persiga de un modo tan cruel; es muy regular que para tales decretasos del Presidente tenga en su poder los justificativos. de mi crimen con los Portugueses; pero a mi ver esto no podrá ser porque no habían de ser tan rudos que me quisiesen hacer aparecer como traidor convenido con los Portugueses con quienes hize servicio ¿podré yo hacer que sean indemnizados de la perdida de más de cinco mil guerreros, y más de diez millones de pesos que llevan gastados desde el desenrollo de la Provincia? Quiero amigo, que el tirano del Brasil, me alagase por estar con sus intereses, que me ofreciese a la Princesa María da Gloria su hija para mi mujer? ¿sería yo tan indiscreto que pasase por sus ofertas aunque me las cumpliese? Cuando en el mejor estado que yo me hallase, en el caso terrible que yo tuviese que pedirle protección ¿podría borrarse en el corazón de un padre que haya perdido su hijo en las batallas del año 25, al hermano su hermano, al pariente, al amigo, y todo lo más caro del corazón de los hombres? Me aterro mi amigo en solo pensarlo que haría de mi un pueblo que me culpa de todos los acontecimientos desgraciados que han tenido en la guerra, como me verá V. aparecer en todos sus papeles públicos en que se me declara traidor, y se me pone como un monstruo de la perfidia, y se me maldice hasta con las expresiones más denigrantes que, puede vertir un plebeyo,

Rivera en Setiembre de 1826 · Incertidumbre sobre su destino. La imaginación del caudillo.

     Aquí me tiene V. amigo en el más bonito estado que podía verme: perseguido por los Portugueses como mis mayores enemigos de mi corazón, perseguido por el Gobierno de la República como delincuente de alta traición ¿a donde iré que encuentre ausilio? El Gobierno que he sostenido, y pensaba sostener de la mejor buena fe me persigue, y me declara traidor a imitación· del infame Pedro primero. Si me voy a los barbaros tendré que venir con ellos en sus incursiones sobre un pueblo de quien he recibido las mejores pruebas de gratitud que nunca olvidaré: si me voy donde está Bolívar, el Presidente me ha dicho que es un tirano que ambiciona sobre estos países; y si es asi ¿como he de ir? Yo no gusto servir a miras particulares: Si me voy a donde está el Gobernador Bustos o el de Santa Fé el Presidente tendrá entonces que añadir un renglón mas al mensagero poniendome como anarquista: Si voy al Entre Ríos sucederá otro tanto; si voy al Paraguay, Francia que sabe que me gusta pelear, y que se practicamente mandar soldados me ahorca al momento de mi llegada. Si voy a la Banda Oriental tendré que reunirme a los dicidentes, este es un mal. Si me presento a Alvear para que me lleve a. la guerra como un soldado, éste no me creerá de buena fe, y le puede dar ganas de enredarse de palabras con  mi pescuezo y colgarme. Hay me tiene V. amigo, que se no para donde la he de tomar; pero en este momento se me ocurre, me voy a buscar a Brown, voy a ser - marino quiero mudar de arma, y de " elemento, a ver, si así no tengo quien me persiga: alli solo con los marineros no tendré opinión, y esto creo no lo disgustara a S. E. sino alcanzo a Brown, no habrá remedio amigo, tendré que transformarme en un caudillo tal cual un Carreras para repeler las persecusiones con que me persigue el presidente. Ya yo no tengo Patria por que me la ha hecho dejar su Excelencia con ~sus decretos y en ella una Esposa, una anciana madre, y hermanitas llenas de amarguras: los pocos bienes que tenia es muy regular que como criminal de lesa Patria se me despoje de ellos, ya me tiene que tengo que hacerme un facineroso. En este estado mi amigo me tiene V. porque así lo quiere el Gobierno que me trajo a su servicio para perseguirme. A Dios mi amigo hasta que mi suerte quiera que vuelva a ver a V. y le agradesca sus distinciones con que me ha distinguido.

Fructuoso Rivera Sepbre. 19 de 1826"

lunes, 3 de mayo de 2021

URUGUAY: MÁS GARRA GUARANÍ QUE CHARRÚA

                                
  Entrevista al profesor OSCAR PADRÓN FAVRE(*)


-¿Que nuevos planteos impone, hoy, el tema indígena en el Uruguay?


 -Los estudios se realizaban, hasta hace un tiempo,  sobre un período fuertemente cerrado: desde la llegada de Solís, en 1516, hasta "la solución final" (con la liquidación de los últimos grupos) en 1831. Los aportes de la arqueología, muy ricos en las recientes décadas, hacen arrancar ese estudio once mil años antes de nuestra era. En un principio se llegaba a esta fecha a partir de ciertas especulaciones razonables pero ahora, con el auxilio del radiocarbono, se ha podido certificar la 

existencia de comunidades indígenas "uruguayas", en momentos en que impera la prehistoria.

-Estas nuevas conclusiones, para algún sector de uruguayos, puede ser una novedad total

 -Es posible. Las comprobaciones obtenidas sobre la base del radiocarbono tienen un mayor rigor científico y quedan virtualmente fuera de discusión. Pero esas conclusiones no se refieren solamente a la presencia física, humana, de nuestros indígenas. En Rocha, sobre todo, se han hallado vestigios de construcciones -bastante grandes y variadas- que traducen claramente la existencia de un entramado social complejo.

  -Se nos ha enseñado que el indio ha hecho aportes a la sociedad que se forma a partir de la colonización española.

 -El componente indígena en el cuadro social, como expresión integrada de individuos y expresiones sociales, es mínimo. En realidad, el indio estuvo siempre afuera de nuestro proceso social. Decir que el componente indígena de nuestra historia nos convierte poco menos que en descendientes de los indios -básicamente de los charrúas- es hacer un ejercicio de espiritismo que poco tiene que ver con las realidades históricas.

 -¿Donde está, entonces, nuestra base indígena más posible?. ¿Quienes son nuestros antepasados indios?.

 -Los guaraníes. La familia guaraní dominaba la región en la que se extendía la que hoy es nuestro país. La misión guaranítica, forma de organización social más evolucionada que los grupos cazadores, es el puente entre la selva y la sociedad criolla que crece. Esa sociedad va absorbiendo albañiles, pintores, trabajadores sueltos, peones, capataces y soldados: todos elles son guaraníes o individuos de inequívoca sangre guaraní, que vierten su aporte al "inmigrar" al sur y pasar a integrar el sector propiamente "popular" de las poblaciones.

                                                                                                                                                              ¿En que porcentaje el indio guaraní pasa a formar el ejército?.

 -Es un aporte masivo. Pero no podemos decir que el ejército uruguayo sea solo guaraní. El guaraní es un componente del mestizaje de nuestro ejército. Lo más correcto es decir que se trata de un ejército mestizo. Mestizo y popular.

 -Usted no habla solo del ejército artiguista.

 -Claro que no. Hablo del ejército uruguayo de todas las épocas.

 -Correcto. ¿Que papel juega frente a esta reafirmación del indígena, el aluvión europeo?. En otras palabras: ¿somos o no un pueblo formado por españoles e italianos?.

 -La participación europea no se puede desconocer, por supuesto.. Pero la idea de que Uruguay es elproducto casi exclusivo de ese aluvión europeo, del "esfuerzo inmigrante", y del "sacrificio de sus trabajadores" fue perfeccionada por un conjunto de escritores. Hubo una inmigración, tan fuerte como casi desconocida, que registró el paso de los indios y chinas misioneras desde el sur paraguayo y el norte y litoral argentinos, hacia la Banda. Los libros parroquiales y los testimonios verbales de viejos pobladores son una fuente preciosa para apreciar la magnitud de esa corriente.

 -Entonces, lo de la "garra charrúa" es una mistificación o, simplemente, el homenaje a un pueblo que, según usted señala, no contaba con más de trescientos individuos en los dos últimos siglos y en ningún caso fueron más de dos o tres mil.

 -Puede ser más apropiado hablar de garra guaraní: no podemos sorprendernos que los actuales paraguayos sean tan combativos.

 -Volviendo a los europeos: no podemos reducir su función a la de simples elementos de fuerza de trabajo.

 -No, claro. Esos inmigrantes venían solteros y buscaban, de inmediato, mujer. Una combinación frecuente es la del "gringo" con la "china", generalmente misionera. Con el tiempo la sociedad se va blanqueando -por decirlo así- pero hay una fuerte base mestiza cuyos perfiles se ven, en amplia medida, en vastas zonas del Uruguay del interior. En la costa se aprecia menos, pero también existe. El Uruguay es mestizo en raza, pero también en muchos de nuestros hábitos y creencias.


"SI NO ERA RIVERA, LOS IBA A LIQUIDAR OTRO"

Oscar Padrón no se resigna a atribuir a Fructuoso Rivera -debilidad excluyente de la izquierda vernácula- la responsabilidad  exclusiva de la liquidación de los indios que no aceptaban las nuevas reglas del juego. Vuelve atrás en el tiempo y evoca al caudillo compatriota a su retorno de las Misiones. La paz le acaba de borrar con el codo su conquista y ocho mil indios, habitantes de esa zona, vienen con él para evitar posibles represalias. Son indios y mestizos que, cuando Rivera sea Presidente, van a formar el ejército del Estado y, en tal situación, van a dar muerte sin pestañear a los charrúas que no quieren caer de rodillas y han de sufrir, por lo tanto, el inflexible fin de los pueblos cazadores

  Una sociedad que se solidifica, que se expande al diapasón de la estancia -unidad sedentaria- y de la actividad productiva de mercado, no tolera a los nómades, que para subsistir hoy "mañana se verá", deben ir de un lado a otro en busca de sus presas. Esa búsqueda, para los hombres y mujeres de la nueva sociedad, es la de simples depredadores.

  Todos se quejan de esa devastación: el hacendado rico, el mediano productor, el funcionario de la ciudad y hasta el campesino pobre que en un extremo perdido del campo, con su mujer y sus hijos, debe soportar el robo de su único caballo. Es el clamor de todos y así lo entiende el gobierno de Rivera, presionado hasta el límite, por esa sociedad en expansión, para terminar con el problema. Por eso -opina Padrón, si no era Rivera el que los ponía en vereda, hubiera sido otro cualquiera: el tema se le había ido de las manos y pertenecía a la sociedad en su conjunto. Se dice que Artigas, sin embargo, los trató muy bien "Pero una cosa era la relación del caudillo con el indio -muy necesario en tiempos de guerra- y otra, de pronto, la que se hubiera dado con Artigas Presidente, empujado por el mismo juego de intereses".

  Entrevista realizada el 28 de junio de 1992 en "El Diario".

   (*) Oscar Padrón Favre es licenciado en Ciencias históricas, investigador y docente. Publicó, entre otros libros, "Sangre indígena en el Uruguay", "Ocaso de un pueblo indio",  "Los charrúa -minuanes en su etapa final", "Historia del Durazno" y "Misiones jesuíticas: la palabra de los protagonistas", así como numerosos artículos en publicaciones nacionales y regionales. 

  

domingo, 28 de marzo de 2021

EL OTRO 31 DE MARZO

               
   

    por LUIS HIERRO GAMBARDELLA                 

 

 

   Durante los primeros meses del año 1886, los jóvenes uruguayos exilados en Buenos Aires inician un camino lleno de peripecias. Han de cruzar, rumbo al norte, el territorio argentino para acercarse a las costas del Uruguay en la proximidad de Salto. Van resueltos a hacer una revolución contra el régimen da Santos y se han preparado para ello en barracones de Palermo, donde el gobierno argentino, cerrando los ojos, los a dejado realizar sus incipientes prácticas militares. Esos jóvenes son los Domínguez, los Batlle, los Gil, los Garzón, los de Viana. Proceden de la burguesía culta de Montevideo, tienen muy poca destreza en el manejo de armas, en las marchas a caballo, en las fatigas y astucias de la guerra gaucha. Han aprendido algunos principios de instrucción militar cambiando sus textos de Derecho, de Filosofía o
de Historia por los manuales que, por las noches, leen  y asimilan para poder armar correctamente sus companías. De la milicia cívica, severa e iluminada por ideales republicanos, pasan al ejercicio de esta otra milicia de combate. Recorren cientos de leguas en el territorio argentino. Los comanda un general blanco, Arredondo y un general colorado, Castro. Ellos, los futuros guerreros, pertenecen a los tres partidos: hay constitucionalistas, blancos y colorados. Casi ninguno de ellos llega a los treinta años.

   La travesía a sido larga, dura, difícil, puesto que se trasladan en las sombras de la noche, a pie, por las tierras argentinas. Los caballos llegarán, según creen, al entrar al territorio nacional (en realidad, nunca los encontrarán). La hueste libertaria cuenta con mil setecientos soldados-ciudadanos. Los batallones los comandan Domínguez, Amilivia, Ramírez, Visillac, Salvañach, Mena. Blancos, colorados, constitucionalistas, confundidos en un ideal común: la Libertad. El 26 de marzo llegarán a Cocordia por distintos caminos. Allí se reencuentra la hueste libertadora. Allí reciben sus Remingtons y trescientos tiros para cada uno. Tienen un Estado Mayor, Jefes Divisionarios y, por debajo, los Batallones. En el 1º de infantería, que comanda Rufino Domínguez, actúan los Batlle y Ordoñez: Luis, padre de Luis Batlle Berres; José, el creador del Uruguay moderno, con grado de Capitán.

   Cruzan el río Uruguay. ¡No están las caballadas!. No importa. Abandonan los recados, para aligerar la marcha. el 30 se enfrentan con fuerzas gubernistas mandadas por Villar. Este, a las cuatro, manda tocar retirada. La revolución a tenido su único triunfo. La hecatombe vendrá al otro día, en las puntas de soto del Quebracho. Cinco mil hombres del ejército de Santos enfrentan a los mil setecientos de la Revolución. Los universitarios y burgueses montevideanos dan un espectáculo de asombroso coraje, mientras la muerte diezma los batallones juveniles. a las cinco de la tarde, se produce la rendición. Un joven de 17 años, de apellido Villar, no la acepta: apunta hacia si mismo con el Remington y muere. ¡Viva la Libertad!.

   Hay muchos testimonios escritos sobre esta batalla. El de Javier de Viana, que luego tomó sus propias crónicas para componer uno de sus más fuertes cuentos; el de Eugenio Garzón, que tantos años después destacara su brillante pluma en el periodismo francés. Pero seguramente el más emocionante, fue el verbal, transmitido por los sobrevivientes a la gente civil, a sus amigos, a sus hijos: hoy hace tantos años que en puntas de Soto... Y eso compuso un estado de alma del país, un rastro de su perfil moral. Porque aquella batalla, en las que fueron respetados los vencidos por que Tajes desoyó las órdenes del Capitán General Máximo Santos, que pedía venganza y sangre, subrayó el fin del militarismo, herido de muerte por la voluntad, herido de muerte por la voluntad de una juventud y un pueblo insurrectos, que buscaron la muerte para afirmar la libertad. A los pocos meses de esta derrota, Batlle funda "El Día". Muy poco después se produce el balazo de Ortiz y la constitución del Ministerio de la Conciliación y la fuga de Santos. Aquella sangre generosa fecundaba en un amanecer de la libertad. Sin la derrota del Quebracho, el civismo no habría triunfado ni se hubiera impuesto la democracia en el país.

   En una página que anda por ahí, he descrito un episodio muy expresivo, en cuanto al espíritu que creó en estos luchadores la comunidad de sacrificios:

   En 1927, siendo Ministro de Relaciones Exteriores don Rufino Domínguez, hubo de intervenir para asegurar la libertad de un exilado español, y al recordársele sus condiciones de combatiente del Quebracho, le dijo a su interlocutor, palabra más o menos:

   "Hay otro sobreviviente del Quebracho que nos ayudará". Y al visitarlo, le dijo también palabra más o menos: Juan, tenemos que asegurar esta libertad, en nombre del Quebracho". Juan era el Presidente de la República, el Dr. Campisteguy,

que había servido bajo sus órdenes en el inmortal 1º de infantería.

   Hace unos días leí en "La Democracia" un artículo de un colaborador de ese semanario en el que, tal vez por una ofuscación del momento define a los colorados como pusilánimes, o poco menos, con respecto a los problemas de hoy y reserva para los suyos los atributos del coraje y la decisión. Pensé en contestarle; hoy me doy cuenta que no vale la pena. Que la luz del Quebracho alcance para mostrar que

el coraje y la vocación de servicio a la libertad no es de unos y no de otros. Que debe ser, sin arrogancias, de todos, en la busca de la democracia. Y que nadie debe sentirse más que otro. Hay horas relampagueantes, como la que evocamos. Pero también hay horas lentas, donde la paciencia empuja tanto como la decisión. Hay en ellas, también, heroísmos y abnegación.

 

("El otro 31 de marzo", semanario "Opinar", 7 de abril de 1983)

   

jueves, 28 de enero de 2021

EL INNOVADOR JOSÉ BATLLE Y ORDOÑEZ

                                       
                                    
                        Nota publicada en la revista "NOSOTROS" de Buenos Aires. (*)

 

  "No conozco el valor real de Artigas. Las opiniones de los historiadores no han llegado a crearme un convencimiento seguro: entre el caudillo brutal e ininteligente de los unos y el héroe nacional de los otros, hay lugar para una figura intermedia, que ejerció una decisiva influencia y asumió una alta sifnificación histórica por la convergencia de muchos factores: el tiempo, el lugar, las personas, las circunstancias. De los otros hombres ilustres de la política uruguaya no sabría siquiera dar una opinión. Optimos varios, pésimos algunos, no veo el hombre singular: Guizot y no Talleyrand, Caprivi y no Bismark, Rattazi y no Cavour. Es necesario tener en cuenta que el Uruguay, como nación independiente, no tiene un siglo de vida; históricamente, los años de la dominación española se cuentan... al revés. 
   No sé si la admiración y el afecto puedan agrandar una visión; pero, me parece que el hombre político verdadero, el estadista creador aun más que reformador, la mente que del conocimiento del pasado y de la previsión del futuro extrae la norma para el presente, el intérprete seguro de las necesidades del pueblo oriental en esta hora histórica, el hombre que ve y prevé está vivo y apenas ha entrado en la vejez: este es, José Batlle y Ordóñez. 
   Tiene sesenta y dos años. Jefe reconocido del gran partido colorado, dos veces Presidente de la Re-pública. delegado a la Haya, cuando los Congresos de la Haya eran solemnes asambleas internacionales, que la guerra, con su realismo brutal, debía más tarde cubrir de trágico sarcasmo, José Batlle y Ordóñez es el hombre más conocido y estimado en Europa, de todos los sudamericanos; en el Uruguay es amado por muchos hasta la idolatría y por muchos odiado hasta la maldición. 
   Tiene todos los mayores defectos que puede tener un hombre político; es, a pesar de todo, un óptimo padre de familia: se comprende, los adversarios no le perdonan sus defectos y éstos molestan aun a los amigos. 
   Su complexión física es adecuada a su temperamento; tiene la exterioridad del luchador. Viéndolo, se piensa en Dantón, esculpido por la adjetivación homérica de Carducci: “Pallido, enorme”. 
   Periodista desde hace cuarenta años, su pluma es aún hoy una clava; no concibe la academia, no se pierde en las teorizaciones. ¿Hay un fin que alcanzar:'¡ derecho al fin!. Con tal modo de ser, no se puede vivir en paz con el mundo; pero José Batlle y Ordóñez, bien que sea en el fondo un impenitente idealista, tiene del mundo, esto es, de los hombres, un concepto poco optimista; ha vivido mucho, ha vivido intensamente, ha vivido con prisa: conoce en consecuencia el alma humana, y de este conocimiento ha extraído la convicción de que un hombre, más que la simpatía de los otros, debe buscar la paz de la propia conciencia. 
   Cuando hablamos de la América del Norte podemos estar en duda, al determinar cual sea el hombre viviente que la represente y en cierto modo la sintetice. ¿Será Wilson?, ¿será Roosevelt? Pero para la América del Sud no hay lugar a dudas: entre los muchos hombres eminentes de los diez estados que constituyen la América meridional, hombres de singular valor que son ignorados en Europa y más aun en América, el que a todos sobrepasa, que no tiene término de comparación, es él, Batlle y Ordóñez; y a él se debe el que, no obstante los obstáculos, el Uruguay sea la primera de las naciones sudamericanas, a pesar del exiguo número de habitantes. 
   No pretendo escribir una entrevista. Relataré las impresiones recibidas en un largo coloquio con el egregio hombre; no lo que él dijo, sino lo que yo pensaba mientras Batlle y Ordóñez hablaba de su país, de la guerra, de la lucha entre la idea democrática y la idea conservadora. 
   En el pequeño gabinete de trabajo, que el gran ciudadano tiene en la redacción de El Día, en medio de la serenidad del ambiente, de los pocos retratos que penden de las paredes (el de Jaurés domina al de un gran estadista viviente), se respira, diría, aire de lucha. 
   José Batlle y Ordóñez habla reposadamente, con un no sé qué de cansancio, de mesurado, de re-ligioso casi. A veces su mirada se enciende, y entonces os sentís turbados por la vivacidad de la pupila fija, y la voz tiene vibraciones secas, metálicas; después, los párpados caen, la voz se suaviza, las palabras surgen lentas; se adivina que aquel hombre automáticamente pesa palabra por palabra, quiere saber si la voz expresa fielmente el pensamiento; tiene como el escrúpulo de que pueda involuntariamente engañarnos, escondiéndonos una idea o presentándola trunca, alterada. 
   Hace varios años yo atribuí esta especie de temor al sentido altísimo de responsabilidad que caracteriza a este hombre; era entonces Presidente de la República, y era explicable su sobriedad de palabra, su cuidado de no decir nada más que aquello que era oportuno decir; en cambio en él el sentido de la mesura es hábito,  sabe qué es lo que dice, qué es lo que puede decir: más allá, nada. 
   A hombres como éstos un periodista tiene siempre mil cosas que preguntar y de ellos hay siempre mucho que aprender; pero mi visita no tenia otro fin determinado que el de saludar al ciudadano admirado, el hombre de la democracia, uno de los más nobles exponentes del periodismo mundial.              
   

   Ningún hombre de estado ha comprendido y adoptado tantos postulados socialistas como José Batlle y Ordóñez en sus dos presidencias. Diversas reformas llevadas a cabo por la presidencia actual, corresponden de pleno derecho a la precedente: la ley que afirma el derecho a la vida para todos, en virtud de la cual cualquier ciudadano puede pedir al Estado el mínimo indispensable para la existencia, es concepción de Batlle. Y es notable esto: que cuando un gremio de trabajadores está en huelga, tiene derecho de pedir al Estado los medios de alimentación para sí y para sus familias; así, piensa Batlle, se elimina el caso, antes demasiado frecuente, de que los obreros, que tenían toda la razón de pedir y obtener un mejoramiento de sus condiciones de trabajo y de vida, se viesen, después de varios días, obligados a ceder sin haber obtenido nada, porque los patrones los vencían con hambre. 
    La eficacia de esta ley es escasa por ahora: miseria verdadera no hay en el Uruguay y la clase obrera está organizada, y por lo tanto, preparada para la resistencia en los movimientos sindicalistas; pero el principio está ahí. Sobre el edificio se ha plantado un pararrayos: mejor si el rayo no cae nunca o cae lejos, pero si tuviese que caer se ha previsto y provisto para desarmarlo. 
   La otra ley de carácter social es la de las ocho horas de trabajo. Sin duda presenta algunos inconvenientes, Algún trabajador, por ejemplo, querría poder, después de trabajar ocho horas en un oficio, emplear algunas horas de la noche en un trabajo supletorio: la ley lo prohibe y aquel operario debe renunciar a un aumento de ganancias que le sería utilísimo; pero este inconveniente parcial es compensado por varias ventajas, una más importante que la otra: ante todo se reduce a casi nada la desocupación, después se estimula individualmente al obrero a trabajar mejor para tener derecho a ser mejor recompensado, se desarrolla el espíritu y la responsabilidad de clase, obteniendo un mayor equilibrio entre el capital y el trabajo, tendiente a una siempre mayor elevación del pueblo; y así se da al obrero, tiempo para reposar y para estudiar, con incremento notabilísimo de la cultura general y de la salud pública. 
   Sin duda la ley puede parecer intempestiva y la burguesía, naturalmente ávida, no se cansa de censurarla; pero el Uruguay es el país de todos los experimentos nobles y audaces: si en el campo económico tiene la ley de las ocho horas, en el campo moral tiene la ley del divorcio. 
   Sea como quiera, llore hasta que quiera Tartufo, la familia en el Uruguay, merced a la ley del divorcio, va volviéndose una cosa respetable. 
   Sin embargo, a pesar de esta su comprensión de la realidad socialista, José Batlle y Ordóñez es burgués de condición, de mentalidad, de educación, de espíritu: es el burgués por excelencia; si faltasen pruebas para confirmar este juicio, bastaría su convicción, traducida en actos, de la necesidad de un ejército fuerte. 
  El ejército del Uruguay, en relación al país, es enorme: y lo ha hecho tal, él. Por otra parte, es verdad que, después de la revolución de 1904, que costó la vida al caudillo Saravia, el partido blanco no ha osado más sublevarse y no ha hecho sino tentativas inanes, no obstante la ayuda de armas y municiones facilitada por Figueroa Alcorta; ahora bien, considerada como es la realidad política del Uruguay, esto es, la división del país en dos partidos que no transigen, queda por averiguar, si no sea preferible pagar un poco caro el ejército a correr todos los riesgos de la guerra civil. 
   No hace mucho, los socialistas de Montevideo sostuvieron contra Batlle una larga polémica sobre este tema La polémica fue iniciada en un semanario socialista; Batlle y Ordóñez invitó al socialista Mibelli a desarrollar sus ideas en las columnas de El Día, que es su diario.
    El gesto fue digno del hombre. Celestino Mibelli, joven de mucho ingenio, había sido por largos años redactor de El Día, y había salido del diario por una divergencia con Batlle y Ordóñez; entre, los dos no existía pues cordialidad de relaciones; pero cuando el propietario de El Día vio que su ex-redactor, queriendo combatir su política, se encontraba en condiciones de inferioridad faltándole un gran diario donde expresar sus ideas, ofreció el suyo: y fue en las columnas de El Día que la polémica se desenvolvió. 
   La lógica, se comprende, estaba de parte de Mibelli, y Batlle salió de la polémica virtualmente vencido; pero como la lógica de las ideas no es siempre la misma que la lógica de los hechos, el pragmatismo de Batlle acabó por triunfar en definitiva, del idealismo de Celestino Mibelli. El burgués y el socialista luchaban, en nombre de la realidad uno. en nombre de la idealidad el otro: uno tenía razón, el otro la tendrá; y Batlle no niega, afirma, por el contrario, que el mañana será para el socialismo; pero piensa que sin un ejército fuerte, hoy el partido blanco subvertiría la República, haría desmoronar todo el edificio de la democracia y con esto solo retardaría la realización del socialismo. 
   En la acción cotidiana de este hombre vibran todas las luchas, todos los temores, todas las esperanzas del Uruguay: él es más que un gran ciudadano, es un apóstol; y, lo que vale más, carece de cualquiera pose. Como periodista es invencible en la polémica; y no limita su obra a los grandes artículos teóricos, a los llamados que son propios de los jefes, sino que redacta la noticia de crónica cuando en diez líneas se debe incluir una exhortación, un vituperio, una advertencia. 
   Desde hace algunos meses El Día realiza una terrible campaña contra los frailes, a propósito de un salesiano indigno que los clericales tratan de salvar con la habitual solidaridad de casta. 
   Los otros diarios, aun los “colorados”, han indicado apenas el hecho, y después, para no turbar a su clientela, han callado, salvo aquellos declaradamente de sacristía. Y bien, leed esas notas cargadas de lógica y de espíritu con que El Día combate su batalla de la juventud, de la decencia y de la verdad - allí está la pluma de Batlle y Ordóñez, el cual, como periodista de raza, como hombre de principios íntegros, sabe que no es el tema el que da importancia al artículo, sino la fe con que se lo escribe y el fin que con él se quiere alcanzar. 
   Durante esta última estación de carnaval, los clericales y los blancos, que son entre sí como quien dijese pan y queso, tentaron boicotear las fiestas porque el Poder Ejecutivo no prohibió el disfraz eclesiástico: los otros diarios, mudos como peces, aún más, la mayoría han defendido la prohibición; pero El Día ha sostenido que no se debía prohibir, a los ciudadanos que lo quisieren, ninguna protesta contra el incalificable delito del salesiano: y El Día venció. No sólo esto, sino que para que la campaña tuviera efectos benéficos y el pueblo se habitúe a distinguir entre fe y sacerdocio, entre religión y curia, entre cristianismo y frailerío. contemporáneamente a los artículos polémicos iba publicando la fuerte novela de Octavio Mirbeau, Sebastián Roch. Y mientras José Batlle y Ordóñez combate estas luchas de principios, trabaja con ahinco por realizar la fusión de las fuerzas coloradas y quitar así al partido adversario, toda esperanza de victoria; mientras nada descuida para que en el país tenga incremento la educación física. 
   Ha podido comprobar, y se complace en ello, que desde el momento en que los ejercicios físicos han tomado desarrollo, la juventud uruguaya es más despierta, más alegre, más creyente en la vida. En cuanto al partido blanco, el único juicio que emitió ha sido una especie de queja: es un partido que no lee; tenía un diario propio y ha debido suspender la publicación porque faltábanle lectores; ¿cómo no temer a tal partido? Y el temor es tanto más justificado, cuanto que el partido blanco ha logrado, en las elecciones del 30 de Julio del año pasado, vencer a los colorados: jamás victoria alguna fue más vandeana que aquella; pero fue victoria. La concordia del partido colorado, que me place llamar el partido Garibaldino, es pues indispensable para que las masas ignorantes, especialmente las de la campaña, no sean conducidas como ovejas, por los hacendados y los frailes, a las urnas, a destruir el magnífico edificio construido, entre errores y golpes, por los colorados, en treinta años de gobierno renovador. 
   Sería interesante poder pintar el cuadro de la vida uruguaya cual se lo ve con ojos desapasionados, si bien amigos; pero en un artículo la empresa resulta imposible. Así, a ojo desnudo, se ve un país pequeño, la población escasa, los recursos pocos y difíciles, las envidias abundantes, especialmente políticas, las capacidades individuales superiores a lo necesario, de donde resulta que habiendo una infinidad de jefes llenos de energías y de bravura, pero privados de quienes los secunden, los odios de partido son profundos e inextinguibles. Abundancia de ideales en pocos, abundancia de apetitos en muchos; servilismo e inconsciencia en la masa rural, conciencia hacia las tendencias libertarias en el proletariado ciudadano; riqueza agraria concentrada en las manos de sesenta o setenta propietarios. 
   Es un país que encuentra su equilibrio en una especie de desequilibrio profundo. Montevideo es al mismo tiempo una grande y hermosísima metrópoli y una aldea. 
    En este escenario campea en alto relieve la figura de Batlle y Ordóñez: él es como un titán que, con : robustos músculos contiene la avalancha de la reacción que amenaza constantemente precipitarse y al mismo tiempo empuja su país hacia lo alto, siempre más alto, en el cielo sereno de la democracia.
    Si exceptuamos un busto de bronce sobre una base inestética que surge sobre las rompientes de la “meseta de Artigas”, a lo largo del rio Uruguay, el general Artigas no tiene todavía un monumento digno de su fama de fundador de la República; dentro de cincuenta años, si los hombres están aún afligidos por el mal de la piedra, en todas las ciudades del Uruguay se levantará una estatua de José Batlle y Ordóñez. Y en la base se podrá con todo derecho inscribir la frase de Artigas: “Con libertad, ni ofendo ni temo". 

FOLCO TESTENA, marzo de 1918.
(Folco Testena es el seudónimo de Comunardo Braccialarghe -Macerata, Italia 1874- Buenos Aires 1951-. Fue crítico literario, traductor, escritor y periodista, emigrado a Buenos Aires en 1910. Fue corresponsal desde Montevideo del diario La Patria degli italiani. Fue el primer traductor al italiano de Martín Fierro (1919), y de Tabaré de Zorrilla de San Martín, entre otras obras. Militante socialista)


(*) "Nosotros", fue una revista cultural argentina publicada entre 1907 y 1943, Sus fundadores fueron Alfredo Bianchi y Roberto Giusti. Su publicación fue entrecortada debido a fuertes problemas económicos, con interrupciones en 1910, 1911, 1912, 1934, 1940. La muerte de Bianchi puso fin a la revista. En ella colaboraron tanto autores argentinos como de otras nacionalidades.