domingo, 2 de agosto de 2009

ANITA, "LA HEROINA DE DOS MUNDOS"


Un inglés, que la conoció en los tiempos del sitio de Montevideo por el ejército de Juan Manuel de Rosas, la describió como “una criolla con toda la manera fascinante de las señoras de la vieja España”, agregando que “verla caracoleando al flanco de su marido, era un espectáculo inolvidable”. Se refería a la esposa del general José Garibaldi, “Anita”, de cuya muerte se conmemoran 160 años este 4 de agosto. Ana María de Jesús Ribeiro, había nacido en el seno de una familia pobre de Morrinhos, Laguna, actual estado de Santa Catarina, en 1821. Señala uno de sus biógrafos que de su padre, Bento Ribeiro da Silva, “parece haber heredado la energía y el coraje personal, revelando desde niña un carácter independiente y resuelto”. En 1835, muerto su progenitor, y ante la insistencia de su madre María Antonia de Jesús, se casa –contando apenas 14 años-, con un hombre bastante mayor que ella, a quien no amaba; es el típico matrimonio “por interés”. En julio de 1839 conoce a Garibaldi, cuando éste entra en la ciudad de Laguna formando parte de las huestes “farrouphilas” de David Canabarro y Joaquín Teixeira Nunes, dando comienzo a la “República Juliana” de los cien días. Anita, subyugada por la figura de del heroico guerrillero, abandona el hogar conyugal y da inicio, entonces, a lo que sería un amor incondicional construido en base a una mutua devoción personal, algunos –pocos- momentos de calma, y altas dosis de coraje. Integrada a la flotilla corsaria comandada por Garibaldi, Anita hace gala de su impar valentía en el célebre combate naval de Laguna -15 de noviembre de 1839-, cuando bajo el tenaz fuego de metralla de la marina legal, arriesga su vida llevando ¡en veinte ocasiones!, municiones y pertrechos a las naves republicanas. Con el fin de la efímera experiencia separatista, se retira con las tropas garibaldinas hacia el sur, combatiendo y marchando penosamente por sierras y valles interminables. Hecha prisionera por las fuerzas de Melo Albuquerque, consigue el permiso de este jefe para buscar el cadáver de Garibaldi, a quien creía muerto. Poco después, huye dramáticamente de sus captores atravesando a nado el peligroso río Canoas, reuniéndose con su esposo ocho días más tarde. El 16 de septiembre de 1840 nace su primogénito Menotti en Mostradas, Río Grande del Sur. Doce días después del parto, y ante un ataque sorpresa del enemigo, se ve obligada a huir a caballo con su hijo en brazos. Sólo gracias a su arrojo es que el niño logra salvarse. En 1841, cerrado el ciclo brasileño de la epopeya garibaldina, ambos se trasladan a Montevideo, donde se integran a la lucha que sostiene el Uruguay contra el tirano Rosas. El 25 de marzo de 1842 se casan en nuestra ciudad siguiendo el rito de la iglesia católica, según se cree, a pedido de la familia García de Zúñiga. En Montevideo nacen sus otros tres hijos: Rosita, Teresita y Ricciotti, la primera de las cuales fallece a la edad de dos años y medio. En diciembre de 1847, Anita y sus hijos marchan para Italia, primero a Génova –donde será recibida por una multitud al grito de “¡Viva Garibaldi!, Viva la familia de Garibaldi!”-, y luego a Niza. Su esposo, con un grupo de legionarios italianos más algunos orientales, la seguirá en abril del año siguiente. A mediados de 1849, Anita se reúne con Garibaldi en la Roma sitiada por el ejército francés. Tocaba a su fin la gloriosa experiencia republicana en la ciudad eterna, en donde el radicalismo liberal llevó a declarar caduco el poder temporal del papado (Pío IX había huido disfrazado de la ciudad, presa del terror…). Protagonizan juntos la célebre retirada de la Legión hacia el norte, enfrentando al enemigo austriaco, soportando las deserciones –tan humanas-, y sorteando las escabrosas cumbres apeninas. Embarazada por quinta vez, Anita duerme sobre el heno a las puertas de Orvieto por no abandonar a Garibaldi. Su salud se resiente. Se niega a permanecer en San Marino, como lo recomienda su estado. Finalmente, en la zona pantanosa al norte de Rávena, a las siete de la tarde del 4 de agosto de 1849, fallece en brazos de su amadísimo esposo. Tenía, tan solo, 28 años. Fue, al decir de Brasil Gerson, “la voluntaria brasileña del Risorgimento”. Fue también, -si se nos permite-, “la voluntaria brasileña de la Defensa”, y la “heroína de Dos Mundos”.

sábado, 1 de agosto de 2009

RENAN RODRIGUEZ, UN BATLLISTA EJEMPLAR

Cuando hace una década atrás fallecía ese gran batllista que fuera Renán Rodríguez, sentíamos no sólo que desaparecía un destacado hombre público sino que, además, se iba una verdadera memoria viviente de la historia del Partido Colorado y del Uruguay.
Al modo - permítasenos la comparación-, de aquellos “viejos venerables” de ciertos pueblos antiguos que al morir, llevaban consigo buena parte del bagaje cultural del grupo. Y cuya pérdida significaba para el colectivo, lo que para nosotros occidentales el de una biblioteca.
Hombre de permanente consulta tanto para periodistas, historiadores, o simplemente jóvenes correligionarios ávidos de conocer detalles de la historia partidaria, quisiéramos recordarle transcribiendo un fragmento del editorial de la que fuera su “última casa”, el desaparecido vespertino “El Diario”, y que tuviéramos el honor de elaborar junto al inolvidable amigo Jorge Otero Menéndez.
Renán Rodríguez había nacido el 12 de diciembre de 1912 en la 1ª sección del departamento de San José, donde se había radicado su familia en los orígenes poblacionales del país.
Su padre militaba en filas del batllismo maragato, siendo socio responsable de la sociedad editora del diario “El Tiempo”. Cuando el golpe de estado de 1933, la publicación fue clausurada durante un mes. A su reaparición, Renán comenzó a hacer sus primeras armas en el periodismo, con las dificultades del caso, y las advertencias del comisario, que no toleraba que las notas que no pasaban la censura previa de la dictadura fueran sustituidas con espacios en blanco.
En 1936, abandonado su “paraíso perdido de San José”, se radica en Montevideo y pasa a ser funcionario rentado del Partido Colorado como secretario de la Comisión Nacional de Organización Partidaria, creada en virtud de un decreto de la Convención del 2 de octubre de aquel año. Esta disposición establecía por vez primera el sistema de afiliación, y sobre sus registros se realizó la elección interna de 1938. Las autoridades así electas decidieron mantener las medidas de abstención cívica que regían en el batllismo desde poco después del comienzo de la dictadura “marzista”, encabezada por Gabriel Terra y sostenida por Luis Alberto de Herrera.
Se mantuvo en el cargo por el término de una década, lo que le permitió seguir muy de cerca los comicios internos partidarios de 1938, 1942 y 1946. De allí surgió su acendrada vacación por los temas electorales, y la notoria versación que lo caracterizó y que lo llevó a ocupar, recuperada la democracia en 1985, la presidencia de la Corte Electoral.
Al iniciarse la década de los años 50 fue electo Representante Nacional, desde cuya banca dio nuevas pruebas de su talento y conocimientos. El primero de marzo de 1955 asumía el Colegiado presidido, durante ese año, por Luis Batlle Berres. El gobierno entrante era de unidad batllista, y Renán, como integrante de la “14”, acepta la cartera de Instrucción Pública y Previsión Social.
En mayo del año siguiente se produce una grave crisis gubernamental, con la renuncia del Ministro de Salud Pública Julio César Estrella, perteneciente a la “15”, con motivo de una interpelación que le promueve el Senador Carlos Mattos, ex quincista, pero en ese momento de la “14”. Los ministros catorcistas Renán Rodríguez y Carlos B. Moreno –este último de Industrias y Trabajo- renuncian de inmediato a sus cargos, verificándose enseguida el retiro de todo el ministerio.
En 1954, Renán Rodríguez fue reelecto diputado, y en el 58 –año de la victoria del nacionalismo aliado con el ruralismo de Benito Nardone- es elegido a un tiempo senador y representante, optando finalmente por la Cámara Baja.
A comienzos del año 1962 participa de la fundación de la lista “99”, nuevo agrupamiento que nuclea tanto a figuras de la “15” que se escinden de dicha lista –Zelmar Michelini, Aquiles Lanza, Hugo Batalla-, junto a otros que integraban la “14” –el propio Renán, Enrique Martínez Moreno, Alfredo Massa, Julio C. Da Rosa, Alberto Roselli, Antúnez Jiménez, Delfos Roche-. Presentándose al comicio general de noviembre con Renán como cabeza de lista al Senado, obtiene la novel agrupación 76.510 votos, que se traducen en dos puestos en la Cámara Alta y siete en la Baja. Sobre esta experiencia que protagonizó con Zelmar Michelini, manifestaría en una ocasión: “Aquel fue el recuerdo más hermoso de mi vida”.
En 1966 abandona la “99” por discrepancias con la posición del sector frente a la reforma constitucional, y en las elecciones subsiguientes integra la fórmula presidencial acompañando a Amilcar Vasconcellos. En las elecciones de 1971, fue candidato a la Vicepresidencia de la República en la fórmula que encabezó Jorge Batlle.
Al margen de tan rica experiencia política, mantuvo un casi permanente ejercicio periodístico, en el que dio pruebas no solo de un estilo claro y accesible para el gran público, sino de la versación imprescindible para orientar a la opinión ciudadana en la dilucidación de los importantes temas nacionales.
En tal sentido, no sólo fue redactor político de “El Día” durante largo lapso, ocupó asimismo la codirección del matutino batllista a fines de la década del sesenta e integró posteriormente, casi diez años después, su Consejo Editorial justamente en tiempos que el país sufría la dictadura militar.
Fueron muestra elocuente de su estilo y capacidad, las notas históricas que desde el suplemento “La Semana” de “El Día”, -algunas de las cuales, años más tarde, eran de nuevo publicadas por “El Diario”-, firmó con el seudónimo “Doserres”.
Nos resultará inolvidable –a quienes tuvimos el gusto de tratarlo-, su natural sencillez y su extraordinario brillo intelectual que se manifestó hasta el último momento de su vida. Sus maravillosos consejos y su admirable vocación de servicio. Su ejemplar honestidad moral y cívica. Su sentido de la amistad, su amor por la República, su devoción por el batllismo a cuya divulgación, defensa y enriquecimiento ideológico consagró facetas esenciales de su vida.