miércoles, 9 de abril de 2014

MARÍA SANDOVAL, UNA MESTIZA CON SANGRE GUARANÍ QUE CONOCIÓ A ARTIGAS


   El siguiente reportaje a María Cipriana Sandoval fue publicado en el diario "El Día" del 14 de junio de 1893  bajo el  título "Reliquias Nacionales", y fue realizado por Juan Giribaldi Heguy.
   

   "Nací en Belén, siendo mis padres Estevan Sandoval y María Valeriana, cordobés él, misionera ella. Mi madre no hablaba más que guaraní, y ¡cuantas veces me castigaba porque yo quería aprender castilla!. ¡Pobre mamá!. Siempre se disgustaba por eso con Sandoval. Es cierto que no nos criaban como hoy; había más severidad y rigor para con los hijos."

   -¿Y cuantos años calcula?.
    
   "Mi edad nadie la cree ¡verdad es que yo misma no se a cuanto alcanza!, pero bien me acuerdo que era moza hecha cuando conocí al Gral. Artigas en Paysandú, donde él estaba con los Blandengues.
   Paysandú recién se empezaba a poblar; la iglesia era de paja, las casas también. La de Artigas era de material cubierta con teja. ¡Bastantes ocasiones tocaba la banda de música delante de ella!.

   Para mí que esto ocurría cuando la guerra contra la gente del Virreinato (1); nosotros estábamos en nuestra estancia, cerca de la sierra del Infiernillo, puntas de las Tres Cruces. Éramos vecinos de Matateros, que le decían, que era el Juez de Paz de por allí.

   Entonces, cuando empezó la guerra, se dió orden a los estancieros para que se retirasen al Uruguay con todo el familiaje. Y nosotros nos fuimos para Paysandú llevando por delante algún tamberaje; todo lo demás quedó tirado.(2)
   En ese tiempo ya se hablaba del campamento de la Purificación, pero más lo llamaban por El Hervidero; el Gral. iba seguido por allá. 
   Yo lo veía siempre. Todas las tardes, así a esta hora mas o menos (4 p.m.) salía a caballo en un petizón tordillo negro con clina muy negra, llevando al hijo por delante. No se que se hizo este muchacho; quisiera saber!. Se llamaba Blás. ¿Que se habrá hecho ese muchacho?. Era hijo de Melchora.(3)
   Cuando salía el Gral. a caballo llevaba siempre un sombrero grande, de pajilla, y, no crea, se vestía así como Ud. Andaba con una ropa lobunada y chaleco de seda bordado. El pelo lo llevaba cortón, nomás.
   La gente de él toda usaba trenza, parecían mujeres."
   
   -Y los Blandengues, ¿como vestían?.
    
   "¡Qué!. En aquellas épocas la gente estaba muy pobre. ¡Cuantos iban al arroyo a buscar agua en unos poronguitos y quedaban muertos de frío!. No había con que abrigarse.
   Los Blandengues no usaban ropa de la patria; tenían ponchos vicharacitos y chiripaces de cuero de ternera bien sobaítos; a más, calzoncillos de fleco largo, como pabilo de vela. ¿Sombreros?. El que tenía se ponía. Unos andaban de pie en el suelo, otros calzaban botas de potro. No todos tenía lloronas, pero las que se veían eran grandotas, con rodajas de freno. El pelo, reducido a una sola trenza larga, les colgaba atrás como cola de lagarto. 
   Las lanzas eran lisas nomás; no se veía una con medialuna. La mayor parte estaban hechas con una hoja de tijera de tuzar bien atada en la punta de una tacuara.
   Eso sí, bien montados andaban todos. ¡Ah caballos lindos!. También; venían aquellas bagualadas que no tenían punta a reconocerlo a uno y se sentaban pa atrás y disparaban... ¡Que barbaridad!."
   
    -¿Y que recuerda de los charrúas?

   "Este país era de la charruada. ¡Había mucha entonces!. Artigas tenía grandes deseos de amansarla porque, como le decía a mi padre, contarían con mucha gente si la charruada se prestase. así es que se desprendieron unas cuantas partidas del campamento de Arerunguá pa que se vieran con los caciques principales, y les propusieron juntarse todos pa hacer la guerra.(4)
   Los campamentos de la charruada estaban en la costa del Queguay. Al principio los infieles no quisieron saber nada con las comisiones del Gral, pero después aflojaron, allegándose a Arerunguá.
   Nosotros estábamos allí ese día; yo quisiera que el señor hubiese estado también; se habría reído mucho. La charruada llegó formada, a caballo. En medio del campamento el finau Artigas había hecho poner un barril de caña, cantidad de tabaco y piezas de bayeta.
   La indiada venía toda en pelo. ¡Viera Ud. el flecherío con las puntas para arriba, metido todo en bolsas de cuero bien costurada, con agujeritos como las cartucheras!.
   Traían las lanzas bajas en la mano derecha, y muchos se vinieron con trenzas de plumas de avestruz. A algunos no se les veía la cara de gordos.
   Con la bayeta se les dio cortes de chiripá; se les repartió también caña y tabaco. ¡Aquello fue un escándalo después!. Tomaron demasiado, y con la mascada de tabaco, haciéndoles bulto debajo del labio superior que era donde la colocaban, se sacaron astillas sacudiéndose bolazos por la cabeza, y peleándose por las propinas. ¡Que barbaridad!. Había que dejarlos nomás.
   El Gral. no quiso que se castigara a nadie, y menos a los que quedaron borrachos tendidos por el campamento. También, conforme se despertaban se iban otra vez para sus campamentos; ninguno quedó en Arerunguá. Todos se volvieron a ir.
   Esa charruada era muy mala. ¿No ve que eran infieles?. No sabían decir más que: yucá, yucá (matá, matá) y no perdonaban a nadie. Cristiano que ellos podían matar no se les escapaba. ¡Todavía me parece verlos tomar mate en guampitas de ternero con bombillas hechas de ramitas huecas!."

   -¿Conoció al cacique Cepé (sic)?.

   "¡Y como no había de conocerlo si era mi compadre!.
   ¡Pucha infiel grande!. ¡Virgen santa!. Yo siempre lo recelaba, de balde él andaba siempre entre los cristianos. ¿Si tenía barba el indio?. Barba de estacas, como de bagre!. Cuando solía ir a casa los muchachos le huían y se encerraban, vichándolo luego por las rendijas.
   Él era asistente del comandante Barbat después. Siempre estaba hechado en la carpa, con una lanza al lado; y cuando le decían "vamos a carnear Cepé", el contestana: No; si mi comandante va, voy. 
   Y lo dejaban nomás. ¡Fueran a meterse con Cepé!. ¡Jesús!. Era más mimoso. ¡Se empacaba el indio!..."

   -¿A que iba usted al campamento de Arerunguá?.

   "Como no quedaba lejos de la estancia, mi padre nos venía a buscar muchas veces para que fuéramos a visitar a Melchora, aquella buena mujer que acompañaba al general. Melchora era china, pero china blanca y buena moza, a pesar de su grosura.
   La última vez que estuvimos en Arerunguá fui con mi madre y el finaíto mi hermano. Mi padre nos había mandado llamar con un ayudante, para despedirse de nosotros, visto que el  Gral. estaba decidido a abandonar la Banda Oriental, cuya defensa ya le era imposible.
   La carpa del general era grande y cuadrada, tenía como un volado alrededor, a la altura de un hombre. La de mi padre estaba frente a la entrada, y muy cerca de ella. 
   Melchora nos recibió, y estábamos con ella, silenciosos, cuando mi padre se allegó a Artigas para ver que le decía. El Gral. estaba sentado sobre una silla, mirando al suelo, con el codo descansando sobre una pierna y la cabeza apollada en la palma de la mano.
   "No puedo más, le contestó el Gral.; me voy para el Paraguay. ¡Siquiera volviese España a luchar por este territorio, y se hicieran pedazos con los Portugueses!."
   Ese mismo día nos separamos de mi padre, que todavía acompañó al Gral. hasta Curuzú-Cuatiá y Mandosiví."
   (...)
   "Yo era mujer hecha ya cuando esa conversación de Arerunguá. Me casé siendo ya de bastante edad; y, cuando tuve familia por vez primera, todos me anunciaban mal parto debido a mi avanzada edad.
   Bien; mi primer hijo fue varón, y murió peleando en la guerra de Flores (5), a las órdenes de Nicasio Melo; pintaba ya en canas, y esta hija que está presente, menor que ese varón indicado, tiene ya más de sesenta años".
   (...)
   
   Aún ríe con sarcasmo cuando recuerda que en los fogones del campamento de Artigas era frase corriente decir que a cojinillazos voltearían a los jinetes de Fernando VII; e, incorporándose nerviosamente en el lecho, aún se siente animada de extraño brío al recordar que, emigrada en el Brasil después del desastre de India Muerta (6), hacía frecuentes paseos a caballo para amenizar sus horas de destierro; y, siendo tordillo el flete que le prestaban para sus excursiones, ella lo montaba atándole previamente alrededor del cuello vistoso pañuelo colorado, símbolo de sus arraigadas opiniones partidistas.
   Ora describe el desfile del ejército de Ignacio Oribe, en marcha hacia el desastre, y aún ve flamear cintas coloradas sujetas a las orejas y colas de los caballos de dichas fuerzas."


   (1) Se refiere a la guerra contra los españoles.
   (2) Seguramente, el éxodo del pueblo oriental.
   (3) Melchora Cuenca, compañera de Artigas en esa época, paraguaya y mestiza, hija de blanco e india       guaraní, igual que María Cipriana.
   (4) Criollo y occidental, al final de cuentas, Artigas buscaba amansar a los charrúas y utilizarlos como soldados para su causa.
   (5) La cruzada del Gral. Venancio Flores (1863-1865).
   (6) Batalla librada en 1845, y perdida por Fructuoso Rivera en el marco de la "Guerra Grande".