domingo, 29 de noviembre de 2015

BATLLE Y LA LEGISLACIÓN ELECTORAL

                                              


                                                                            por RENÁN RODRÍGUEZ

     
   La nota que sigue fue publicada en el suplemento "La Semana" del diario "El Día", el 20 de octubre de 1984, como homenaje a José Batlle y Ordoñez al cumplirse cincuenta y cinco años de su fallecimiento. Un mes más tarde, se desarrollarían las primeras elecciones generales de la redemocratización.


   Dentro de treinta y seis días, el pueblo estará decidiendo su destino en las elecciones que se desarrollarán en el marco previsto por la legislación electoral de 1924/26.

   Tres leyes que mantienen en lo sustancial su vigencia, constituyen un sistema de garantías de la autenticidad de la voluntad popular, que puede ser parangonado con el que se repute como el más perfecto del mundo.

   Esas tres leyes son:
   1) La de Registro Cívico Permanente, No 7.690, de 9 de enero de 1924.
   2) La de Elecciones, No 7.812 de 16 de enero de 1925
   3) La Complementaria de la de Elecciones, No 7.912 de 22 de octubre de 1925.
   Esta legislación notable, sin precedentes nacionales ni extranjeros,  fue la obra magistral de una comisión parlamentaria designada por la Cámara de Representantes en el año 1923, que ha pasado a la historia con el nombre que le dio el número de sus integrantes: la Comisión de los Veinticinco.
   Pero sin mengua del extraordinario mérito de los legisladores de ambos partidos históricos que cumplieron tan brillante labor, corresponde reconocer que el emprendimiento respondió al impulso de don José Batlle y Ordoñez, que desde 1921 sostenía una campaña sin tregua, de las muchas que caracterizaron su acción, utilizando la tribuna periodística como modo de llevar la idea a la masa ciudadana. Como tantas otras veces, el país sintió aquella voluntad en tensión, siguiendo inflexible su designio de convencer sobre la bondad de su propuesta.
   Desde principios de la década del veinte fueron habituales las mutuas acusaciones entre los partidos históricos, de fraudes electorales, casi siempre referidos a inscripciones tramposas en los registros cívicos, que permitían obtener documentaciones que habilitaban para votar varias veces a la misma persona.
   Los registros electorales tenían que ser anulados para organizar otros que dieran seguridades de autenticidad, utilizando nuevos medios técnicos de probada eficacia, que darían certeza en la identificación de quien pretendiera incorporarse al padrón cívico.
   La prédica se inicia en 1921 y prosigue, cada vez con mayor énfasis, en 1922.
   Se alega entonces la proximidad de los comicios de noviembre de ese año, como impedimento para una consideración inmediata del asunto.
   Pero apenas cumplido el acto eleccionario que dio el triunfo a la candidatuta presidencial del Ing. José Serrato, la prédica recobró toda su vivacidad.
   El 21 de diciembre de 1922, Batlle termina de este modo un editorial de EL DÍA:
   "El remedio está ahí claro, sencillo y no se puede rechazar sin deshonor. Hagamos una ley que satisfaga a todos, una ley justa, nosotros estamos dispuestos a colocarnos en ese terreno. Imposibilítese ese fraude de que se nos acusa con tanta injusticia y de que nosotros acusamos al Oribismo.
   De lo contrario, podría pronunciarse una vez más el juicio de Salomón: el fraude será hijo de quien se oponga de que sea despedazado; y de quien lo haya engendrado y lo mantenga será la responsabilidad de cuanto ocurra.
   La justicia de las leyes es el pacto cordial de todos los habitantes de una república. Dictemos leyes justas y sometámenos todos, honradamente a ellas, aunque su aplicación pueda causarnos dolor"
   Los diputados Ricardo Cosio y Ovidio Fernandez Ríos fueron los encargados de presentar un proyecto de ley que recogía las líneas fundamentales que se fueron definiendo en el transcurso de la campaña.
   La frecuencia de las elecciones en el régimen constitucional de 1919 (había ocho eleciones cada doce años), exigía que se actuara de inmediato para que de nuevo no pudiera esgrimirse el argumento de la falta de tiempo hábil para efectuar la renovación de los registros.
   Los legisladores batllistas promovieron una interrupción del receso parlamentario convocando a la Cámara de Representantes para el día 2 de enero de 1923, con la finalidad de considerar dicho proyecto.
   Pero fue necesario aguardar a la iniciación del período ordinario para lograr, en el mes de marzo siguiente, que la Cámara constituyera una Comisión Especial de veinticinco miembros, que quedó instalada el 19 de ese mes.
   Pero no fueron alentadores los primeros pasos de la comisión.
   Por eso recobró toda su vigencia el tema en las páginas periodísticas y en la vida del partido.
   En mayo se había incorporado a la dirección de EL DÍA el Dr Baltasar Brum, cuya vigorosa pluma se dedicó también a la cuestión. Batlle, que escribía en esos momentos con regularidad en EL DÍA de la tarde, aparecía también en el órgano matutino apoyando las argumentaciones de sus editoriales sobre la imperiosa necesidad de la solución. Vuelve a utilizar el viejo seudónimo de "Néstor".
   Pero en EL DÍA de la tarde, contestando al Dr. Berro, dice en esos momentos:
   "No hay que hacer un registro nuevo, en concepto del Dr. Berro, sino rehacer el actual. Y eso, si se busca el medio de tener uno, en forma, antes del próximo y demasiado cercano del período electoral.
   Sobre la base del actual registro nada bueno podrá efectuarse. No hay que rehacer, sino deshacer y hacer de nuevo. El vicio de los actuales registros y el descrédito que pesa sobre ellos son demasiado grandes, para que puedan servir de algo."
    La situación de incertidumbre sobre la suerte de la iniciativa, hace que el tema movilice a la organización partidaria.
   La Convención debatió sobre el punto, designando una comisión especial para estudiar las medidas a tomar.
   La comisión que era integrada por Batlle, Brum, Sosa, Schinca y otros, se expidió el 30 de mayo de 1923, aconsejando declarar que se consideraban condiciones indispensables de la ley que se propiciaba, las que se exponían en 9 puntos. Entre esas condiciones estaban la anulación de los registros existentes, la identificación fotográfica y dactiloscópica de los que pretendieran incorporarse al nuevo padrón, la comparescencia personal de los ciudadanos ante las comisiones inscriptoras que debían funcionar en todas las secciones judiciales del país, la prueba domiciliaria del inscripto, el contralor de la tarea inscripcional por delegados de los partidos políticos, etc.
   Al día siguiente, 31 de mayo de 1923, la Convención decretó:
   "1o. Apruébase las condiciones que la Comisión Especial indica como indispensables para que nuestro partido concurra a las urnas.
   2o.  Para el caso de que el Poder Legislativo no sancione leyes electorales que contemplen las condiciones determinadas por la Comisión Especial, la Convención Nacional del Partido decreta, desde ya, en uso de la facultad que le acuerda el número 3 del artículo 39 de la Carta Orgánica, la abstención electoral del Partido."
   El sistema de identificación dactiloscópica que se proponía, había sido desarrollado en la República Argentina por Juan Vucetich.
   A esa altura la nueva técnica identificatoria sustituía casi totalmente en los institutos policiales y criminológicos argentinos, al método Bertillón, basado en datos antropométricos. El sistema moderno empezaba a ser aplicado también en nuestro país.
   La Comisión de los Veinticinco finalmente encaró de manera decidida la tarea, presentando su informe y proyecto de ley, el 22 de noviembre de 1923.
   El proyecto fue sancionado por la Cámara de Representantes el 5 de diciembre siguiente.
   Después de un breve trámite en el Senado, se convirtió en ley el 9 de enero de 1924.
   Resulta válido para calificar toda la tarea que cumplió la Comisión de los Veinticinco, con las tres leyes aludidas al principio de esta nota, este párrafo contenido en el informe a que hemos hecho referencia:
   "Jamás se han reunido en nuestro país hombres públicos de todas las agrupaciones políticas para tratar asuntos tan fundamentales y de tal interés partidario, que vieran presididas sus deliberaciones por un propósito más noble y reiterado de acuerdo, en una misma invariable dirección: la absoluta supresión de toda posibilidad de fraude electoral".
   En el debate del Senado quedó esta constancia del Dr. Ramón P. Díaz, senador colorado antibatllista:
   "Pero yo tengo, además, una razón fundamental para negarle mi voto a este proyecto y es la de que la ley que estudiamos es una ley impuesta por el grupo batllista por medio de la coacción; y yo como legislador, no votaré jamás una ley arrancada por tales medios al Cuerpo Legislativo."
   Más allá de la injusticia de la inculpación que contiene el párrafo transcripto, significa el reconocimiento de que fue por el empuje de Batlle y del Batllismo, que la República tuvo las garantías de autenticidad del sufragio que siguen rigiendo después de sesenta años.
   
  
   

lunes, 19 de octubre de 2015

EL BATLLISMO

                         

                                             Editorial de "EL DÍA"


  
    "Los que consideran que el “batllismo” es solo un hombre, se equivocan. –El batllismo, lo hemos dicho ya, es una fuerza ideológica, una tendencia nacional, una bandería militante de principios constructivos. –Para destruirlo, seria necesario destruir la obra de doce años de gobierno y el espíritu pujante de la masa que le dio vida y prestigio. –Esa es la ventaja, a prueba de contingencia políticas, de los partidos capaces de programar ideales, de realizarlos y de sostenerlos por inspiración patrióticas y devoción sincera al bien de todos. –Los hombres valen por lo que piensan y por lo que hacen. –Los hombres sobreviven en sus hechos y en sus ideas. –Para anularlos, se impone la anulación de su obra. –Si esta obra ha sido buena, generosa, fecunda, -resultado de una leal interpretación de deberes colectivos y de conveniencias del mismo orden, arraigada como concepto orgánico de realizaciones progresivas, trasuntación social de una etapa de mejoramiento y de esperanza, que ha removido prejuicios deprimentes y opresiones ancestrales, -no se destruye o se esteriliza con el vano escoberrio de las verbas iconoclastas. –El árbol que ha hendido profundamente la tierra con sus raíces, tienen en ellas, de donde sube la savia y donde nutre su fuerza, la garantía de su estabilidad y de su floración. –Así, cuando los hombres capaces de ser partidos, -cuya razón inmanente y cuyo prestigio están dentro de sí, como en la vida en el fruto, -cifran su potencial creador y dinámico en el pueblo, en una poción del pueblo al m
enos, no temen las ráfagas eventuales de las pamperadas políticas: en medio de la tormenta dan la sensación confortante de su impavidez y de su confianza, porque sus raíces inconmovibles están en la conciencia, hondamente protegidas, de todos los hombres que sienten la maternal necesidad de nutrirlas con el amor de lo propio y de lo bueno!
La obra del batllismo no es el adventicio desparramo de semillas secas, a los vientos de la oportunidad, sobre tierras sin humus. –No es el “snobismo” sistematizado, como el de un modisto que quisiese a toda costa adaptar a su capricho la modalidad viva. –No es la versátil inspiración de una hora de vanidad o de quijotería que dura, como el lirio, la breve belleza de sus pétalos, sin dejar otro recuerdo que el de sus colores. No es la improvisación delirante de mera coreografía política, destinada a explotar ansiedades para ganar el efímero aplauso, que es placer de los mediocres porque vive tan solo el momento físico del palmoteo. –No es la barca sin gobierno que marcha al azar de la corriente, expuesta a que cualquier encrespamiento de las olas ponga fin a sus aventuras sin objeto y sin rumbo. –No es el capricho, hecho ley, que el capricho deroga por otra ley, cuando los hombres cambian y desfilan los sucesos a la zaga de nuevas voluntades...
***
La obra del batllismo, es la obra de una época; el resultado de una larga y profunda elaboración de añoranzas y optimismos; la cristalización de un estado de conciencia colectivo; ecuación social de superiores características morales; conclusión de un silogismo cuyas premisas fueran libertad y justicia; aspiración de todos los que sufren y de todos los que sienten la realidad del bien país; redención para los oprimidos del taller o del hogar; descanso para los que viven trabajando; respeto y protección para los desafortunados y para los humildes; derechos para todos a al pan, la felicidad, a la cultura, al voto, al amor y a la vida; progreso, igualdad, riqueza, gobierno de ideas, caminos, puentes, colonias, escuelas, liceos, parques, educación física, industrias propias, personalidad nacional en lo económico y en la intelectivo, democracia sin autócratas constitucionales y sin carpas montoneras, civilización intensiva anhelo siempre creciente de agrandar los horizontes, de establecer los derroteros para acercar el porvenir al esfuerzo edificador del patriotismo... –Y esa es la obra que habría que destruir y arrasar, para arrasar y destruir el batllismo que tanto se odia y se hostiliza, con una visión errónea y superficial de su carácter y su fuerza. –Habría que deshacer todo lo hecho en muchos años de labor sin intervalos, venciendo la resistencia de un pueblo entero, para arrogar al batllismo de sus baluartes sin armas y borrarlo de la historia que se forma con los hechos y se enaltece con el pensamiento y no con los agravios personales o las pasiones banderizas, frágiles y efímeras, como que cambian con los acontecimientos y mueren con los hombres...
El batllismo hizo, en años recientes, más, mucho más que en medio siglo anterior de gobiernos malos o estériles porque, aún en sus errores, que nadie está libre de ellos, no tuvo otra preocupación que la del bien. –Lote de los que hacen, es el de ser resistidos por los que viven pensando, sin una obra propia donde apoyarse, en lo que no debiera hacerse. –Lote de los que marchan adelante, despejando de obstáculos el camino, para llegar a un fin generoso, es el de que los de atrás hagan lo que el buen caballero de la leyenda grabara como un estímulo en su divisa de vencedor. –Nos explicamos la impaciencia de los adversarios por celebrar los funerales del batllismo: el batllismo representa una fuerza de avance y de progreso que, en todas partes, conjura oposiciones febriles del lado de quienes todo lo someten al patrón inconmovible de las cosas hechas, de las ideas heredadas, de los principios aprendidos al nacer. –Como el batllismo es la reforma y el perfeccionamiento, con arreglo a los conceptos evolutivos de la mentalidad y de la justicia universales, que caracterizan nuestra época de remoción y de innovación, en nombre de altos intereses y en procura de finalidades que el pasado no consultara; es lógico que todas las resistencias conservadoras y reaccionarias se conciten contra él para anularlo o invalidarlo. –Pero, lo repetimos una vez más: el batllismo es una fuerza porque es una obra firme, de raigambre profunda en la vida y en la conciencia nacional, realizada a despecho de todo, capaz de sobrevivir por su propia virtualidad, inaccesible a la piqueta demoledora porque habría que derrumbar la existencia, con el progreso mismo del País, para desvanecerlo en el polvo que empenacha las ruinas al impulso del viento. –En cada página de nuestro anales legislativos en cada uno de nuestros talleres, en cada una de nuestras escuelas, en cada una de las instituciones económicas y culturales, en cada uno de los pilares de los puentes del País y en cada una de las voluntades redimidas que integran la masa popular, el batllismo tiene el fundamento prestigioso de su razón de ser y de su vitalidad moral. – Destruid todo eso, si podéis, adversarios de la obra realizada! –Y aún así, si fueseis capaces de tal milagro iconoclasta, todavía habríais logrado poco en favor de vuestras pretensiones, porque todavía sobre los escombros que el fuego calcina y purifica, se alzarían las ideas inmunizadas señalando al inquebrantable esfuerzo del batllismo, -bandería impersonal y patriótica –el nuevo deber de defenderlas con más empeño que nunca, porque son buenas, porque son sinceras, porque son fuertes, porque son invencibles!"

                                                   (30 de setiembre de 1916)

viernes, 27 de marzo de 2015

BALTASAR BRUM


                                           por Domingo Arena



1923. Brum entrega la presidencia a José Serrato
"Brum, hijo del colegiado y que murió por honrarlo, fue su devoto constante consagrándole lo mejor de su espíritu. Se hizo orador nada más que para hacer la propaganda del colegiado y sus múltiples bienes, y concluyó por ser un obsesionado del libérrimo sistema de gobierno. Pero donde Brum puso más a prueba su fervor colegialista, fue en la Comisión de los Ocho que programó la Constitución derrumbada y en la que tuve el honor de acompañarlo. Entonces Brum era el candidato seguro a la próxima presidencia. Si hubiese sido un hombre, no ya egoísta, sino simplemente inclinado a disponer de suficientes facultades para mejor realizar el bien a su manera, pudo verse inclinado, en algun momento, en no cercenar demasiado la función presidencial. Sin embargo , Brum luchó denodadamente para reducir aquella a su mínima expresión. Así, pues pugnó días y días por que los jefes políticos tuvieran que salir de una terna del Consejo y sobretodo porque la Presidencia no dispusiera del Ministerio de Hacienda que los nacionalistas consideraban indispensable por razones de buena administración. Y en lo que por desgracia fracasó, y los que lo acompañamos a él, a pesar de haberse puesto brioso empeño, fue en que las policías fuesen gobernadas por el Consejo Nacional, lo que Batlle consideraba con visión profética, como el marronazo decisivo que debía darse al omnimodo poder presidencial para impedir catastrofes como las que estamos sufriendo, mazazo que no se dio- ¡cuantos arrepentidos lo lamentaran ahora!- por la obstinada oposición adversaria. Su acendrado vívisimo batllismo fue otra de las grandes características de Brum. He asistido de cerca al enorme desfile de los partidarios de Batlle y puedo afirmar que entre todos, por su entusiasmo, su eficacia y su sinceridad se ha destacado en primera fila Brum.(...) Como nadie se empapó del humanitarismo de la doctrina, probándola a cada rato. Si optó por el suicidio -estoy seguro- fue por defender las vidas de los dispuestos a sacrificarse a su lado. Lo que le interesaba era sublimar la suprema protesta que merecían nuestras grandes instituciones, torpemente abatidas y que la dictadura naciera manchada para siempre en sangre, para lo cual se apresuró a derramar generorsamente la suya"