Editorial de "EL DÍA"
"Un representante nacionalista programó, en la ultima sesión en que la
Cámara se ocupó del proyecto de contribución inmobiliaria para la
capital, el pensamiento de la minoría en materia económica. –Hay que
dejar las cosas como están; no hay que reformar nada; hay que dejar a
los pobladores rurales entregados a las más primitivas e infecundas
despreocupaciones del interés nacional; hay que conservar la integridad
del latifundio despoblado improductivo; no se puede suprimir la estancia
de corte tradicional porque el país es ganadero, los ganados necesitan
espacio para pastar y recrearse y no hay nada que pueda sustituir la
delicia de ese estado de cosas; nuestra tierra es inapropiada para el
cultivo, para la agricultura, para las plantaciones, a diferencia de la
tierra argentina, feraz y rica en producción; la ganadería progresa y
eso basta; no hay otro problema por resolver : cerremos las escuelas, el
Instituto de Agronomía, las estaciones agronómicas, las oficinas de
defensa agrícola, todo lo que puede representar un estimulo al estudio,
al profesionalismo técnico aplicado a los medios de producción rural; no
castiguemos con una distribución equitativa del impuesto a los que se
cruzan de brazos esperando que la valorización automática les redondee
fortunas caídas del cielo!. –Disminuyamos los derechos aduaneros y los
impuestos a los consumos – y dejemos de lado, por modernistas, el
tributo al valor territorial que crea el esfuerzo común, no el esfuerzo
de los propietarios, y habremos realizado el ideal de las finanzas con
gran satisfacción de los latifundios, que se horripilan de las nuevas
orientaciones económicas liberadoras y justicieras!
He ahí el programa nacionalista –La subdivisión de la propiedad viene
sola; las fuentes de producción se ahondan y ensanchan en virtud de la
propia iniciativa de los estancieros. –Esto se dice en el momento mismo
en que el gobierno tiene que iniciar trabajos empeñosos para que el
ganado criollo tenga mercados de consumo, porque el saladero se va y el
frigorífico no faena sino animales de mestización y engorde. –No hay que
estimular el cultivo, que vendrá cuando el estanciero lo necesite. –Sin
embargo, dentro del criterio nacionalista, nunca lo necesitará porque
dentro del latifundio los pastos naturales dan abasto para el
entretenimiento de vacas y ovejas. –No se quiere entender que si nuestra
primera industria, nuestra primera riqueza es la ganadería, esto no
quiere decir que esa industria y esa riqueza necesiten las grandes
extenciones baldías de campo para prosperar a la aventura de los
elementos naturales. –Pero es necesario hacerles entender, a estos
apóstoles del anacronismo o del “statu quo” , que la prosperidad de la
industria ganadera está ligada al fomento de la industria agrícola y que
ambas forman el verdadero desideratum de la riqueza agro-pecuaria! –No
debemos renunciar a la ganadería; pero debemos transformarla en una
industria intensiva, no en el simple pastoreo de animales lanzados a las
eventualidades del tiempo, de la lluvia excesiva, de la sequía, de la
degeneración o del empobrecimiento de las razas. –
Hoy no hay, ni puede haber, en países de cultura industrial, estados
de producción exclusivamente ganaderos.- En todas partes se tiende a la
refinación de la ganadería, para hacer más intensiva y remuneradora su
producción; y como consecuencia, a la agricultura, al cultivo, como
condición necesaria del mejoramiento de aquella y como complemento
inapreciable de riqueza. Por lo demás: la ganadería, como se entiende
generalmente entre nosotros, a base de universal cría de vacunos u
ovinos para abastecer los mataderos, los saladeros o los frigoríficos,
es una industria incompleta, a caso propiamente no es una industria,
sino un simple negocio. –La verdadera industria ganadera se integra con
una serie de derivaciones remuneradoras e intensivas, como la lechería,
la cremería, etc., etc. -esto no se ha explotado en el País; y no se ha
explotado porque el latifundio prevalece, el latifundio tolerado, en
forma infecunda, por el Estado, que debe no obligar, que debe no
estimular su desarrollo por el impuesto a la tierra. –Castigando el
latifundio improductivo, sin forrajes, sin árboles, sin labranza y sin
organización industrial –capaz de atraer brazos y de producir múltiples
renglones de riqueza – podrá conservarse, si se le saca provecho en
beneficio del locatario o del propietario y del País en general, para
afrontar sin sacrificio el tributo; pero no podrá conservarse despoblado
e improductivo, con unos cuantos animales sueltos; y entonces tendrá
que pasar a otras manos más expertas o subdividirse para la colonización
a base de industrias agropecuarias. He ahí porque los hombres
dirigentes de la actualidad, en esto como en todas las cosas, parten de
puntos de vista contradictorios con los que enfocan los nacionalistas,
retardatarios e involutivos por temperamento y por atavismo. – He ahí
por que el Estado, bajo la dirección de esos hombres, interviene para
crear la educación industrial de la campaña, que hoy se menosprecia;
para difundir los conocimientos útiles de previsión y de tratamiento de
las enfermedades de las plantas y de los animales; para regular por el
impuesto la utilización o la desaparición del latifundio que excluye el
trabajo y aleja la probabilidad de nuestro crecimiento poblador; para
alentar por todos los medios el perfeccionamiento y el ensanche de la
producción rural; para fomentar la formación de las chacras dentro de
las estancias; para abrir nuevos horizontes, en una palabra, a la
actividad, a la cultura y al bienestar de los habitantes de la campaña.
–Y es un error, que implica un desconocimiento inverosímil de nuestro
medio, afirmar con toda soltura que en nuestro país no hay cultivos
porque la tierra no se presta para ello! –Las tres cuartas partes del
territorio de la República es apta para la agricultura, en una forma o
en otra. –En medio de nuestras serranías más agrestes, si se planta
maíz, o trigo, o alfalfa, se desarrolla regularmente. – No se planta
porque el espíritu criollo es reacio a la chacra, aún destinada al
propio consumo domestico. –Recorriendo la campaña, uno se apercibe
inmediatamente de la diferencia de aptitudes y vocaciones, entre los
extranjeros y los nacionales. –El rancho de un criollo esta generalmente
solitario, sin árboles, apenas con uno u otro ombú para sombra al
costado, sin huerta y sin nada. – El rancho de un extranjero se
distingue por la arbolada que la circunda y por la huerta inmediata. –En
las estancias ordinariamente, a veces de hombres muy adinerados, no hay
legumbres para el consumo; cuando las quieren las compran a algún
puestero diligente o a algún vecino más previsor. –Se vive a carne y
dulce de membrillo; pero no se plantan membrillos para el dulce, ni
forrajes para los animales, ni lechugas o papas para la familia! –Esa es
la verdad. -No porque la tierra no dé si se cultiva. -No da porque no
se cultiva! – Y hay que hacerla cultivar, hay que hacerla producir, hay
que completar con su producción el rendimiento de la ganadería y de sus
industrias derivadas.
Este es el programa de los hombres dirigentes de la actualidad frente
al programa anacrónico, de dejar hacer, mejor dicho, de no hacer nada,
de los nacionalistas, que tienen aún valor para decir que vamos barranca
abajo cuando hemos hecho avanzar a la República en diez años mucho más
que cincuenta años anteriores, merced en gran parte de las iniciativas y
estímulos de los Poderes Públicos!."
(Publicado en EL DÍA con el título de "Un programa nacionalista", el 26 de junio de 1914)