martes, 4 de mayo de 2021

RIVERA: CARTA A JULIÁN DE GREGORIO ESPINOSA

 

 

     En 1826 Fructuoso Rivera se traslada a Buenos Aires con el fin de responder, ante el gobierno de aquella capital, sobre su conducta. El Presidente Bernardino Rivadavia da órdenes para prenderle bajo acusación de alta traición, lo que lleva al caudillo a ponerse a buen recaudo. Aprovecha para escribirle una larga carta de puño y letra a su entrañable amigo y confidente, Julián de Gregorio Espinosa, en donde expone, a vuela pluma, su trayectoria al servicio de la revolución desde el lejano 1811. Espinosa era oriundo de Buenos Aires donde había nacido en 1777. Su padre, de idéntico nombre al suyo, fue administrador de los pueblos de Misiones, y su madre, María Florencia Belgrano, era hermana del general Manuel Belgrano. Espinosa, que poseía campos en la jurisdicción de Soriano, participó del movimiento emancipador de 1811, y conoció a Rivera en 1817. En 1820 participó como mediador entre el Cabildo "aportuguesado" de Montevideo y Rivera, que culminó en el convenio llamado de "Tres Árboles" el 2 de marzo de aquel año. Espinosa murió en 1834, privando al amigo de su consejo. La carta se conoció gracias al historiador Juan Pivel Devoto, que la halló en la Biblioteca Nacional de Montevideo.


Fructuoso Rivera a Julián de Gregorio Espinosa, al justificar su conducta contra las acusaciones de que es objeto, relata los servicios prestados a la causa de la revolución.

(Arrabales de Buenos Aires, setiembre 19 de 1826



                           Mi estimado amigo.

 "Un inesperado acontecimiento me obligó a separarme de esa capital de un modo privado: por esta razón no tuve el placer de despedirme de V. y de su amable familia, á quien siempre respetaré. V. sin duda habrá sido informado del acontecimiento del 14 de setiembre, en el cual el Presidente de la República dicto un decretaso y lo dirigió al Inspector para que me aprendiese, y me pusiese a disposición de la Policía: yo le confieso amigo que hubiese sido víctima de la confianza que me inspiraba la sanidad de mi corazón; pero un pueblo que sabe respetar la inocencia, y tal vez mas interesado que yo mismo en mi conservación parecía que a porfía se disputaba a quien primero me salvase: yo creí broma, pero cuando se apoderaron de mi ayudante y le pusieron en una mazmorra, no me quedó entonces que dudar, y me puse en aquella misma noche a salvo. Todo esto es poco, amigo querido, para lo que sucedió en el día siguiente 15 del mismo mes que empezaron mis persecuciones: no por cierto que no lo olvidaré jamás. Asómbrese V. el Presidente pone otro decretaso (que no he visto) lo hace firmar con el General Soler, y, según estoy informado, entre otras cosas dice así: que se\ presente el General Rivera en el perentorio término de veinte y cuatro horas a responder en un juicio público a un crimen.de alta traición. Le aseguro a Vd. amigo que sino hubiesen sido mis reflexiones tan fundadas, estuve para regresar, y presentarme al tribunal que había de juzgarme, pero como las leyes están infrigidas tantas veces por el Gobierno, que ilegalmente rige la presente administración, temí, amigo, el esponerme a correr la suerte que tuvo el desgraciado Ubeda Oriental en el 15 así como otras mas victimas inmoladas a la venganza de nuestros magistrados: esto, y la suplica de mis amigos me hicieron seguir mi marcha sin destino: por que como V. vé ¿Adonde voy yo, acusado por el Gobierno, de que dependía, de crimen de alta traición? Todo el mundo me perseguirá, y con justicia; si así fuese merecería la execración pública. Pero mi amigo, yo estoy abismado por las acusaciones de alta traición a un paso del juicio, y no puedo creer que por tal criminal se me tenga, a menos que sea crimen de alta traición el haber peleado con los españoles desde el año 10, y haber sido yo uno de los primeros Orientales con los que se contó para la insurrección de aquella Provincia contra los tiranos Españoles que oprimían estos países.

 

Evocación de la "admirable alarma" de l811

                    

     Tal vez sea un crimen el haber consu
mido en esa guerra una fortuna grandiosa que habían adquirido mis padres con el sudor de su rostro y la ayuda de mi brazo, y el de mis hermanos. Pudiera ser tan bien un crimen el haber visto padecer en los más crueles calabozos de Montevideo cargado de grillos, procesado sentencia por tres veces a morir en la horca por   traidor el y sus hijos a la corona de su S.M.C. a un padre en una edad de más de setenta años, y que la rendición de Montevideo por las tropas que mandaba el General Alvear, le facilitó la libertad que no disfrutaba (hacía) tres años. Habrá sido un crimen haberme dejado correr con la voluntad del país, que me vio nacer, en las desgraciadas revoluciones, y guerra civil del año 15, en que era, yo un oficial subalterno a las ordenes de D. José Artigas, y que entonces hice yo lo que hicieron los demás Orientales habiendo observado una conducta que no olvidaran jamás D. Francisco Celis, actualmente empleado por el Gobierno, ni D. Modesto Sanchez también comisario de los que me perseguían la noche del 14, y otros infinitos que fueron prisioneros en aquella época? Dígalo el mismo Alvear a quien devolví su equipage, y con él una porción abultada de onzas de oro y sus conductores. Pudiera ser un crimen de alta traición el haberme batido incesantemente desde el año 16 contra los Portugueses, y sostener cinco años una guerra superior a nuestros esfuerzos, Y. en este tiempo pisar muchas veces la sangre de los tiranos injustos invasores, perder un hermano, ver derramar la sangre de otro, y verlo sufrir una prisión de tres años, así como innumerables de mis mejores amigos, unos muertos en los campos de batalla, otros prisioneros sufriendo toda clase de martirios, así mismo ver con frente serena robar por tres veces a mi cara esposa, verla fugar a los montes a pie, llena de espanto, por no caer presa en mano de los enemigos, que no se paraban en medíos para hacernos sentir todo el furor de su tiranismo y opresión atropellando los derechos mas sagrados de la guerra sin mirar la respetabilidad del  bello sexo: Es verdad que a mi esposa no le seria estraño el ser presa y conducida a la Ciudadela de Montevideo, como lo fueron por los Portugueses las dignas señoras de don Jose Llupes, la del coronel Don Julián Laguna, la del comandante don Juan José Florencio, la del Capitán don Lorenzo Medina y la del Ciudadano José Antonio Ramirez y mi señora escapó en esta reñida jornada en ancas del Gobernador  Suarez su compadre y buen amigo, que la ocultó en los montes como un criminal. Cito esto amigo porque lo creo del caso, y porque he dicho que a mi Señora no le seria estraña una prisión, por que en el año 15 ya lo había sido y conducida con una escolta al Fuerte de Montevideo, y de allí depositada dos meses en casa de las Señoras Navias.

 

La resistencia a la invasión lusitana

     ¿Podrá ser, mi amigo, crimen de alta traición el haber sucumbido al fuerte poder de los Portugueses, que nos esclavizaron cinco años y en este tiempo haber sufrido todos los martirios· que proporciona un tirano que triunfa; haber luchado contra la esperteza y vigilancia de los dominantes, sacar partido de nuestra misma esclavitud para en tiempo oportuno darle al pais su libertad que había perdido, y con ella mucha sangre vertida y arruinada casi a los bordes una riqueza incomparable?· ¿Podrá ser un crimen el haber tomado parte con los americanos brasileros contra los Portugueses, hacer que se dividieran, y ser yo la principal parte en que se rompiesen las hostilidades sobre la línea de Montevideo, influyendo en cuanto me fue posible pará que se engendrase entre ambos partidos un odio implacable que subsiste? .

Mi conducta en 1823

     ¿Podrá ser un crimen el no haber tomado parte en los pasos que dio el Cabildo de Montevideo asociado con el General Portugues D. Alvaro en el año 23? Para mi eso era complicado: el país no estaba conforme en lo general por que mis paisanos no querían sino patria neta, a mas, yo veía para mi, que no era oportuno en circunstancias que el Brasil estaba todo en fuego, por una causa que la generalidad estaba empeñada, que nuestro pais estaba en suma desgracia, que estaba sin brazos porque la flor de sus habitantes guerreros había perecido en la guerra contra los Portugueses, y en la anarquía, que ultimamente no había un solo capitalista que pudiese contribuir con mil pesos al empeño que nos propusiesemos; que entonces las Provincias se devoraban en la guerra civil, y más que todo, que entonces nadie tomaba parte con los Orientales, para la grande empresa de libertar al país, por que nadie podía dar entonces lo que no tenia para si, y darlo a correr el eminente riesgo de perderlo todo era a mi ver, imprudencia. Yo  tocaba entonces las cosas de cerca, veía que el Brasil por esta parte realizaría su libertad y que los Continentales, así que los Portugueses desaparecieran debían retirarse a su país para disfrutar de nuestras haciendas de que nos habían despojado, y entonces era el tiempo, porque hace diferencia el hombre guerrero pobre cuando llega a un estado de riqueza; no le gusta hacerse matar por que le digan que es valiente.


La revolución de "los patrias" en 1825. El plan de Rivadavia: retroceso al año 1813.

     Puede ser, mi caro amigo, que haya sido crimen de alta traición que a la pasada del General Lavalleja a la Banda Oriental en el año 25 yo me aviniese con él pusiesemos en planta un plan en que habíamos convenido mucho antes del desenrrollo del Brasil y ·que no había tenido efecto por acasos que suceden; pero yo le había seguido y esperaba una oportunidad. ¿Puede ser un crimen de alta traición la parte que en consorcio de aquel heroe tomé desde el da que nos dimos la mano en la barra de Monzón en el Arroyo Grande hasta la batalla del Sarandí que el mandara? ¿Puede ser también un crimen de alta traición en haber contribuido a la incorporación de la Provincia a la masa de las demás y que entrase a formar la liga que forman la nación Argentina, en circunstancias que no todos los animos estaban dispuestos, que la mayor parte de las Provincias formaban sus recelos, y hoy disidencia? En esto no he tenido parte, pero si la he tenido en haber mandado las tropas de la Provincia por disposición de mi General en el día en que se enarbolo el pabellón Nacional por la primera vez, haberlas proclamado de un modo influyente y propio del deseo de que era animado. Puede haber sido un crimen el haber admitido el despacho de Brigadier General de la Nación Argentina de igual modo que lo fue el señor Gobernador Lavalleja en razón de nuestros relevantes servicios prestados a la causa publica uniendonos los elogios con que nos honra el Presidente de la República al condecoramos, que dice se lisongea de tener unos súbditos tan dig-nos por su patriotismo y aptitudes. Documentos que conservaré siempre para hacer a mi corazón menos afligente, o mortificante el estado en que me hallo, perseguido por crimen de alta traición. ¿Puede también ser un crimen el que luego que la Provincia pertenecía a la Nación, y yo como he dicho pertenecía como oficial General al Gobierno de la República, pidiese a mi Gobernador y Capitan General de la Provincia el pasar a la disposición del General en Gefe D. Martín Rodríguez que se hallaba ya en la margen derecha del Uruguay? Mi solicitud me fue otorgada en 3 de Enero del presente año, me reuní al/ ejercito que ocupaba el Daiman; mi solicitud al General en Gefe a mi llegada fue que me concediese el permiso para dirigirme al Gobierno en solicitud de mi absoluta separación del servicio de las armas a que no podía continuar en razón de hallarse mi salud enteramente quebrantada por una campaña de 16 años continuos, y con una enfermedad habitual de mas de 12,.y sin embargo que la Nación de quien dependía estaba empeñada en una guerra; que a esta estaba dado el primer paso, y mi persona y cortos conocimientos los consideraba innecesarios para abrir la campaña mas no se cumplió mi deseo: el General en Gefe me dijo que nunca era yo mas preciso, que la Nación esperaba redoblase mis empeños para la presente guerra en que iba a decidirse la suerte del país, que era preciso que yo me convenciera de esto, y que esperaba lo acompañase: me hizo ver por último que carecía de mis conocimientos prácticos en la campaña. Yo vi el estado del ejército, y que todo el no era más que obra del momento: no había Gefes de Graduación porque todo era nuevo, y por lo mismo no dejé de conocer que podría ser útil al país, y desempeñar a aquel General que me ofreció su amistad. Así mi amigo del alma y por ella como me veo. En este tiempo mismo el General enemigo Bentos Manuel ocupaba las Cañas con una división de novecientos hombres de Caballería, sin duda para obrar sobre el Ejército que constaba entonces de poco más de mil hombres de caballería, por que la infantería que no excedería de setecientos hombres había quedado en el molino de la otra parte del Uruguay. Como todo se estaba formando todavía no se había formado la moral en el Soldado, y el ejercito sufría una horrorosa deserción; se iban con armas hasta de a veinte juntos, sin· embargo de ser perfectamente bien pagos y bien asistidos de modo que esta circunstancia anunciaba en caso de un encuentro un inevitable contraste. De todo esto que es muy largo mi amigo podrán instruir a V. un Coronel D. Manuel Rojas entonces Gefe de Estado Mayor del mismo Ejercito, el Coronel Ortiguera, e infinitos de los que allí se hallasen, y me consta subsisten hoy en esa Capital. Todo lo espuesto me obligó a acceder a las insinuaciones del General. Rodríguez quien se encargó de dar cuenta al Gobierno de mi arribo al Ejercito, y en seguida se me dio destino de General de divición en el mismo ejercito donde he servido como consta todo el país desde Enero hasta 15 de Julio que me separé del Durazno para trasladarme a esta Capital.

En el "Ejército Nacional" comandado por Martín Rodríguez

     ¿Puede ser un crimen que desde que me incorporé al Ejercito en Enero yo no he sido sino un ciego obedecedor de las órdenes de mi General? Prueba de ello es, que a los cinco días el General en Gefe se separó del Ejercito para ir a recorrer los ·puestos avanzados de la Colonia Montevideo, y Cerro Largo, de lo que desistió y regresó a Paysandú, yo quede con el ejercito a mi pesar, por· que en primer lugar no conocía los Gefes, la tropa estaba a mi ver disgustada, y una prueba de esto es que una noche antes de separarme del General en Gefe, se desertaron diez y seis hombres con sus armas; pero yo tuve suerte: S. E. faltó veinte días del Ejercito, yo lo conduje al campo de San José con todos sus bagajes, caballadas. Y solo se notó la deserción de un correntino en todo ese tiempo: puede también lo dicho ser crimen y serlo también que a mi llegada a San José ya encontrase algunos dragones orientales que por el cariño con que siempre han distinguido mi persona; se habían ido a seguirme. Y o preveía este mal que podía enzelarme con el Gobernador de la Provincia, y por lo mismo eran mis instancias por alejarme y separarme de toda responsabilidad; los presenté al General en Gefe, y S. E. me ordenó los conservase en mi compañía; los demás noticiosos de la acojida de los primeros se venían de 20 y de a 30, y antes de un mes habían más de 200 dragones hasta oficiales: este también será un crimen de alta traición que resulta contra mí.

 La reacción orientalista de 1826

      También lo será que en la noche de 2 de Julio me llamó el General Rodríguez, y me hizo saber que había llegado el Teniente Coronel D . Paulino Rojas, y que por el tenia ordenes del Gobierno para marchar a poner su Cuartel general en el Durazno a consequencia que el Gobernador Lavalleja no estaba conforme con las medidas nacionales, y que era necesario hacerlo entrar por sus deberes, o perseguirlo por anarquista, que para evitar el  que hubiese que batirlo sería conveniente el despojarlo de toda fuerza disponible con que él pudiera contar. Y o no trepidé en ofrecerle mi valer para con la tropa, y fuí en aquel mismo instante victima de su temeridad; por que en el momento hice saliese para el Durazno el vecino Romualdo Ledesma, y como este se demorase mandé una ordenanza para que el cuerpo viniese a mi presencia como sucedió: Veníamos en marcha por las puntas del Arroyo malo, y la mañana del 6 nos encontró un Sargento con 6 hombres que conducía el parte de la marcha del regimiento. S. E. a la presencia de todos los Gefes del Ejercito me mandó que fuese inmediatamente a ponerme a la cabeza de ellos y que los reuniese al Ejercito, como lo verifique en el Arroyo Grande donde fue el Gefe del Estado Mayor D. Benito Martinez y les proclamé a nombre del mismo General ofreciendoles todas las seguridades que deseasen, y que el General en Gefe haría presente al Gobierno la buena disposición que manifestaban a la causa nacional, y por el incomparable orden que habían guardado. Seguimos al Durazno y llegamos el 13, el 14 dio S. E. orden para que a las 10 de aquel día el Regimiento tuviese formado en parada: se verificó y a esta hora mandó al incomparable y malísimo cojo D. Juan Zufriategui para que le mandase 100 Dragones escogidos, lo hizo así el Ayudante D.Jose Augusto (Pozolo), y el mismo General en Gefe hizo de ellos una distribución en los varios cuerpos del Ejercito, recogiendoles a los primeros las tercerolas que depositó en su carretilla dejándoles solo el sable, ofreciendo hacer con el resto otro tanto como lo hizo el día siguiente. Yo entonces a mi ver en obsequio de la Patria hice al General las reflexiones siguientes. Mi General la medida que V. E. acaba de tomar con el regimiento de Dragones no la creo oportuna, puede traer disgustos. de gran consideración: esta tropa siempre unida en el decurso de 16 años forma un espíritu de cuerpo tal, que casi son inseparables cuya prueba nada equivoca la acaban de dar para incorporarse al Ejercito. Si se quiere nacionalizar el regimiento como es muy justo, bastará ponerle el número tal, y todos serán conformes: este regimiento es interesante conservarlo en la presente guerra, tiene regular orden, sus soldados son bravos, saben sufrir la hambre la intemperie, y todo cuanto es necesario a un guerrero, los enemigos los respetan y por esto ellos están engreídos, y podrán dar hoy o mañana una batalla que nos corone de laureles, sus oficiales y Gefes son excelentes a quienes ellos han abandonado por cumplir las órdenes de V. E. muchos de los primeros han sido soldados del mismo cuerpo, y los segundos escepto el Coronel losEjercito que está a organizarse. Ultimamente, mi General, esta tropa va a dispersarse indudablemente; unos se convertirán en facinerosos, otros se refugiaran a los enemigos, el pueblo dudará de la buena fe con que se procede por el Gobierno y esto vendrá a ser un caos de males.

El Gobernador Lavalleja y los "Dragones orientales" en defensa de la tradición autonomista.

Asimismo mi General, vea V. E. el compromiso en que me ha puesto contra el Gobernador Lavalleja, quien como V. E. y el Gobierno dicen está discorde en la marcha del orden: quedo en el mismo compromiso para con los oficiales del cuerpo: Yo he sido una víctima de las medidas de V. E. y del Gobierno, y ahora me quiere V.E. comprometer de un modo cruel con la plebe, para que sirva de pasto a sus resentimientos, y venganzas: sobre todo si el General Lavalleja no está conforme, esto es proporcionarle materiales para sus opuestas miras; disgustando esta tropa la plebe toda del país se alarmará contra nosotros, y con ella lo general del país de quien tenemos que valernos para que nos presten sus recursos para llevar la guerra que tenemos empeñada - Y mi General me contestó - Yo no he de hacer lo que quieran los soldados: yo no soy General como Vds - Yo le repetí - Mi General mire V. E. que este país se pierde, que la guerra va ha paralizarse que los enemigos se reforzaran, y todos serán momentos de amarguras. No señor, yo no capitulo con nadie, y si acabó; el arreglo se ha de hacer pésele a quien le pese he de fusilar la mitad de ellos. A esta contestación le hablé con la crianza que acostumbro pidiendole permiso para retirarme a la capital con el objeto que había solicitado meses antes, me lo concedió; y partí al día siguiente. ¿Por esto será sin duda que se me acrimina de crimen de alta traición? ¿será por que mi hermano, y los demás que han sufrido y visto sufrir una tal degradación a sus compañeros de tantos trabajos, y de días de gloria se hayan puesto en disidencia, y hagan resistencia a incorporarse al ejército, que me aclamen de que vaya a dirigirlos en la presente guerra o será en mi un crimen de alta traición el que mi hermano me haya escrito y mis demás amigos estendiendose a cosas más grandes que el motivo que esponen para la disidencia en que estaré?

Alvear Lecor y la Princesa María de la Gloria

     Quiero amigo que así sea, que esté de acuerdo con mi hermano, y los demás, que les aconseje que no reconozcan ninguna autoridad que no sea legítima de su país natal, que les ha considerado y que les ha conservado con respeto sus glorias conseguidas con mucho trabajo, ¿por esto soy traidor?, ¿y como no aparece como traidor Alvear que se complotó con el general Lecor, recibió de él dinero, armas y municiones, trajo la guerra de desolación y espanto contra el mismo pueblo de Buenos Ayres, que se complotó con los barbaros que hasta ahora oprimen cruelmente a la campaña de esta capital? Nada estraño seria que yo estuviese conforme con lo que de- sean mis paisanos, y mis amigos, y con ellos un hermano a quien idolatro sobre mi corazón: esto está amigo en la masa de la sangre; o quiere el Presidente que yo me transforme en un monstruo, y sea un puñal de mis  hermanos de mis amigos y compañeros. Ultimamente, mi amigo, yo no se lo que haya hecho para que se me declare criminal de alta traición, y se me persiga de un modo tan cruel; es muy regular que para tales decretasos del Presidente tenga en su poder los justificativos. de mi crimen con los Portugueses; pero a mi ver esto no podrá ser porque no habían de ser tan rudos que me quisiesen hacer aparecer como traidor convenido con los Portugueses con quienes hize servicio ¿podré yo hacer que sean indemnizados de la perdida de más de cinco mil guerreros, y más de diez millones de pesos que llevan gastados desde el desenrollo de la Provincia? Quiero amigo, que el tirano del Brasil, me alagase por estar con sus intereses, que me ofreciese a la Princesa María da Gloria su hija para mi mujer? ¿sería yo tan indiscreto que pasase por sus ofertas aunque me las cumpliese? Cuando en el mejor estado que yo me hallase, en el caso terrible que yo tuviese que pedirle protección ¿podría borrarse en el corazón de un padre que haya perdido su hijo en las batallas del año 25, al hermano su hermano, al pariente, al amigo, y todo lo más caro del corazón de los hombres? Me aterro mi amigo en solo pensarlo que haría de mi un pueblo que me culpa de todos los acontecimientos desgraciados que han tenido en la guerra, como me verá V. aparecer en todos sus papeles públicos en que se me declara traidor, y se me pone como un monstruo de la perfidia, y se me maldice hasta con las expresiones más denigrantes que, puede vertir un plebeyo,

Rivera en Setiembre de 1826 · Incertidumbre sobre su destino. La imaginación del caudillo.

     Aquí me tiene V. amigo en el más bonito estado que podía verme: perseguido por los Portugueses como mis mayores enemigos de mi corazón, perseguido por el Gobierno de la República como delincuente de alta traición ¿a donde iré que encuentre ausilio? El Gobierno que he sostenido, y pensaba sostener de la mejor buena fe me persigue, y me declara traidor a imitación· del infame Pedro primero. Si me voy a los barbaros tendré que venir con ellos en sus incursiones sobre un pueblo de quien he recibido las mejores pruebas de gratitud que nunca olvidaré: si me voy donde está Bolívar, el Presidente me ha dicho que es un tirano que ambiciona sobre estos países; y si es asi ¿como he de ir? Yo no gusto servir a miras particulares: Si me voy a donde está el Gobernador Bustos o el de Santa Fé el Presidente tendrá entonces que añadir un renglón mas al mensagero poniendome como anarquista: Si voy al Entre Ríos sucederá otro tanto; si voy al Paraguay, Francia que sabe que me gusta pelear, y que se practicamente mandar soldados me ahorca al momento de mi llegada. Si voy a la Banda Oriental tendré que reunirme a los dicidentes, este es un mal. Si me presento a Alvear para que me lleve a. la guerra como un soldado, éste no me creerá de buena fe, y le puede dar ganas de enredarse de palabras con  mi pescuezo y colgarme. Hay me tiene V. amigo, que se no para donde la he de tomar; pero en este momento se me ocurre, me voy a buscar a Brown, voy a ser - marino quiero mudar de arma, y de " elemento, a ver, si así no tengo quien me persiga: alli solo con los marineros no tendré opinión, y esto creo no lo disgustara a S. E. sino alcanzo a Brown, no habrá remedio amigo, tendré que transformarme en un caudillo tal cual un Carreras para repeler las persecusiones con que me persigue el presidente. Ya yo no tengo Patria por que me la ha hecho dejar su Excelencia con ~sus decretos y en ella una Esposa, una anciana madre, y hermanitas llenas de amarguras: los pocos bienes que tenia es muy regular que como criminal de lesa Patria se me despoje de ellos, ya me tiene que tengo que hacerme un facineroso. En este estado mi amigo me tiene V. porque así lo quiere el Gobierno que me trajo a su servicio para perseguirme. A Dios mi amigo hasta que mi suerte quiera que vuelva a ver a V. y le agradesca sus distinciones con que me ha distinguido.

Fructuoso Rivera Sepbre. 19 de 1826"