jueves, 18 de agosto de 2011

JOAQUÍN SUÁREZ, PRIMER CONDUCTOR CIVIL

    
     El 18 de agosto de 1781 nacía, en la entonces villa de Guadalupe del Canelón (o de los Canelones), Joaquín Suárez, hijo del acaudalado vecino Bernardo Suárez del Rondelo, asturiano, y de María Fernandez, montevideana.
     De su niñez y juventud, poco se sabe, tan solo lo expresado en su "Autobiografía": "...hijo de padres con fortuna, solo estudié (en Montevideo) hasta que comprendí lo que era bueno y lo que creía malo...siguiendo muy pronto la carrera del comercio, la que seguí ayudando a mi Sr. padre, en cuanto me creía necesario para realizar sus negocios de frutos del país y que me remitía de sus estancias del Fraile Muerto".
     Raúl Montero Bustamante expresó al respecto: "Don Joaquín lo fue todo, y todo con honor. Arreó tropas en las estancias de su padre y en las propias, y fue acopiador de frutos; abrió con las rejas del arado las tierras vírgenes de Cerrillos y llevó a Canelones en las tardas carretas, y a Montevideo, en las barcas que bajaban el Río Santa Lucía, las fanegas de trigo y maíz de que fue pródigo aquel privilegiado suelo".
     Su primera incursión en la vida pública se produjo en 1809, teniendo como telón de fondo la lucha que en Buenos Aires se llevaba a cabo entre el partido "criollo" y el "peninsular" (o español). Junto a Pedro Celestino Bauzá, el padre Figueredo y Lorenzo Melo, toma partido "por la independencia", como el mismo manifiesta, y en contra de los españoles encabezados en la Banda Oriental por Francisco Xavier de Elío. Su estancia "en el Arroyo de la Virgen -al decir de Andrés Lamas- se hizo el centro de la propaganda que despertaba el sentimiento americano en la campaña oriental".
     La intentona resulta finalmente frustrada, debiendo huir junto a sus compañeros para no caer prisioneros de una partida española. "Comprendiendo -según apunta en su "Autobiografía"- que nada podíamos hacer sin un hombre de armas llevar, que reuniese masas...".
     Cuando la "admirable alarma" de 1811, su nombre figura junto al de Manuel Artigas como levantando los vecindarios de Santa Lucía y Casupá.
     Incorporado al "Ejército Libertador", tal cual le denomina, el general Artigas le manda llamar y le hace capitán de milicias. En tal calidad participa el 18 de mayo de la jornada de Las Piedras, y  "...ganada la batalla -anota- recibí orden para pasar a Canelones conduciendo la artillería que entregué al comandante don Manuel Calleros...". Muestra de la confianza que Artigas depositaba en su persona.
     Producido el armisticio de octubre de 1811, forma parte junto a su familia de la columna del "Exodo", tal cual queda establecido en el padrón del mismo.
     Al retorno del Ayuí, su división participa de la toma de Colonia, siendo destacado luego a la barra del Río Santa Lucía a fin de guardar la faja costera hasta Arazatí.
     A sus tareas militares añade las políticas, al ser electo para integrar el Congreso de abril de 1813 en representación de su pueblo natal de Guadalupe.
     Cuando Artigas se retira del segundo sitio de Montevideo en razón de sus disidencias con los porteños, Suárez no acompaña al caudillo, manifestando que prefiere retirarse a su casa "...por no tomar parte en la guerra civil. El Gral. José Rondeau, a cargo de las tropas patriotas que permanecen en el cerco de la capital, le designa comandante del pueblo de Canelones.
     Con el triunfo artiguista en la Provincia Oriental tras la victoria sobre las tropas de Buenos Aires en Guayabos (1815), es electo -en el cargo de Fiel Ejecutor-, miembro del Cabildo Gobernador que durante los años 1816 y 1817 ejercerá el poder civil sobre toda la zona meridional del Río Negro.
     Ejercerá, por un tiempo, el cargo de comisario de guerra, lo que le ocasionará un entredicho con Artigas a raíz de la pérdida a manos de los portugueses de los uniformes del ejército, debiendo, inclusive, rendir cuentas personalmente del hecho frente al general.
     Durante la dominación luso-brasileña (1820-1825) permanece, como tantos otros patriotas, dedicado a sus actividades privadas pero "velando armas", a la espera del zarpazo libertario.
     Volverá, brevemente, a la palestra pública, para asumir la defensa del capitán Pedro Amigo, acusado de conspirar contra los ocupantes. Su impecable alegato -a pesar de que Amigo fue "encontrado" culpable y ahorcado- es toda una requisitoria a favor de la acción de un pueblo libre contra sus opresores.
     En 1825, producida la Cruzada Libertadora encabezada por Juan Antonio Lavalleja, Suárez contribuye de su propio bolsillo a solventar los gastos de la empresa.
     Ese mismo año es elegid,o primero, miembro del Gobierno Provisorio de la Provincia, desempeñándose en el ramo de hacienda junto a Alejandro Chucarro, y luego, diputado a la Sala de Representantes instala  da en Folrida.
     A partir de julio de 1826, y en tanto Lavalleja, autoridad máxima en su condición de Gobernador y Capitán General se ocupaba de la campaña militar, pasa a ejercer el cargo de Gobernador "Delegado" o "Sustituto". En ese empleo -verdadero gobierno civil de la Provincia- permanece hasta el "golpe" lavallejista de octubre de 1827, en que el héroe de la Cruzada disuelve la Sala de Representantes.
     En 1828, cuando a raíz de lo dispuesto en la Convención Preliminar de Paz, se convoca a elecciones para la instalación de la Asamblea Constituyente y Legislativa del Estado, es electo representante por el departamento de soriano. Integra el cuerpo hasta junio de 1829, en que presenta renuncia por razones de salud.
     El 24 de octubre de 1830, la Asamblea General elige como primer presidente constitucional del Uruguay independiente a Fructuoso Rivera. En dicha ocasión, Joaquín Suárez obtiene un voto, el de Silvestre Blanco.
     Entre setiembre y octubre de 1831, ocupa las carteras de Gobierno, Guerra y relaciones Exteriores de la novel administración.
     En 1836, se produce la revolución riverista contra el gobierno del general Manuel Oribe. Suárez desaprueba la conducta del caudillo, y en carta fechada el 13 de octubre de ese año en su estancia de Los Cerrillos y dirigida a su yerno José Luis Martins, expresa: "....cuando el problema de la revolución se resolvió el 19 del pdo. en los campos de la Carpintería, Don Frutos perdió la fuerza moral; la resistencia por las tropas constitucionales fue decisiva como el truinfo. La causa de las leyes ha ganado mucho campo....".
     En febrero de 1837, asume como miembro del Senado.
     En julio de 1838, Rivera obtiene sobre las fuerzas del gobierno la decisiva victoria del Palmar, y Suárez es designado por la Cámara Alta para integrar una "Comisión Pacificadora" que trate sobre el cese de la guerra civil.
      Fracasada esta gestión, otra se produce en octubre de ese año, pero ya no integra la representación gubernamental sino la del jefe insurrecto. El viraje, podemos especular, se debe al acercamiento del presidente uruguayo a la figura del dictador argentino Juan Manuel de Rosas. Como resultado de las tratativas (Convenio del Miguelete), Oribe renuncia a la presidencia y marcha a Buenos Aires. El primero de marzo de 1839, el general Rivera es electo nuevamente como mandatario.
     En 1841, la trayectoria pública de Joaquín Suárez sufre un viraje decisivo, llamado a marcar a fuego la década siguiente de su vida, cuando es designado presidente del Senado, lo que significaba, nada menos, que el virtual ejercicio de la vicepresidencia de la República (la Constitución de 1830, recordemos, no preveía la existencia de dicho cargo), y la titularidad efectiva del Poder Ejecutivo ante las ausencias reiteradas de Rivera por asuntos de la guerra que Uruguay llevaba a la Confederación Argentina.
     En ese trance lo sorprende la invasión del ejército de Rosas tras la derrota de Rivera en Arroyo Grande (Entre Ríos, diciembre de 1842).
     En una proclama que dirige al pueblo, y en la cual se vislumbra el espíritu que animó al gobierno revolucionario de Francia cuando la invasión prusiana, expresa: "Ciuadadanos: ha llegado el momento de suspender las ocupaciones pacíficas, y de contraernos a las armas. A ellas ciudadanos!!. Vuestra decisión y un poco de constancia salvarán la República."
     El primero de marzo de 1843, concluído su mandato, Rivera entrega el gobierno al presidente del Senado a Joaquín Suárez, quien en forma extraordinaria ejercerá el Poder Ejecutivo durante todo el crucia período de la Guerra Grande.
     De ese complejo período en que presidió el gobierno de "La Defensa", nos interesa destacar un par de aspectos.
     Al llegar, en 1846, el fin de la legislatura vigente, el gobierno decretó la formación de un "Consejo de Estado", de carácter meramente consultivo, y de una "Asamblea de Notables", órgano plural integrado por ex legisladores, magistrados judiciales, ministros, jefes militares y altos funcionarios administrativos, encargado, entre otras cosas, de velar por el respeto de "los derechos individuales". Aún en tiempos de guerra, la persona y sus atributos merecen respeto de las autoridades.
     "La Defensa" de Montevideo, unificada en su lucha contra Rosas, conoció el enfrentamiento -a veces enconado- de facciones internas. Disputas ministeriales, como las protagonizadas, por ejemplo, por Melchor Pacheco y Obes; presencias "perturbadoras", como la de Rivera, cuando desembarcó en la ciudad sitiada en 1846; etc. Todo se detenía ante la figura "prócer" de Suárez, frente a su condición de "primus super pares", conductor civil -de la República y del partido colorado- y gran ciudadano.
     Incluso los sitiadores, quienes a través de su único vecero "El Defensor de la Independencia Americana", tildaban invariablemente de "salvajes inmundos unitarios" a los políticos y militares de Montevideo, acallaban sus diatribas ante Suárez, a quien llamaban siempre por su nombre y apellido.
     Culminada la contienda en lo que respecta al territorio oriental, escribe a su yerno Martins el 29 de diciembre de 1851: "Estoy esperando la reunión de la Cámaras para entregar al presidente electo el Gobierno que por más de diez años ha pesado sobre mí; la Chácara del Arroyo Seco como todas quedó destruída, la estoy haciendo reponer para meterme en ella y concluir con tranquilidad el resto de días que la Providencia quiera concederme...".
     El 15 de febrero de 1852 hace entrega del gobierno, no incursionando más en la vida pública activa. lo que no significa desinterés por los acontecomientos políticos, pues mantuvo correspondencia con personalidades como Justo José de Urquiza, José Garibaldi o Andrés Lamas, entre otros.
     En 1856, la Asamblea General decretó: "Declárase que el ciudadano Joaquín Suárez, por los grandes servicios que ha rendido a la República, ha merecido bien de la Patria", acordandosele una pensión vitalicia de 3600 pesos anuales, dado que casi todas sus propiedades estaban hipotecadas.
     Como bien expresaba el Dr. Alberto Palomeque, refiriéndose a Joaquín Suárez al conmemorarse el centenario de su nacimiento en 1881: "Entrar al gobierno con riquezas materiales; salir pobre de oro, y rico en bienes morales. Lección severa y elocuente en que deben inspirarse los gobernantes y gobernados, aquellos para hacer feliz su Patria y estos para conservar inmaculado el culto de los principios y del bien".
     Joaquín Suárez falleció el 26 de diciembre de 1868.
  
  

sábado, 13 de agosto de 2011

LA PRIMERA CARTA ORGÁNICA DEL PARTIDO COLORADO

   
     Si algo caracteriza claramente a los partidos modernos respecto de sus predecesores, es la apertura popular de sus organizaciones internas.
     Maurice Duverger, por ejemplo, se refería en una de sus definiciones tipológicas a los partidos "de cuadros", dominados por un círculo estrecho, frente a los cuales se erigen los modernos partidos "de masas", surgidos sobre todo a fines del siglo 19 y principios del 20.
     En la misma dirección, Max Weber observaba: "Frente a la dominación de los notables y, sobre todo de los parlamentarios, se alzan hoy las más modernas formas de organización de los partidos. Son hijos de la democracia, del derecho de las masas al sufragio, de la necesidad de hacer propaganda y organización de masas, y de la evolución hacia una dirección más unificada y una disciplina más rígida. La dominación de los notables y el gobierno de los parlamentarios a concluído."
     En general, la mayoría de los autores señala que el desarrollo de los partidos se debe a la extensión del sufragio y al incremento de las atribuciones de las instituciones legislativas, pero circunscriben dicha evolución a las naciones más evolucionadas de Europa y a la aparición en las mismas -en lineas generales- de los partidos socialistas, socialdemócratas y laboristas.
     Dichas formaciones, con su estilo de organización territorial en base a secciones locales, habrían contribuído a dinamizar a los diferentes sistemas de partidos hacia su apertura popular.
     Indicando, además, que dicho tipo organizativo dataría del momento mismo de su fundación: v.gr.: Alemania, en 1875 (Partido Socialdemócrata); Italia, en 1892 (Partido Socialista); Inglaterra, en 1900 (Partido Laborista); Francia, en 1905 (en base a la SFIO, Sección Francesa de la Internacional Obrera).
      Más, dicha afirmación no escapa a la controversia. Veamos, a modo de ejemplo, el caso inglés: (dejando a un lado discusiones en cuanto a la fecha de su génesis), el laborismo surge adecuándose al tipo llamado por Duverger como "partidos indirectos" o partidos de adhesión colectiva (en contraposición a los de adhesión individual), y con la finalidad de llevar a la Cámara de los Comunes a representantes de las "Trade Unions" (asociaciones de trabajadores). Esto significaba, en definitiva, que para ser candidato del partido había que estar primero afiliado a algún sindicato. Su organización territorial habría venido más tarde. "En el año 1918 -como observaba Alexander Schifrin- (es que) el partido adoptó el programa socialista y decidió al propio tiempo la reconstrucción de su organización con vistas a su futuro desarrollo (con la creación de secciones locales)." (Haciendo la salvedad de que su vinculación con las asociaciones laborales, y la promoción de candidatos obreros continuó existiendo como una tradición de amplio arraigo, al igual que en la socialdemocracias sueca y noruega).
     Todo lo dicho, en fin, más allá de que proviene de una porción determinada de las ciencias sociales -aquella que describe la evolución política en el espacio geográfico y contexto histórico europeos- resulta útil, con las precisiones del caso, a la realidad uruguaya. Pues el debate en torno a las opciones: partidos de notables o de masas, abiertos o cerrados, permanentes o accidentales, formó parte de la agenda política de fines del siglo 19 y comienzos del 20.
     Pero admitiendo un par de "originalidades": mientras en Europa la "modernización" política estuvo a cargo, mayoritariamente,  de partidos de los llamados "de clase" (aquellos surgidos de la segunda fractura histórica de la revolución industrial, de acuerdo al criterio genético postulado por Stein Rokkan) y que se hallaban en la oposición; en Uruguay fue promovida por un partido "tradicional" (parido al calor de la formación nacional) y que se encontraba en el gobierno.

     EL PROCESO URUGUAYO
     En nuestro país, la tarea de dotar al Partido Colorado -y a al resto de los partidos, tal cual lo reclamaba- de base popular, fue sostenida tesoneramente, diríamos que con énfasis casi cotidiano, por José Batlle y Ordoñez, sobre todo al momento de la reaparición de "El Día" en su segunda época, a fines de 1889.
     "Es ya tiempo -escribía el 5 de abril de 1890- de que los grandes partidos tradicionales, que se llaman ambos republicanos y especialmente el colorado ,que ha hecho un lema de la palabra libertad, hagan práctica republicana en su organización interna y se preparen así para hacerla en los asuntos del Estado".
     El Partido Colorado siempre había tenido, desde luego, una urdimbre eminentemente popular. Su fundador Fructuoso Rivera, por ejemplo, fue el caudillo dilecto de las masas rurales, de los "huérfanos de la patrria", de los modestos propietarios, de la indiada guaraní-misionera. Si al partido le había tocado salir triunfante en las penosas guerras civiles, se debía, en gran medida, a la ahdesión que concitaba en las mayorías. Otro tanto podría decirse de las instancias electorales del ciclo decimonónico (más allá de fraudes, que los hubo, y que es de honestidad intelectual reconocerlo).
     Pero todo ello no redundaba, por cierto, en efectiva participación popular. Se trataba de meros mecanismos de "enganche", limitados , además, a determinados acontecimientos del devenir histórico.
     Lo que postulaba Batlle, en cambio, era la organización partidaria en base a clubes seccionales, aprovechando la división administrativa de la República en secciones judiciales. Una estructura operando de "abajo hacia arriba", de modo capilar, y capaz de representar lo más fielmente posible el sentir partidario.
     Cada sección -planteaba don Pepe- conformada autonomamente a partir de la voluntad de una decena de ciudadanos, elegiría de su seno delegados a fin de conformar las Comisiones Directivas Departamentales, órgano que, a su vez, elegirían a los integrantes de la Comisión Directiva General del Partido Colorado.
      En 1892, y a iniciativa de la juventud colorada, se llevan a cabo tentativas a fin de unificar al partido en torno a dichas concepciones democráticas. Se realizan, entonces, dos reuniones en el teatro Politeama Oriental -el 8 y 15 de mayo de ese año-, en donde se enfrentan las dos fracciones en que estaba dividido el coloradismo: el sector "elitista", nucleado en torno a la autoproclamada Junta Provisoria presidida por el Dr. José Ladislao Terra, y el "popular", encabezado por Batlle.
     La segunda reunión culmina en forma escandalosa, cuando la moción que propugna la organización partidaria es bloqueada por el sector "elitista" mediante el fraude en el conteo de los votos. Batlle y la mayoría de los delegados se retiran indignados.
     La posición de los "elitistas" podría resumirse en lo expuesto por el diario gubernista "La Nación": "Es inexacto e irregular hablar de organizar un partido cuando este partido está dirigiendo los destinos del país" (10 de mayo de 1892). "Hoy las riendas del Gobierno están en manos del Partido Colorado, que por el Poder Ejecutivo, por la mayoría preponderante que tiene en el Cuerpo legislativo por la fuerza de que dispone por el mando militar, es el Partido dominante y director de la política nacional. ¿Como es posible, pues, que se pretenda organizar el Partido sobre bases que hagan caso omiso de esa legítima influencia". (13 de mayo). Es decir, para el sector, el partido son sus cúpulas. 
     En 1895, en el teatro Odeón y a instancias del club colorado "Rivera", unos 700 delegados eligen una Junta Directiva presidida por Batlle. El sector popular comenzaba a dar la batalla interna.
     En 1899, la organización popular se consolidaba, cuando los representantes de las secciones de Montevideo eligen una Comisión Departamental, la que a su vez nombra una Junta Ejecutiva presidida por don Pepe.
     Finalmente, los esfuerzos por dotar a todo el partido de una estructura democrática se concretan en 1901. Los pricipales mojones de dicho proceso serán:
     -15 de febrero de 1901: reunión de personalidades en el Hotel Lanata (Sarandí fernte a la Plaza Constitución) a fin de propiciar gestiones de unificación colorada en torno a una carta Orgánica. Entre otros figuraban el propio Batlle, el expresidente de la República Máximo Tajes, Pedro Figari, José Serrato y Antonio María Rodríguez. Se aprueba un manifiesto público que en su parte medular expresa: "Ha llegado el momento de que cesen las divisiones y la peligrosa anarquía que reina en el seno de nuestro glorioso partido...", y de que  "todos nos sometamos a la soberanía del partido, procediendo a la disolución de las comisiones existentes y a la constitución de una sola autoridad partidaria en la que figuren todos nuestros hombres diligentes y se hallen representadas todas nuestras tendencias".
     -28 de mayo: se inician los trabajos: la Convención Nacional del Partido Colorado inviste de plenos poderes a la Comisión Directiva para la elaboración de la Carta Orgánica.
     -3 de junio: se abren los debates y la redacción, con la asistencia de 108 delegados.
     -12 de agosto: sanción del texto definitivo.
     Sus dos primeros artículos expresan:
     "1) Son miembros del Partido Colorado  los individuos nacionales y extranjeros que simpaticen con sus tradiciones, acepten su credo, sus principios y sus tendencias liberales; pero solo los que estén en posesión de las calidades de ciudadano elector e inscriptos en los Registros Cívicos, tendrán voto en sus asambleas.
     2) El organismo del Partido Colorado se compondrá de Clubs Seccionales, Comisiones Directivas Departamentales, una Comisión Directiva Nacional y una Convención Nacional del Partido".
     En líneas generales, establece respecto a los Clubes: que elegirán un delegado  a la Comisiones Departamentales por cada 100 correligionarios inscriptos en el Registro Cívico, o fracción no menor de 60; que serán de duración trienal; que elegirán y Comité Ejecutivo compuesto de un prisidente, un vice, dos secretarios y un tesorero; encomendandoles, además de amplias facultades en lo que respecta a organización y movilización partidaria:
     "Velar porque prevalezca la mayor legalidad posible en todos los actos electorales de sus respectivas secciones" (art. 16, inc.1º); y "Velar por la efectividad de los derechos políticos y garantías individuales de los afiliados al Club" (art. 16, inc.10º).