jueves, 17 de marzo de 2011

"EL PAÍS DEL QUE VENGO Y EN EL QUE VIVO"


En el curso de una interpelación realizada en la Cámara de Representantes a comienzos de los años cincuenta del siglo pasado, el Ministro de Instrucción Pública Justino Zavala Muniz narró la siguiente anécdota: 

“Recorriendo el mundo, viendo la confusión de los pueblos, viendo sus temores y sus angustias, yo gustaba recordar lo que narré hace poco al volver después de cuarenta años a la escuela primaria en donde aprendí las primeras letras con una maestra admirable que siento la alegría de tener todavía entre nosotros. Por dos puertas entré al conocimiento del Universo: por la ancha puerta de nuestros horizontes campesinos y por la estrecha puerta de la humilde escuela de Melo. Por la primera, una mañana, apenas terminada la guerra de 1904; viajaba entonces en la diligencia mi familia y algunos pasajeros. Se había hecho la paz. ¡Por fin la paz!. Pero todavía quedaban por los campos de la República algunas partidas sueltas de una y otra divisa regresando a sus pagos. La ley todavía no ejercía su imperio. Lo tengo en los ojos como una fresca imagen: bordeábamos un sendero entre las altas colinas. De pronto, sobre una cumbre, recortándose en el horizonte, cien lanceros gauchos de divisa blanca o celeste. Alguien pronunció el nombre de quien los comandaba: era Carancho, un comandante blanco. El pánico se apoderó de la diligencia. Allí veníamos nosotros; la hija de un general enemigo. ¡Tanta sangre derramada entre unos y otros!. ¡Tanto odio encendido!. El temor hizo bajar las ventanillas de la diligencia. Los jinetes galopaban hacia nosotros para rodearnos. Carancho se adelantó y preguntó: “¿Quién viaja ahí?”. Alguien, con miedo, quiso disimular nuestro apellido, fatídico apellido en aquella hora. Pero mi madre, levantando la ventanilla de la diligencia, contestó: “Aquí viaja una hija de Muniz con sus hijos”. Carancho oyó el nombre: echó pie a tierra, se sacó el sombrero y en gesto igual de gallardo sus cien lanceros se quitaron el sombrero. Carancho se adelantó y dijo: “Señora: combatimos contra su padre, pero aquí está esta lanza para escoltarla”.
 No puedo olvidar esta imagen, ejemplo de un país con una y otra divisa. Así comencé a ver con mis ojos de que país vengo y en el que vivo. Por la angosta puerta de la escuela entré a aprender como es el mundo. De una y otra enseñanza, pienso para mí que en un país que da estos hombres tan prontos para el heroísmo y para la generosidad en el heroísmo, cuando le demos la cultura, podemos esperar la justicia y estar seguros de nuestra libertad".


(Revista Nacional, número 172, abril de 1953).