viernes, 18 de diciembre de 2020

LA CONVENCIÓN DEL PARTIDO COLORADO

                                                                

                                                            por RENÁN RODRÍGUEZ

 

De ninguna otra serie de documentos relacionados con don José Batlle y Ordoñez, pueden surgir de manera más patente los rasgos de este personaje de la vida nacional, que de las actas de la Convención del Partido Colorado, reunidas en este volumen que publica la Cámara de Representantes. 

En el momento de la sesión a la que corresponde la primera acta, Batlle tiene sesenta y cuatro años de edad, sigue su recorrida del país que iniciara el año anterior (1919) y que se viera obligado a suspender por la epidemia de gripe española que entonces azotara al país.  Pocos meses atrás, setiembre de 1919, había fundado un nuevo diario, que primero llevaba por título "El Día, edición de la tarde" y que luego tomaría el nombre de "El Ideal". 

En pocos meses había sido actor de cinco lances caballerescos, el último de los cuales tuvo consecuencias trágicas.

Le atribuyó tanta importancia al órgano que adquirirá un funcionamiento regular y frecuente, que no faltó a casi ninguna sesión en el período comprendido entre 1920 y su muerte, aunque fuera en pleno invierno y en un local y un lugar de la ciudad expuestos a todas las inclemencias del tiempo.

El Partido Colorado tenía sus asambleas de carácter nacional desde principios del presente siglo, pero su funcionamiento estaba casi limitado a la proclamación de las candidaturas a Presidentes de la República.

De conformidad con la Constitución de 1830, este magistrado era elegido por ambas cámaras reunidas en Asamblea General.

Con el acto que motivaba la convocatoria en la oportunidad a que hacemos referencia, culminaba un proceso en cuyo transcurso se habían operado renovaciones de mandatos de senadores y representantes nacionales, en las que había pesado de manera muy importante, la consideración de la calidad de futuro elector de presidente que ofreciera el candidato, por lo que una vez elegido venía a tener casi la condición de un compromisario.

Hemos hablado en plural de asambleas de carácter nacional, porque si bien la más numerosa y representativa era la llamada Convención, había otra, de menor cantidad de integrantes y al principio de funcionamiento más frecuente, llamada Comisión Nacional.

De esta última emanaba el Comité Ejecutivo Nacional, que era la Mesa de ambas asambleas.

Después de 1913, año en el que hay una revisión de la Carta Orgánica, se hace más regular el funcionamiento de estas asambleas, pero sin alcanzar el grado de asiduidad que cobraran en 1920, de manera especial la Convención.

La Comisión Nacional, cuyos miembros serán en el período relacionado con estos documentos, dos tercios del total de componentes de la Convención, vio finalmente reducidas sus facultades, pasando a ser órgano elector del Comité Ejecutivo Nacional y de alzada de las decisiones de este y de las adoptadas por las Comisiones Departamentales.  En algunos casos tenía ciertas atribuciones en materia disciplinaria.

Para ubicar debidamente al lector de estos documentos, vamos a relatar las circunstancias de tiempo y lugar, en el momento en que va a cobrar regularidad y frecuencia el funcionamiento de la Convención.

Con referencia al primer aspecto digamos: en 1913, se había producido la escisión anticolegialista y con el transcurrir del tiempo se iría consolidando el sector que se denominaría Partido Colorado General Fructuoso Rivera, llamado popularmente "Riverismo", cuya figura más gravitante sería el Dr. Pedro Manini Ríos.  No todos los colorados que se manifestaron contrarios al colegiado integraron después este sector.

A partir de esta división, las asambleas nacionales del núcleo del Partido Colorado o sea del colegialismo, tuvieron mayor periodicidad.

En el año 1916, hubo reuniones trascendentes de la Convención.  Así el 28 de mayo proclamó la candidatura del Sr. Batlle y Ordoñez para la próxima presidencia y para el caso de que no prosperara la reforma constitucional que se propiciaba.

El día 30 inmediato, escuchó un informe de Batlle y Ordoñez y aprobó el proyecto que sostendrían los convencionales que resultarán electos el 30 de julio siguiente.

Una vez producida esa elección, el 11 de agosto inmediato, se reunió para aceptar la renuncia de Batlle a su candidatura a la Presidencia de la República.  En la misma sesión recibió el mensaje del Presidente Viera, con el famoso "Alto" y le otorgó el voto de confianza que reclamaba.

1917 es el año de elaboración de la segunda Constitución que tuvo la República y desde el mes de marzo se llevaron a cabo las gestiones que culminaron con "el pacto de los ocho" y la sanción del proyecto plebiscitado el 25 de noviembre de ese año.  Tres días después, Batlle, en una nota publicada en El Día, da una explicación a sus correligionarios, titulándola:  "Mi conducta en la Reforma".

En marzo de 1918 se registraron intentos de reunificación colorada y hubo una reunión de delegaciones muy numerosas de colegialistas y riveristas (cuarenta y cinco delegados por cada parte), se llevó a cabo en los salones de La Fraternidad y asistieron Batlle y Manini Ríos.

En septiembre de 1918, Batlle proyectó una reforma de la Carta Orgánica, con sus asambleas y comités ejecutivos en todos los planos, el seccional el departamental y el nacional.  Propuso además, un sistema de agrupaciones de gobierno en lo departamental y en lo nacional, con reuniones periódicas de los mandatarios y de los miembros de los respectivos comités ejecutivos, que también las integrarían.

En diciembre de ese año, el Presidente Viera manifestó públicamente su desacuerdo con las reformas proyectadas, expresando:  "Los hechos dirán si yo y mis amigos hemos tenido razón para no aceptar ese proyecto descabellado como también las últimas iniciativas del mismo Batlle inspiradas en un espíritu realmente disolvente".

Por entonces se llevaron a cabo elecciones internas de delegados a la Comisión Departamental de Montevideo y se enfrentaron las listas de los simpatizantes del Presidente Viera, distinguidas con el lema "Clubes seccionales", con las listas sostenidas por Batlle, que se distinguieron con el lema "Joaquín Suárez".

Los números de delegados obtenidos por cada parte, resultaron casi iguales, abriéndose una instancia de opciones, pues había muchos candidatos comunes, entre ellos el mismo Batlle.  Las incidencias a que dio lugar esta instancia resultan curiosas pero no es la oportunidad de exponerlas, lo mismo que algunos hechos ocurridos en la reunión de esa Comisión Departamental, llevaba a cabo en el Teatro Royal a fines de enero de 1919.

En marzo de 1919, la Comisión Nacional, con mayoría vierista, rechazó las reformas a la Carta Orgánica propiciadas por Batlle, que durante el debate recibió las manifestaciones de adhesión de las barras.

Los debates fueron apasionados en grado extremo y la tesis contraria a la reforma, fue sostenida por el Dr. Justino Jiménez de Aréchaga, el segundo de los constitucionalistas que han llevado ese nombre y apellido.

El ambiente de estas reuniones sin duda alguna estaba presente en estas manifestaciones del Dr. Feliciano Viera, en marzo siguiente, cuando habrá dejado la Presidencia de la República y pasado a presidir el primer Consejo Nacional de Administración:

"La organización partidaria ideada por el Sr. Batlle ha traído por consecuencia que las reuniones de las autoridades directivas sean asambleas tumultuarias, en las que no hay ni siquiera consideración y respeto para los pobres correligionarios.  Son Asambleas anárquicas, demagógicas, donde las barras homogéneamente organizadas hacen presión sobre los delegados, prohibiéndoles, cuantas veces quieran, el uso de la palabra.  No son por cierto estas asambleas las que pueden aportar algún contingente de hombres de gobierno, desde que estos necesitan un ambiente más sereno para deliberar con acierto".

A esta altura había empezado a regir la nueva Constitución y se registraban acontecimientos de repercusión universal, originados en los fenómenos de posguerra.  La crisis económica que vivían los países europeos, repercutió en nuestro país con una caída estrepitosa de los precios de los renglones exportables.

Pero como lo señala Goran Lindahl, "el enfrentamiento promovido entre Batlle y Viera a comienzos de 1919 dominaba el interés político".

Carlos Manini Ríos recordando la lucha fabulosa de los tiempos heroicos de Grecia manifiesta sobre el mismo tópico: será tremendo el choque y demoledor, entre el centauro y el lapita."

Después de los debates de marzo era evidente la inminencia de la ruptura.

El 2 de mayo de 1919, apareció un órgano de prensa del sector vierista denominado "La Defensa".  En ese número inicial se publicó un breve manifiesto que suscribieron cuarenta y nueve parlamentarios.

El 7 de mayo, en un reportaje de La Defensa, el Dr. Feliciano Viera manifiesta:  "Oigo hablar del programa del Sr. Batlle en todas las proclamas de sus adeptos.  No conozco ese programa y en consecuencia no puedo opinar al respecto, por más que los hechos que suceden ya nos indican alguna tendencia, sobre todo esa organización partidaria que va camino del soviet.”

El 17 de mayo los sectores en pugna acordaron la separación, estableciendo condiciones que llegaron hasta el reparto de los muebles de la Casa del Partido Colorado.

Hace muchos años pudimos leer el ejemplar de esa acta que estaba en la sede partidaria.  Ese ejemplar ha desaparecido y tal vez fue a parar a manos de quien no tuvo conciencia de su valor histórico.

En las condiciones acordadas estaba el compromiso de ambos sectores de votar con el lema Partido Colorado.  Luego el vierismo sostuvo que esa condición estaba referida, exclusivamente, a la elección inmediata de noviembre de 1919.

Pasó entonces a utilizar el lema Partido Colorado Radical, pero popularmente siguió siendo conocido por vierismo.

En Montevideo el sector Batllista del Partido Colorado emprendió febrilmente la tarea de montar sus organizaciones en todas las zonas del departamento.  Las citaciones de sus asambleas ocupaban columnas de "El Día", que las publicaba bajo el título "Partido Colorado".

Por su parte Batlle se disponía a recorrer el país.

Entre mayo y junio habló en Flores, Florida, Treinta y Tres, Canelones, Melo, Paysandú y Salto.

Pero no sólo se le oyó en las capitales o poblaciones importantes, sino que a veces dirigió la palabra a pequeños núcleos de pobladores que se juntaron para saludarlo a su paso.  Siempre hemos atribuido valor simbólico a la fotografía de su pasaje por Zapicán, en el viaje a Treinta y Tres.  Batlle expuso ante un grupo de partidarios desde la plataforma de un vagón ferroviario.  Impresionan las expresiones y los gestos de admiración y respeto que captó la cámara en una época en la que todavía no se habían alcanzado niveles técnicos considerables en el arte fotográfico.  Allí está el líder con el pueblo.

A mediados de año, las giras deben suspenderse por la epidemia de gripe española que azotaba al país.

En noviembre de 1919 se llevaron a cabo las elecciones de representantes nacionales, concejales y asambleas representativas, de conformidad con el régimen de la nueva Constitución.

Resultaron electos 40 diputados colorados batllistas, 7 colorados vieristas, 7 colorados unionistas (sector vinculado al Dr. Brum, que pronto se fusionará con el batllista), 9 colorados riveristas y 1 no vinculado con ninguno de los sectores.

A fines de 1919 y principios de 1920, el debate público se desarrollaba con gran pasión.

Fue el momento de los duelos consecutivos a que hicimos referencia al principio.

Pero en medio de toda aquella agitación, la nota pública predominante seguía siendo la lucha planteada entre batllistas y vieristas.

El desarrollo de esta lucha va a desembocar en esa victoria batllista, que uno de los lúcidos biógrafos de Batlle, el sueco Goran Lindahl, consideró "clara pero prematura".

La disputa, además, conducirá a la afirmación de las asambleas como órganos en los que va a residir el poder de decisión en el sector batllista.

He aquí la explicación del seguimiento detallado que estamos haciendo de la brega.

Las organizaciones partidarias efectuaron sus elecciones internas y sus delegados empezaron a constituir las comisiones departamentales, la Comisión Nacional y la Convención.

Batlle reanudó sus giras por el país y el 14 de junio de 1920, la Convención está en condiciones de iniciar sus sesiones en la nueva etapa que comprende esta publicación

Vamos ahora a ubicar el lugar donde se celebraban estas sesiones.

La Convención del Partido Colorado en 1910, cuando proclamó la candidatura de Batlle a la segunda presidencia, se reunía en los salones de la Sociedad Francesa.

En 1916, cuando fueron cobrando frecuencia sus reuniones, las llevaba a cabo en la sala de conciertos de la Sociedad Filarmónica "La Lira", en la calle Paysandú entre Ciudadela y Florida.  Cuando el auge del cinematógrafo, esa sala fue adaptada para esa clase de espectáculos, funcionando muchos años con el nombre de Cine "La Lira".

Estuvo un tiempo clausurada, hasta que el impulso del Dr. Agustín Minelli, la transformó en el Teatro Odeón, que ahora lleva el nombre de Carlos Brussa.

Los debates sobre modificaciones a la Carta Orgánica, que propiciaba Batlle y eran resistidos por el Dr. Viera y sus amigos, se cumplieron ya en el Teatro Royal, donde se van a celebrar todas las reuniones a las que se refieren las actas que se publican.

Hace años fue demolido este teatro, que estaba situado en la calle Bartolomé Mitre, entre Buenos Aires y Reconquista.  Ahora hay en el predio una playa de estacionamiento.  Quedan en una pared al norte, las huellas del ángulo donde se adosaba el techo y en esa misma pared y en otra que da al oeste, se aprecian los huecos donde empotraban los tirantes que sostenía el piso y habilitaban espacios para los camarines.

La sala estaba destinada a espectáculos de variedades o de revistas.

Muchas veces el espectáculo comprendía números circenses, como ocurría el día que Batlle recomienda a los convencionales durante un debate apasionante, que no interrumpan sin autorización, aunque reconoce que la misma recomendación no puede hacerla a otro interruptor que hay en la ocasión, por tratarse de un irracional.  El acta aclara que detrás de los telones hay un león que desde su jaula deja sentir sus rugidos.

En ciertas oportunidades, cuando las sesiones se prolongaban, las bailarinas pasaban entre los convencionales en busca de la entrada de sus camarines. 

Habitualmente se sesionaba entre las 18 y las 21 horas y muchas veces el Presidente de Turno interrumpirá el debate para anunciar:  "El Sr. Visconti Romano reclama la sala.  La Convención pasa a cuarto intermedio hasta mañana."

El Sr. Visconti era el empresario que durante años utilizaba el teatro para sus espectáculos.

En este teatro siguió funcionando la Convención después de la muerte de Batlle.  Así ocurrió durante todo el período que siguió al 31 de marzo de 1933.

Recién en 1940, cuando debía discutirse si se utilizaba o no  la oportunidad que ofrecía la ley de lemas de 23 de mayo de 1939, como se había producido la voladura del techo del Royal, la Convención volvía a los salones de la Sociedad Francesa y utilizó también, en alguna oportunidad, el Teatro Stella d'Italia.

Luego se adaptó para este tipo de reuniones la actual sede de la calle Andrés Martínez Trueba.

Repitamos: cuando va a iniciarse el funcionamiento regular y frecuente de la Convención, junio de 1920, Batlle tiene sesenta y cuatro años de edad, está recorriendo el país, ha fundado otro diario y en pocos meses ha protagonizado cinco duelos. 

La Asamblea le dará la oportunidad de sostener de nuevo las ideas que sobre organización  permanente de los partidos políticos expusiera desde principios de la década del noventa en "El Día". 

En esos artículos se desenvolvió una verdadera teoría de los partidos políticos como órganos necesarios de la democracia.

En los conceptos que entonces expuso, está implícito el apotegma que décadas más tarde formulará Hans Kelsen:  "La Democracia se identifica con el estado de partidos,"

Batlle dirá en unos de los debates de la Convención, que la democracia es representativa por necesidad, pero que en todas las oportunidades posibles debe ser acercada a la fórmula ideal, que continuaba siendo la democracia directa.

El órgano superior del Partido, la Convención, al tener numerosos miembros, aseguraba la influencia popular en sus decisiones.

La Convención en el período comprendido por estos documentos, tuvo siempre más de mil quinientos miembros.  Rara vez se reunía con un número próximo a la totalidad de sus integrantes, pero participaban siempre cientos de delegados y los debates eran seguidos por barras que ocupaban las galerías hasta llenarlas totalmente en muchas oportunidades.

Las versiones de los debates, que en alto porcentaje eran taquigráficas, se publicaban en "El Día" y "El Ideal" y más tarde también en hojas sueltas que con el título Partido Colorado, se imprimían en la Imprenta Nacional Colorada, fundada por Batlle, que luego de su muerte se transformó en la empresa "Talleres Gráficos SUR", ubicada en Juan Carlos Gómez y Camacuá.

En ciertas oportunidades, la decisión final se adoptaba en una votación por cédulas, que era seguida con curiosidad expectante por numerosos partidarios a veces durante todo el día.

En muchas de las actas el lector encontrará datos históricos de alto interés.  Así en una de las primeras sesiones, podrá leer la discusión del art. 5º de la Carta Orgánica.  Si repara un poco, advertirá que se considera una fórmula presentada por el Dr. Máximo Halty, para la distribución proporcional de los cargos.  Advertirá entonces que casi textualmente está el sistema organizado por la llamada Ley Complementaria de las de Elecciones de 22 de octubre de 1925.  La síntesis de los sistemas Hare y d' Hondt que consagra dicha ley, estaba poco menos que a la letra en la Carta Orgánica sancionada en 1920.

La forma como Batlle concibió el funcionamiento de este órgano partidario, pone de relieve su confianza en la razón humana, que caracterizó sus posiciones filosóficas defendidas hasta con ardor en sus años mozos.

Su seguridad de que por el camino de la razón podía llegarse a las soluciones consideradas como más difíciles, queda de relieve en esta anécdota que nos relatará César Batlle Pacheco.

Al salir de Piedras Blancas, rumbo a la Convención, Batlle confió a su hijo que pensaba hablar en esa sesión de la posibilidad de admitir un riverista como candidato a la Presidencia de la República, en la elección de 1926, que se acercaba.  Le habló de dos nombres como posibles candidatos los doctores Juan Andrés Cachón y Juan Campisteguy.  Sostenía que con cualquiera de los dos, el partido no tendría  dificultades mayores.

Más tarde, por una información que tuvo sobre la salud del Dr. Cachón, se inclinó decididamente por el Dr. Campisteguy.

En el debate, Batlle hizo la insinuación que se había propuesto.  Los convencionales la recibieron con un silencio significativo, que para César demostraba su tremendo desconcierto.

De regreso a su casa Batlle preguntó a su hijo sobre la impresión que había recogido.  "Espantosa, papá", fue la contestación de César.

"Sin embargo yo estoy conforme" dijo Batlle.  Y agregó: "Escucharon el razonamiento y ahora hay que esperar que pensándolo, lo acepten."

La Convención fue una innovación en las prácticas políticas del país. Gustavo Gallinal, adversario de las ideas de Batlle, dejó en uno de sus libros, el siguiente juicio sobre el funcionamiento de estas asambleas: "Batlle gustaba concurrir al seno de las bullangueras asambleas partidarias. Razonador y tenaz, discutía de igual a igual con el menor de sus secuaces.  Los platillos, claro está, caían al final del lado del que Batlle arrojaba su opinión incontrastable.  Aquellas convenciones, ruidosas, escandalosas a veces, pero vivientes, fueron una novedad en la organización de nuestros partidos; fueron acremente zaheridas; pero todos los partidos que no han perdido su "elán" se han visto obligados sucesivamente a crear asambleas primarias que sean escuelas de civismo y órganos activos de la soberanía 
partidaria."

 (Prólogo a las obras publicadas por la Cámara de Representantes sobre José Batlle y Ordóñez, "Documentos sobre su vida y su obra, 1920-1929", Actas de la Convención Nacional)

domingo, 14 de junio de 2020

GENERAL FRUCTUOSO RIVERA

   El texto que sigue,  corresponde a la parte sustancial de una carta que el profesor Oscar Padrón Favre enviase a la sección "Ecos, La voz del lector" del Diario "El País" (15/2/2004), contestando una diatriba anti- riverista que días antes publicase en el mismo medio el sr Jorge Pelfort. La misma es valiosa en cuanto repasa la trayectoria pública del fundador del Partido Colorado.


   "La vida del General Rivera -Don Frutos para la masa popular que mayoritariamente siempre lo siguió- protagonizó la más fantástica cabalgata existencial de la que tengamos conocimiento en nuestra tierra, montando al despuntar el alba del heroico 1811 y desensillando a orillas del Conventos, en 1854.
   Con independencia del juicio o valoración que hagamos de tan dilatada actuación, creo que no pueden existir dudas que ninguna de las biografías de los numerosos y excepcionales hombres que construyeron la Patria de los orientales se acerca a la suya, si atendemos el dilatado período en el que jugó rol protagónico en el escenario rioplatense, como al significado determinante que tuvieron para el destino de los orientales muchas de sus acciones y decisiones (recuérdense, como ejemplo, los años 1820, 1825, 1828, 1830, 1836, 1839).
   Con aciertos para mí, o con errores para otros, es un hecho que nadie cortó más nudos gordianos en nuestra historia que él.
   Y vaya si el nuestro ha sido un pueblo fecundo en personalidades descollantes y sin temores a la hora de la acción.
   Las consideraciones anteriores creo que por si solas justifican que toda mirada o análisis de la figura de Rivera parta de la aceptación de su decisivo protagonismo en la historia oriental y, por lo tanto, de mayor prudencia al intentar penetrar en su casi inabarcable biografía.
   Téngase presente además, lo tremendamente difícil que era encontrar rumbos claros ante el fantástico derrumbe de la estructura colonial después de tres siglos, del laberíntico proceso de la Revolución y del no menos inédito de las construcciones nacionales.
   En ese marco sin duda que para Rivera la asunción de tan protagónico papel llevó implícita la toma de decisiones trascendentes (causa de inacabables polémicas) y que lesionara con ellas los intereses y las aspiraciones de distintos individuos y sectores sociales que se transformaron en sus más implacables enemigos, tanto en su tierra como fuera de ella.
   Los tuvo en los grandes propietarios de tierras que vieron como sus feudos eran repartidos entre los llamados huérfanos de la Patria; en los sectores sociales con aspiraciones al control político de nuestros destinos, descendientes de la oligarquía hispánica montevideana que repudiaban la alteración de la paz social y económica traída por los Caudillos que dirigían desde 1811 la chusma; en los infatuados jóvenes ilustrados de las dos ciudades-puertos que también participaron de la cruzada contra la "barbarie" y la "anarquía", pero no para mantener el viejo orden, sino para hacer de estas tierras un calco de lo que creían que era Francia o Inglaterra, sector del cual salieron aquellos que, adoptando su divisa, lo desterraron; enemigos suyos fueron aquellos que no aceptaban que la sede del poder se encontrara en una humilde Villa en el centro del país, San Pedro del Durazno, desde la cual el caudillo tenía la osadía de marcar rumbos y quitarle sus rentas al "patriciado" montevideano; también fueron sus enemigos aquellos que envidiaron su carácter de principal jefe de las fuerzas orientales, jefatura basada en su ascendencia sobre la población rural, capaz de formar ejércitos de la nada a pocos días de haber sido vencido; por supuesto que fueron sus implacables enemigos los centralistas bonaerenses, tanto en su versión unitaria como rosista, no pudiendo embretarlo para sus fines en la dicotomía belicista de unitarios o federales, practicando, en cambio, una línea de orientalismo que generaba rechazo, sobre todo en los extraños; por supuesto que el imperio del Brasil fue su enemigo, alcanza ver los esfuerzos realizados para comprarlo o destruirlo, hasta el final de sus días.
   Poderosos enemigos, demasiados seguramente, tan poderosos que sus herederos de sangre o ideología, de manera abierta o velada, aún siguen su lucha contra Don Frutos hasta hoy. Ante tan prolongado encono, se percibe que los pisotones de Don Frutos fueron realmente dolorosos...
   No es un aliado menor para la cabal interpretación histórica de un personaje saber quienes eran sus adversarios, para despejar de la catarata demagógica de buenas intenciones los objetivos profundos de su animadversión.
   Sin duda en tan dilatada como decisiva trayectoria también debió equivocarse mucho -en lo pequeño y en lo grande- pero se debe tener mucho pulso y amplitud de miras a la hora de señalarlas, para no ser cegados por la pasión y caer, casi dos siglos después, en las mismas expresiones nacidas del odio y el rencor de la lucha política más descarnada como fue la de entonces.
   (...)
   Hace (Pelfort) especial hincapié en el tema de los charrúas y realmente llama la atención la cantidad de olvidos en que cae.
   (...)
   Se olvida que hablar de "su tierra" en grupos nómades ecuestres de increíble movilidad es demasiado impreciso por no decir inexacto, sobre todo a la luz de los cambios que todos los grupos sufrieron durante tres siglos; olvida que los portugueses no les compraban las vacas para solucionarles la vida, sino para estimular sus malones y saqueos sobre el frente colonizador hispánico a efectos de detenerlo y debilitarlo; que el reglamento de tierras de 1815 no estuvo dirigido a los indígenas nómades sino a los sedentarios, pues una experiencia de dos siglos en las Misiones demostraba la casi imposibilidad de reducirlos voluntariamente a la vida sedentaria; se olvida que en los hechos durante el período artiguista en nada varió para bien la situación de estos grupos, que solo sirvieron como auxiliares en la guerra y aún al costo del desprestigio social de la Revolución, luego de episodios de saqueos contra poblaciones criollas como los ocurridos en Pintado, Mandosiví,  Víboras y otros sitios que están registrados en el Archivo Artigas y que con equivocado pudor patriótico suelen omitirse; se olvida que no hubo tal venganza portuguesa, al contrario, Lecor los sedujo y llegó a un acuerdo con los caciques, siempre más fieles a sus intereses que a sus amigos; se olvida de decir que sus acciones contra los charrúas no fueron un capricho u obsesión de Rivera, sino una exigencia de la situación de fragilidad e incertidumbre en que se encontraba el Estado Oriental al nacer, reconocida por tirios y troyanos, tanto que la campaña punitiva fue estimulada por toda la prensa de la época, aún la más virulenta contra su administración; olvida decir que la campaña fue una decisión del gobierno nacional de entonces, expresada en una resolución de la Asamblea General integrada por 6 senadores y 21 diputados, entre los cuales se encontraban figuras que se enrolarían después bajo divisas diferentes; se olvida de decir que culminadas las operaciones, el Gobierno obtuvo el apoyo unánime de sus adictos y el silencio complaciente de sus opositores y que la población laboriosa y sedentaria de la campaña, nuestros antepasados, se vio sin duda beneficiada; se olvida también de advertir que la literatura que recrea las acciones llevadas contra los charrúas desde 1831 a 1835 nació de la pluma de sus más enconados enemigos muchos años después de sucedidos los hechos, redactada en plena Guerra Grande para servir a la no menos despiadada guerra ideológica, estimulada su redacción o escrita por aquellos mismos que participaron de forma más o menos directa en las acciones contra los charrúas o se beneficiaron económicamente con la pacificación de las tierras del norte.
   Habría bastante más para decir al respecto.
   Vaya si necesita obreros el estudio del pasado nacional, exigencia acuciante para contribuir a encontrar caminos para nuestra colectividad nacional.
   Pero debemos levantar bastante el punto de mira y si de historia política se trata mucho más aún, a efectos de que actúe como luz que nos ayude a caminar y no como combustible que avive las pasiones que enceguecen y arrojan a la sociedad al enfrentamiento de unos contra otros.
   No es ya el tiempo de los mitos, sin duda, pero tampoco de los panfletos."