lunes, 28 de febrero de 2011

SOBRE RASEROS DIFERENTES, ASENCIO Y DON FRUTOS


Desde hace algún tiempo, historiadores serios y competentes hablan de una verdadera “ofensiva historiográfica” dirigida a desprestigiar la figura del general Fructuoso Rivera –don Frutos, para el pueblo llano de la campaña que lo quiso intensamente-, a través del expediente, ya utilizado con otras personalidades históricas, de la confección de una “leyenda negra”.
A modo de ejemplo, digamos que el profesor Lincoln Maiztegui Casas, de quien no puede sospecharse parcialismo colorado, afirmó en referencia a Rivera y su actuación en  la campaña del gobierno contra los charrúas en 1831, que cierta porción de historiadores, intelectuales y ciudadanos de a pie juzgan en clave de genocidio terrible aquel hecho de armas, en tanto que personalidades como la del primer gobernador de Montevideo en la época colonial, teniente coronel José Joaquín de Viana, quien mató personalmente al famoso cacique Sepée Tiarajú  y con él a muchos de los suyos durante la llamada “guerra guaranítica”–más, en todo caso que el fundador del partido colorado-, no recibe igual juicio condenatorio.
En el transcurso de esta última guerra se produjo, entre los indios guaraní misioneros y sus aliados por un lado y el ejército español-portugués encargado de desalojarlos “manu militari” de sus posesiones por el otro, la sangrienta batalla de Kaibaté. La más conservadora estimación sobre el número de bajas entre los sublevados, la del sacerdote Tadeo Javier Henis, habla de 600 muertos y 150 prisioneros entre los indígenas; la más abultada, la del gobernador de Buenos Aires José de Andonaegui, refiere a 1511 muertos y 154 prisioneros. A estas últimas cifras se afilia el historiador Francisco Bauzá en su conocida “Historia de la dominación española en el Uruguay”. Ni Viana ni el jefe portugués Osorio reciben el baldón de genocidas.
Sin embargo la acción de Salsipuedes de abril de 1831 (1), que arrojó un número de 40 indígenas muertos y cientos de prisioneros –la cifra de prisioneros siempre es termómetro del respeto a la vida del vencido-, es juzgada en los términos más severos; y su brazo ejecutor, el presidente Rivera, que obró a solicitud del gobierno, del vecindario y de muchos que pedían no matar indios específicamente sino poner orden en la campaña, tildado de genocida furioso (2).
La conmemoración del bicentenario del llamado “grito de Asencio” nos coloca ante hechos que son, en forma similar a los anteriores,  juzgados con diferente “rasero” según de que protagonistas se trate.
Las figuras prominentes de aquel 28 de febrero de 1811 fueron Pedro José Viera y Venancio Benavídez.
Viera era un riograndense nacido en Viamao, que habiendo entrado a servir a Portugal como soldado en 1786, desertó para pasarse a la Banda Oriental en 1793. Aquí desempeñó diversas tareas rurales y cimentó cierto prestigio como caudillo local en la zona rionegrense. Se le conoció, popularmente, como “Perico el bailarín”. Marchó con Artigas al Exodo, pero en el Ayuí se apartó del caudillo para entrar al servicio de Buenos Aires. Regresó a nuestro país durante la Cisplatina, llegando a desempeñarse como comandante de Colonia. Hacia el final de su vida adhirió a la “revolución de los farrapos” y la república de Piratiní.
Benavídez era oriundo de la capilla nueva de Mercedes, donde había nacido hacia 1786. El último hecho de armas al servicio de los patriotas orientales en que tomó parte fue la toma de Colonia, unos días después de la victoria artiguista en Las Piedras. Enseguida se pasó a la banda occidental del Uruguay donde sirvió a órdenes de Manuel Belgrano. Poco después, se pasó al bando realista. Con el ejército español enfrenta la segunda campaña del Alto Perú, que del lado patriota comandaba su ex comandante Belgrano. Perece en la batalla de Salta de un tiro en la cabeza, el 20 de febrero de 1813.
Esta, brevemente, es la peripecia de aquellos a quienes se sindica como coautores del primer grito de libertad en la Banda Oriental del Uruguay. Ambos, con diferente fin –más edificante el de Viera, más indisculpable el de Benavídez-, abandonaron la hueste de Artigas. Ninguno es señalado específicamente con mote denigrante, ni tildado con saña de traidor.
Como tampoco, en general, son motejados de esa forma, por ejemplo, el gral. Manuel Oribe –fundador del partido blanco o nacional-, o el gral. Rufino Bauzá –hombre de la Defensa de Montevideo y padre del historiador colorado Francisco Bauzá-, que abandonaron a Artigas en 1817 en medio de la dramática invasión portuguesa a la provincia Oriental.
En cambio, el general Rivera es juzgado por muchos en forma inmisericorde por su actitud de 1820, cuando la derrota del protector generaba en algunos de sus viejos lugartenientes la desazón por lo inevitable y el convencimiento de que toda resistencia era una pérdida inútil de vidas (3).
Ante lo expuesto nos preguntamos si los ataques contra don Frutos van encaminados a su figura en cuanto tal, a su talla de hombre y de caudillo, o a la circunstancia, más eminentemente política, de que se trata del fundador del partido colorado. Tal vez haya quienes crean que de esa forma, arrojando “tiros por elevación”,  logran desacreditar a la colectividad de la Defensa y de Batlle.

(1)      El historiador Eduardo Acosta y Lara sostiene que ese día hubo en realidad tres encuentros parciales, a saber, en puntas del Queguay, Boca de Tigre y barra del Salsipuedes.
(2)          Siendo que don Frutos, desde la campaña de las Misiones en 1828 hasta la derrota de India Muerta en 1845 durante la Guerra Grande, fue caudillo de los misioneros. Al respecto, puede verse el artículo en este mismo blog: “Fructuoso Rivera, caudillo de los indígenas guaraní- misioneros”.
         (3)          Sobre su actitud en el año 20,  puede verse en este blog: “Fructuoso Rivera revisado”.  
        

lunes, 14 de febrero de 2011

HÉCTOR GRAUERT: "BATLLE FUE UN HOMBRE DE IZQUIERDA, RADICAL Y ANTITOTALITARIO"

     
     El 8 de febrero de 1991 fallecía el Dr. Héctor Grauert. Abogado, electo legislador en forma casi ininterrumpida entre la restauración democrática de 1943 y el quiebre de 1973, varias veces Ministro, su vida personal y política estuvo signada por la trágica muerte -a manos de la policía del perjuro Gabriel Terra- de su hermano Julio César. Luchador batllista de todas las horas, la vuelta a la democracia tras el último paréntesis autoritario le encontraría defendiendo los ideales del partido desde el cargo de edil, llegando a ejercer la presidencia de la Junta Departamental de Montevideo.
     Ofrecemos a continuación un fragmento de una larga entrevista concedida en 1982.


-¿Como comenzó su actividad política?
-La primera vez que actué en público fue en la esquina de Andes y Mercedes, donde hoy se encuentra el Sodre (a media cuadra donde vivía don josé Batlle y Ordoñez). La Casa del Partido Colorado estaba en Andes esquina 18. Allí, actuaba el Comité Universitario de Acción Batllista. En aquel entonces actuaba Fusco, Zubiría, Mauri, Lorenzo Batlle, mi hermano Julio César, Islas y un grupo grande de universitarios que posteriormente tuvieron lúcida actuación partidaria y pública. Junto a estos hombres concurriamos algunos muchachos, que en ese entonces teníamos 15 años. Recuerdo que al organizarse un acto, con motivo de las elecciones allá por el año 1922, hablé en nombre de los jóvenes universitarios de secundaria. Quiere decir que como usted ve, tengo aproximadamente 60 años de vida política. desde ya que a la Convención del Partido, asistí con asiduidad. Recuerdo como una cosa de mayor satisfacción durante el año 1925, que en la Convención por inicitiva de don José Batlle y Ordoñez se discutió el problema de la tierra. Don pepe esa un georgista en lo que se refería a propiedad de la tierra, y en cierto aspecto junto con mi hermano Julio, heredamos el interés por este problema. También recuerdo las famosas Convenciones en el Royal, donde don Pepe doscutía fervorosamente con el Dr. Eduardo Acevedo Alvarez, que era el contradictor en ese tema.
-¿Como actuaba don Pepe?, ¿era un individuo iracundo?
-No, al contrario, era un hombre se una gran serenidad, era un gran razonador. No hablaba ni por impulsos ni pomposamente; todo lo cotrario.
-¿Era simple?
-Era simple sí. Hablaba con una extremada sencillez, y con una gran síntesis.
-¿Esa comunicación de la que hoy tanto se habla, la lograba Batlle?
-¡Como no!. El buscaba la comunicación, pretendía que lo interrumpieran, gustaba de contestar a sus interlocutores, que desde la platea formulaban preguntas u objetaban sus planteos. Sin duda el hombre de más eficiencia que estaba junto a él era don Domingo Arena; también se encontraban Brum, Minelli, Cosio y otras figuras que el tiempo supo perpetuar.
(...)
-¿Que contacto tuvo Ud. con don Pepe?
-Nuestra vinculación era amistosa. Nosotros vivíamos en la calle Andes entre 18 y Colonia, y don Pepe vivía en la calle Mercedes, entre Andes y Florida, , pegado donde está hoy el edificio del Sodre. Y mi padre desde siempre actuó en política, ocupó legislaturas, fue secretario del Comité Departamental y de esta forma siempre estuvo muy vinculado con el partido. Recuerdo otra anécdota allá por el año 1925 donde fuimos los integrantes de un Comité Ejecutivo Colorado a hablar con Batlle, que nos recibió en la sala de redacción de "El Día". En aquel entonces muchos muchachos estaban entusiasmados con Julio maría Sosa, que era un gran orador y un hombre con  indudable carisma, y se perfilaba como una de las figuras de valía del Partido. A decir verdad nosotros veíamos con entusiasmo la figura de Sosa, y entre las cosas que se convesaron se expresó que los jóvenes veíamos con simpatía la candidatura posible del Sr. Sosa. Y ahí fue que surgió que don Pepe nos dijera, sentado en su gigantesca silla, con su voz profunda, que el Sr. Sosa era un hombre con muchas dotes, que valía mucho y que trabajaba dentro del Partido, pero que había que ir despacio. Y fue justamente allí donde nos dijo una frase que para muchos permanece hasta hoy en nuestras mentes: "En política, el que se precipita, se precipita". Esto es interesante porque he visto que se ha dicho que esta frase le pretenece a don Tomás Berreta, cuando en realidad es como le cuento que perteneció a don Pepe. Además otra cosa anecdótica es que mientras expresaba este concepto, con sus dedos índice y medio (figurando ser dos piernas) los hacía correr por su pierna hasta llegar a la rodilla, donde parecían saltar al vacío. De esta forma ilustró aquel pensamiento, que hasta hoy tengo grabado.
La división con el sosimo vino dos años después, Sosa se fue del Batllismo y formó un grupo aparte, constituyendo el Partido por la Tradición.
En reuniones con jóvenes de este tipo junto con Batlle, se hablaba de muchas cosas, del imperialismo, de los Estados Unidos, se hablaba del problema de la libertad política; don Pepe toda su vida fue un férreo defensor de la libertad, luchando contra las satrapías de Santos, y contra toda dictadura. Pero al final de alguna de las reuniones que teníamos el privilegio de asistir, recuerdo que algún joven le preguntó que debíamos hacer precisamente la juventud, que tarea debíamos emprender. Entonces don Pepe nos dijo esto que siempre recuerdo: "Ustedes han visto que cuando eran pequeños y cuando se enfermaban, sus padres llamaban al médico; y viene el médico y pide una toallita y se las pone en la espalda, entonces los ausculta, les vigila la respiración, y según como se encuentren hace una receta para ordenar un medicamento, de manera de poder curarse. Ustedes hagan lo mismo, vayan a los clubes que son los pulmones por donde respira el pueblo, ahí es donde tienen que poner el oído, para sentir las necesidades, y entonces buscar las leyes más justas para curar esas enfermedades, buscando los remedios necesarios para organizar la justicia".
(...)
-¿Que conexión hay entre el pensamiento de Batlle, y la tan conocida democracia social que existe en algunos países europeos?
-En realidad yo le puedo decir que pienso que don Pepe estaba imbuído de los pricipios generales del socialismo, pero del socialismo humanista, no del socialismo que vino después de la revolución del 17, el leninista. Algunas de las ideas de don Pepe, no surgieron como hongos de la nada, sino que surgieron de ese intercambio mundial de ideologías.
-¿Fue un hombre de izquierda?
-Sí, sí, era fundamentalmente un hombre de izquierda.
-¿Era entoces radical?
-Si era muy radical, pero totalmente antitotalitario. Esto es importante porque es uno de los principios que heredó con más firmeza mi hermano Julio César.
(...)

(Fragmento del reportaje realizado por Washington Abdala, semanario "Correo de los viernes", 21 de mayo de 1982)