lunes, 4 de octubre de 2010
EL DUELO DE BATLLE CON BELTRÁN
El siguiente fragmento pertenece a una entrevista que César di Candia realizara a Renán Rodríguez –figura consular del batllismo, así como historiador y periodista- para el semanario “Búsqueda”.
-“¿Que escuchó decir a los hijos de Batlle respecto a aquel duelo legendario en el cual don Pepe mató al doctor Washington Beltrán?.
-Algunas cosas las sé por versión directa de sus hijos, otras las escuché decir en el viejo diario “El Día”, a contemporáneos de don Pepe. Eran tiempos de grandes pasiones y frecuentes enfrentamientos personales. Batlle practicaba diariamente con su sobrino José Batlle Berres, hermano de Luis, que era maestro de esgrima. José y Luis eran los únicos Batlle Berres que se habían criado en casa de su famoso tío. Don Pepe no era partidario de los duelos a pistola. Cuando estaba en condiciones de elegir, elegía siempre el sable, porque sostenía que esta era un arma más controlable. El duelo con Beltrán fue a pistola, porque unos días antes de producirse la publicación de aquel suelto periodístico que lo motivó, don Pepe se había resbalado en la bañera de Piedras Blancas y se había luxado la muñeca derecha. De manera que no estaba en condiciones de manejar el sable. Se desencadenaron una serie de hechos fortuitos que desembocaron en aquel terrible final.
-¿Cómo tomó Batlle aquella muerte?.
-Sufrió muchísimo. César, su hijo, me dijo que la noche más triste que había vivido su familia después del fallecimiento de su hermana Ana Amalia, fue la del duelo con Beltrán. Contaba que su madre estaba inconsolable y a cada momento decía: “¡Que será ahora de esos pobres niños!”, refiriéndose a los hijos de Beltrán. El mismo César me refería que aquel episodio lo había marcado en tal forma que durante el resto de su vida había tratado de evitar en todo momento estos lances, y me aconsejaba que yo hiciera otro tanto. Cuando el duelo de Luis Batlle con Rivas, quien le dio la noticia a César Batlle fui yo. Y pese a las notorias diferencias que había entre ambos, quedó muy consternado: “¡Y yo que creía que esta institución bárbara estaba desterrada para siempre!”, me dijo”.
(“Búsqueda”, 11 de julio de 1991)
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