sábado, 24 de octubre de 2009

EL CLERO CONTRATACA

                   
                                      por Juanito Belmonte

La secta monárquica con sede en el Vaticano, pretende volver por sus fueros. Quiero decir, por aquellos fueros que perdió merced a la prédica de los defensores de las libertades civiles, especialmente de la libertad de conciencia. Como mancha de aceite que se expande, lenta pero firme, se siente en crecimiento. Con "viento en la camiseta", como se dice popularmente. Por puño y letra de su procónsul en Uruguay, el inefable Cotugno, acaba de lanzar su anatema contra la posibilidad de la adopción de niños por parejas homosexuales. ¡No sea cosa de que se contagien de mal tan terrible los muy imberbes!. Extrañamente, nada se dice respecto a otras variantes, a saber: ¿que pasa con las parejas en donde solo uno de los miembros es homosexual?; ¿o en aquellas donde uno o ambos son bisexuales?; ¿o en las que, lisa y llanamente, no practican sexo alguno?; ¿o en las que se dedican al sexo tántrico?. Vaya berenjenal!. El brulote de marras responde, sin dudas, a las directivas que sobre el punto, urbi et orbi, son emitidas de tarde en tarde por el rey de la cofradía, el ex miembro de las juventudes hitlerianas con nombre de inquisidor, hoy papa. Nunca una palabra firme y clara contra los curas pedófilos. Nunca una condena sin ambages contra toda forma de dictadura ( muchas sotanas supieron bendecir las armas de más de un prepotente con chaqueta y charreteras). Ahora bien, todo aquello situado, de algún modo, en la esfera de influencia de la sexualidad humana -llámese aborto, erotismo placentero, opciones sexuales, autonomía individual respecto a la disposición del propio cuerpo, etc., etc.-, provoca en la elite del catolicismo ríos de tinta, potentes invectivas, ansiedades varias y eructos discursivos. La moral considerada correcta por la jerarquía católica no tiene por que ser la de toda la sociedad. La moral social no puede estar determinada por la opinión de un círculo estrecho de gerontes, para colmo misóginos y homofóbicos. ¿Será que estos señorones, cada uno con "su traje de lino, notable por su nívea blancura", tienen "una vida irreprochable en todos los aspectos", según se preguntaba el gran Erasmo de Rotterdam?. ¿Estaremos asistiendo a la restauración de la mojigatería monjil?. ¿Volverán los tiempos de las veneras, bordones y esclavinas?. A veces, dan ganas de creer -con perdón de dios-, en aquel grafitti del grupo de chicas llamadas las "harpías" del barrio La Blanqueada: "la única iglesia que ilumina, es la que arde". He dicho.

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