sábado, 24 de octubre de 2009

ALGO MAS SOBRE LOS FRAILES

Desearía agregar alguna reflexión a lo ya expresado por el amigo Juanito Belmonte respecto al clero. Desde que la iglesia católica comienza a ver retaceada -hace de esto algunos siglos- su prerrogativa de achicharrar a herejes e infieles en la hoguera, ensaya, a fin de colonizar las conciencias de las gentes, el método de discurso (que no el discurso del método, que eso huele a puerco racionalismo). Consiste esto último en el intento sistemático de codificar hasta el hartazgo determinados aspectos de la conducta humana, haciendo especial énfasis en la sexualidad. Desde la Contrarreforma -el movimiento de reacción católica frente al avance de las corrientes protestantes-, catecismos, encíclicas, homilías y otras yerbas, se han encargado de diseccionar palmo a palmo todos los perfiles del erotismo. El siempre polémico y provocador Michel Foucault, escribía en "La historia de la sexualidad": "La extensión de la confesión, y de la confesión de la carne no deja de crecer. Porque la Contrarreforma se dedica en todos los países católicos a acelerar el ritmo de la confesión anual. Porque intenta imponer reglas meticulosas de examen de sí mismo. Pero sobre todo porque otorga cada vez más importancia en la penitencia -a expensas, quizá, de algunos otros pecados- a todas las insinuaciones de la carne: pensamientos, deseos, imaginaciones voluptuosas, delectaciones, movimientos conjuntos del alma y del cuerpotodo ello debe entrar en adelante, y el detalle, en el juego de la confesión y de la dirección. Según la nueva pastoral, el sexo ya no debe ser nombrado sin prudencia; pero sus aspectos, correlaciones y efectos tienen que ser seguidos hata en sus más finas ramificaciones: una sombra en una ensoñación, una imagen expulsada demasiado lentamente, una mal conjurada complicidad entre la mecánica del cuerpo y la complacencia del espíritu: todo debe ser dicho". ¿A que obedece tanto "encarnizamiento" respecto al tema?. Toda religión postula, en términos generales, dos tipos de preceptos a seguir: unos de gran relevancia social, del tipo, por ejmplo: "no matarás", o "asistirás al enfermo y al débil"; y otros sin elevación ni grandeza, como por ejemplo: "no tendrás pensamientos lascivos", o "te abstendrás de comer carne tales días". Dice el maestro Fernando Savater: "Cuanto más evolucionada está una religión, más enfasis pone en los primeros, y más relativiza los segundos, aunque sin descartarlos nunca del todo", llegándose en muchos cultos atávicos a privilegiar ostensiblemente a estos últimos, pues "facultan al clero en su permanente labor de vigilancia, denuncia y administración de la expiación, tareas que sostienen su influencia pública...". En definitiva: resulta que es más fácil controlar a los fieles por el lado de los pensamientos pecaminosos -o las estampitas, o la santurronería-, que a través de los grandes postulados humanistas, siempre tan difíciles de alcanzar, aún para los frailes. Así está la cosa. Escribía, hace un siglo largo, un grande de América (hoy olvidado a expensas de otros menos valiosos), el librepensador peruano Manuel González Prada: "Desde la libertad del esclavo hasta la emancipación de la mujer, y desde la independencia de las naciones hasta la inviolabilidad de las conciencias, todas las grandes reformas encontraron en la Religión Católica un enemigo, ya descubierto, ya embozado (...) hoy el catolicismo figura como el aliado inevitable de todos los opresores y de todos los fuertes: donde asoma un tirano, cuenta con dos armas: la espada del militar y la cruz del sacerdote".

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