En 1826 Fructuoso Rivera se traslada a Buenos Aires con el fin de responder, ante el gobierno de aquella capital, sobre su conducta. El Presidente Bernardino Rivadavia da órdenes para prenderle bajo acusación de alta traición, lo que lleva al caudillo a ponerse a buen recaudo. Aprovecha para escribirle una larga carta de puño y letra a su entrañable amigo y confidente, Julián de Gregorio Espinosa, en donde expone, a vuela pluma, su trayectoria al servicio de la revolución desde el lejano 1811. Espinosa era oriundo de Buenos Aires donde había nacido en 1777. Su padre, de idéntico nombre al suyo, fue administrador de los pueblos de Misiones, y su madre, María Florencia Belgrano, era hermana del general Manuel Belgrano. Espinosa, que poseía campos en la jurisdicción de Soriano, participó del movimiento emancipador de 1811, y conoció a Rivera en 1817. En 1820 participó como mediador entre el Cabildo "aportuguesado" de Montevideo y Rivera, que culminó en el convenio llamado de "Tres Árboles" el 2 de marzo de aquel año. Espinosa murió en 1834, privando al amigo de su consejo. La carta se conoció gracias al historiador Juan Pivel Devoto, que la halló en la Biblioteca Nacional de Montevideo.
Fructuoso Rivera a Julián de Gregorio Espinosa, al
justificar su conducta contra las acusaciones de que es objeto, relata los
servicios prestados a la causa de la revolución.
(Arrabales de Buenos Aires, setiembre 19 de 1826
Mi estimado
amigo.
-
"Un
inesperado acontecimiento me obligó a separarme de esa capital de un modo privado:
por esta razón no tuve el placer de despedirme de V. y de su amable familia, á
quien siempre respetaré. V. sin duda habrá sido informado del acontecimiento
del 14 de setiembre, en el cual el Presidente de la República dicto un
decretaso y lo dirigió al Inspector para que me aprendiese, y me pusiese a
disposición de la Policía: yo le confieso amigo que hubiese sido víctima de la confianza
que me inspiraba la sanidad de mi corazón; pero un pueblo que sabe respetar la
inocencia, y tal vez mas interesado que yo mismo en mi conservación parecía que
a porfía se disputaba a quien primero me salvase: yo creí broma, pero cuando se
apoderaron de mi ayudante y le pusieron en una mazmorra, no me quedó entonces
que dudar, y me puse en aquella misma noche a salvo. Todo esto es poco, amigo
querido, para lo que sucedió en el día siguiente 15 del mismo mes que empezaron
mis persecuciones: no por cierto que no lo olvidaré jamás. Asómbrese V. el
Presidente pone otro decretaso (que no he visto) lo hace firmar con el General
Soler, y, según estoy informado, entre otras cosas dice así: que se\ presente
el General Rivera en el perentorio término de veinte y cuatro horas a responder
en un juicio público a un crimen.de alta traición. Le aseguro a Vd. amigo que
sino hubiesen sido mis reflexiones tan fundadas, estuve para regresar, y
presentarme al tribunal que había de juzgarme, pero como las leyes están
infrigidas tantas veces por el Gobierno, que ilegalmente rige la presente
administración, temí, amigo, el esponerme a correr la suerte que tuvo el desgraciado
Ubeda Oriental en el 15 así como otras mas victimas inmoladas a la venganza de
nuestros magistrados: esto, y la suplica de mis amigos me hicieron seguir mi
marcha sin destino: por que como V. vé ¿Adonde voy yo, acusado por el Gobierno,
de que dependía, de crimen de alta traición? Todo el mundo me perseguirá, y con
justicia; si así fuese merecería la execración pública. Pero mi amigo, yo estoy
abismado por las acusaciones de alta traición a un paso del juicio, y no puedo
creer que por tal criminal se me tenga, a menos que sea crimen de alta traición
el haber peleado con los españoles desde el año 10, y haber sido yo uno de los primeros
Orientales con los que se contó para la insurrección de aquella Provincia
contra los tiranos Españoles que oprimían
estos países.
Evocación de la "admirable
alarma" de l811
Tal vez sea un crimen el haber consu
mido
en esa guerra una fortuna grandiosa que habían adquirido mis padres con el sudor
de su rostro y la ayuda de mi brazo, y el de mis hermanos. Pudiera ser tan bien
un crimen el haber visto padecer en los más crueles calabozos de Montevideo
cargado de grillos, procesado sentencia por tres veces a morir en
la horca por traidor el y
sus hijos a la corona de su S.M.C. a un padre en una edad de más
de setenta años, y que la rendición de Montevideo por las tropas que mandaba el
General Alvear, le facilitó la libertad que no disfrutaba (hacía) tres años.
Habrá sido un crimen haberme dejado correr con la voluntad del país, que me vio
nacer, en las desgraciadas revoluciones, y guerra civil del año 15, en que era,
yo un oficial subalterno a las ordenes de D. José Artigas, y que entonces hice
yo lo que hicieron los demás Orientales
habiendo observado una conducta que
no olvidaran jamás D. Francisco Celis, actualmente empleado por el Gobierno, ni
D. Modesto Sanchez también comisario de los que me perseguían la noche del 14,
y otros infinitos que fueron prisioneros en aquella época? Dígalo el mismo
Alvear a quien devolví su equipage, y con él una porción abultada de onzas de
oro y sus conductores. Pudiera ser un crimen de alta traición el haberme batido
incesantemente desde el año 16 contra los Portugueses, y sostener cinco años
una guerra superior a nuestros esfuerzos, Y. en este tiempo pisar muchas veces
la sangre de los tiranos injustos invasores, perder un hermano, ver derramar la
sangre de otro, y verlo sufrir una prisión de tres años, así como innumerables
de mis mejores amigos, unos muertos en los campos de batalla, otros prisioneros
sufriendo toda clase de martirios, así mismo ver con frente serena robar por
tres veces a mi cara esposa, verla fugar a los montes a pie, llena de espanto,
por no caer presa en mano de los enemigos, que no se paraban en medíos para hacernos
sentir todo el furor de su tiranismo y opresión atropellando los derechos mas sagrados
de la guerra sin mirar la respetabilidad del
bello sexo: Es verdad que a mi esposa no le seria estraño el ser presa y
conducida a la Ciudadela de Montevideo, como lo fueron por los Portugueses las
dignas señoras de don Jose Llupes, la del coronel Don Julián Laguna, la del comandante
don Juan José Florencio, la del Capitán don Lorenzo Medina y la del Ciudadano José
Antonio Ramirez y mi señora escapó en esta reñida jornada en ancas del Gobernador
Suarez su compadre y buen amigo, que la
ocultó en los montes como un criminal. Cito esto amigo porque lo creo del caso,
y porque he dicho que a mi Señora no le seria estraña una prisión, por que en
el año 15 ya lo había sido y conducida con una escolta al Fuerte de Montevideo,
y de allí depositada dos meses en casa de las Señoras Navias.
La
resistencia a la invasión lusitana
¿Podrá ser, mi amigo, crimen de alta traición el haber
sucumbido al fuerte poder de los Portugueses, que nos esclavizaron cinco años y
en este tiempo haber sufrido todos los martirios· que proporciona un tirano que
triunfa; haber luchado contra la esperteza y vigilancia de los dominantes,
sacar partido de nuestra misma esclavitud para en tiempo oportuno darle al pais
su libertad que había perdido, y con ella mucha sangre vertida y arruinada casi
a los bordes una riqueza incomparable?· ¿Podrá ser un crimen el haber tomado
parte con los americanos brasileros contra los Portugueses, hacer que se
dividieran, y ser yo la principal parte en que se rompiesen las hostilidades
sobre la línea de Montevideo, influyendo en cuanto me fue posible pará que se engendrase
entre ambos partidos un odio implacable que subsiste? .
Mi conducta
en 1823
¿Podrá ser
un crimen el no haber tomado parte en los pasos que dio el Cabildo de
Montevideo asociado con el General Portugues D. Alvaro en el año 23? Para mi
eso era complicado: el país no estaba conforme en lo general por que mis
paisanos no querían sino patria neta, a mas, yo veía para mi, que no era
oportuno en circunstancias que el Brasil estaba todo en fuego, por una causa
que la generalidad
estaba empeñada, que nuestro pais estaba en suma desgracia, que estaba sin
brazos porque la flor de sus habitantes guerreros había perecido en la guerra
contra los Portugueses, y en la anarquía, que ultimamente no había un solo
capitalista que pudiese contribuir con mil pesos al empeño que
nos propusiesemos; que entonces las Provincias se devoraban en la guerra civil,
y más que todo,
que entonces nadie tomaba parte con los Orientales, para la grande empresa de libertar
al país, por que nadie podía dar entonces lo que no tenia para si, y darlo a
correr el eminente riesgo de perderlo
todo era a mi ver, imprudencia. Yo tocaba entonces las cosas de cerca, veía que
el Brasil por esta parte realizaría su libertad y que los Continentales, así
que los Portugueses desaparecieran debían retirarse a su país para disfrutar de nuestras haciendas de que nos habían despojado, y
entonces era el tiempo, porque hace diferencia el hombre guerrero pobre cuando
llega a un estado de riqueza; no le gusta hacerse matar por que le digan que es
valiente.
La revolución de "los patrias"
en 1825. El plan de Rivadavia: retroceso al año 1813.
Puede ser,
mi caro amigo, que haya sido crimen de alta traición que a la pasada del
General Lavalleja a la Banda Oriental en el año 25 yo me aviniese con él
pusiesemos en planta un plan en que habíamos convenido mucho antes del
desenrrollo del Brasil y ·que no había tenido efecto por acasos que suceden;
pero yo le había seguido y esperaba una oportunidad. ¿Puede ser un crimen de
alta traición la parte que en consorcio de aquel heroe tomé desde el da que nos
dimos la mano en la barra de Monzón en el Arroyo Grande hasta la batalla del
Sarandí que el mandara? ¿Puede ser también un crimen de alta traición en haber
contribuido a la incorporación de la Provincia a la masa de las demás y que
entrase a formar la liga que forman la nación Argentina, en circunstancias que
no todos los animos estaban dispuestos, que la mayor parte de las Provincias
formaban sus recelos, y hoy disidencia? En esto no he tenido parte, pero si la
he tenido en haber mandado las tropas de la Provincia por disposición de mi General
en el día en que se enarbolo el pabellón Nacional por la primera vez, haberlas
proclamado de un modo influyente y propio del deseo de que era animado. Puede
haber sido un crimen el haber admitido el despacho de Brigadier General de la
Nación Argentina de igual modo que lo fue el señor Gobernador Lavalleja en
razón de nuestros relevantes servicios prestados a la causa publica uniendonos
los elogios con que nos honra el Presidente de la República al condecoramos,
que dice se lisongea de tener unos súbditos tan dig-nos por su patriotismo y
aptitudes. Documentos que conservaré siempre para hacer a mi corazón menos
afligente, o mortificante el estado en que me hallo, perseguido por crimen de
alta traición. ¿Puede también ser un crimen el que luego que la Provincia
pertenecía a la Nación, y yo como he dicho pertenecía como oficial General al Gobierno de la República,
pidiese a mi Gobernador y Capitan General de la Provincia el pasar a la
disposición del General en Gefe D. Martín Rodríguez que se hallaba ya en la
margen derecha del Uruguay? Mi solicitud me fue otorgada en 3 de Enero del
presente año, me reuní al/ ejercito que ocupaba el Daiman; mi solicitud al
General en Gefe a mi llegada fue que me concediese el permiso para dirigirme al
Gobierno en solicitud de mi absoluta separación del servicio de las armas a que
no podía continuar en razón de hallarse mi salud enteramente quebrantada por
una campaña de 16 años continuos, y con una enfermedad habitual de mas de 12,.y
sin embargo que la Nación de quien dependía estaba empeñada en una guerra; que a
esta estaba dado el primer paso, y mi persona y cortos conocimientos los
consideraba innecesarios para abrir la campaña mas no se cumplió mi deseo: el
General en Gefe me dijo que nunca era yo mas preciso, que la Nación esperaba
redoblase mis empeños para la presente guerra en que iba a decidirse la suerte
del país, que era preciso que yo me convenciera de esto, y que esperaba lo
acompañase: me hizo ver por último que carecía de mis conocimientos prácticos
en la campaña. Yo vi el estado del ejército, y que todo el no era más que obra
del momento: no había Gefes de Graduación porque todo era nuevo, y por lo mismo
no dejé de conocer que podría ser útil al país, y desempeñar a aquel General
que me ofreció su amistad. Así mi amigo del alma y por ella como me veo. En
este tiempo mismo el General enemigo Bentos Manuel ocupaba las Cañas con una
división de novecientos hombres de Caballería, sin duda para obrar sobre el Ejército
que constaba entonces de poco más
de mil hombres de caballería, por que la infantería que no excedería de
setecientos hombres había quedado en el molino de la otra parte del Uruguay.
Como todo se estaba formando todavía no se había formado la moral en el
Soldado, y el ejercito sufría una horrorosa deserción; se iban con armas hasta
de a veinte juntos, sin· embargo de ser perfectamente bien pagos y bien
asistidos de modo que esta circunstancia anunciaba en caso de un encuentro un
inevitable contraste. De todo esto que es muy largo mi amigo podrán instruir a
V. un Coronel D. Manuel Rojas entonces Gefe de Estado Mayor del mismo Ejercito,
el Coronel Ortiguera, e infinitos de los que allí se hallasen, y me consta
subsisten hoy en esa Capital. Todo lo espuesto me obligó a acceder a las
insinuaciones del General. Rodríguez quien se encargó de dar cuenta al Gobierno
de mi arribo al Ejercito, y en seguida se me dio destino de General de divición
en el mismo ejercito donde he servido como consta todo el país desde Enero
hasta 15 de Julio que me separé del Durazno para trasladarme a esta Capital.
En el "Ejército Nacional"
comandado por Martín Rodríguez
¿Puede ser un crimen que desde que me
incorporé al Ejercito en Enero yo no he sido sino un ciego obedecedor de las
órdenes de mi General? Prueba de ello es, que a los cinco días el General en
Gefe se separó del Ejercito para ir a recorrer los ·puestos avanzados de la
Colonia Montevideo, y Cerro Largo, de lo que desistió y regresó a Paysandú, yo
quede con el ejercito a mi pesar, por· que en primer lugar no conocía los
Gefes, la tropa estaba a mi ver disgustada, y una prueba de esto es que una
noche antes de separarme del General en Gefe, se desertaron diez y seis hombres
con sus armas; pero yo tuve suerte: S. E. faltó veinte días del Ejercito, yo lo
conduje al campo de San José con todos sus bagajes, caballadas. Y solo se notó
la deserción de un correntino en todo ese tiempo: puede también lo dicho ser
crimen y serlo también que a mi llegada a San José ya encontrase algunos
dragones orientales que por el cariño con que siempre han distinguido mi
persona; se habían ido a seguirme. Y o preveía este mal que podía enzelarme con
el Gobernador de la Provincia, y por lo mismo eran mis instancias por alejarme
y separarme de toda responsabilidad; los presenté al General en Gefe, y S. E.
me ordenó los conservase en mi compañía; los demás noticiosos de la acojida de
los primeros se venían de 20 y de a 30, y antes de un mes habían más de 200
dragones hasta oficiales: este también será un crimen de alta traición que
resulta contra mí.
La reacción orientalista de 1826
También lo será que en la noche de 2 de Julio
me llamó el General Rodríguez, y me hizo saber que había llegado el Teniente
Coronel D . Paulino Rojas, y que por el tenia ordenes del Gobierno para marchar
a poner su Cuartel general en el Durazno a consequencia que el Gobernador
Lavalleja no estaba conforme con las medidas nacionales, y que era necesario
hacerlo entrar por sus deberes, o perseguirlo por anarquista, que para evitar
el que hubiese que batirlo sería
conveniente el despojarlo de toda fuerza disponible con que él pudiera contar.
Y o no trepidé en ofrecerle mi valer para con la tropa, y fuí en aquel mismo
instante victima de su temeridad; por que en el momento hice saliese para el
Durazno el vecino Romualdo Ledesma, y como este se demorase mandé una ordenanza
para que el cuerpo viniese a mi presencia como sucedió: Veníamos en marcha por
las puntas del Arroyo malo, y la mañana del 6 nos encontró un Sargento con 6 hombres
que conducía el parte de la marcha del regimiento. S. E. a la presencia de
todos los Gefes del Ejercito me mandó que fuese inmediatamente a ponerme a la
cabeza de ellos y que los reuniese al Ejercito, como lo verifique en el Arroyo
Grande donde fue el Gefe del Estado Mayor D. Benito Martinez y les proclamé a
nombre del mismo General ofreciendoles todas las seguridades que deseasen, y
que el General en Gefe haría presente al Gobierno la buena disposición que
manifestaban a la causa nacional, y por el incomparable orden que habían
guardado. Seguimos al Durazno y llegamos el 13, el 14 dio S. E. orden para que
a las 10 de aquel día el Regimiento tuviese formado en parada: se verificó y a
esta hora mandó al incomparable y malísimo cojo D. Juan Zufriategui para que le
mandase 100 Dragones escogidos, lo hizo así el Ayudante D.Jose Augusto
(Pozolo), y el mismo General en Gefe hizo de ellos una distribución en los
varios cuerpos del Ejercito, recogiendoles a los primeros las tercerolas que
depositó en su carretilla dejándoles solo el sable, ofreciendo hacer con el
resto otro tanto como lo hizo el día siguiente. Yo entonces a mi ver en
obsequio de la Patria hice al General las reflexiones siguientes. Mi General la
medida que V. E. acaba de tomar con el regimiento de Dragones no la creo
oportuna, puede traer disgustos. de gran consideración: esta tropa siempre
unida en el decurso de 16 años forma un espíritu de cuerpo tal, que casi son
inseparables cuya prueba nada equivoca la acaban de dar para incorporarse al Ejercito.
Si se quiere nacionalizar el regimiento como es muy justo, bastará ponerle el
número tal, y todos serán conformes: este regimiento es interesante conservarlo
en la presente guerra, tiene regular orden, sus soldados son bravos, saben
sufrir la hambre la intemperie, y todo cuanto es necesario a un guerrero, los
enemigos los respetan y por esto ellos están engreídos, y podrán dar hoy o
mañana una batalla que nos corone de laureles, sus oficiales y Gefes son
excelentes a quienes ellos han abandonado por cumplir las órdenes de V. E.
muchos de los primeros han sido soldados del mismo cuerpo, y los segundos
escepto el Coronel losEjercito que está a organizarse. Ultimamente, mi General,
esta tropa va a dispersarse indudablemente; unos se convertirán en facinerosos,
otros se refugiaran a los enemigos, el pueblo dudará de la buena fe con que se
procede por el Gobierno y esto vendrá a ser un caos de males.
El Gobernador Lavalleja
y los "Dragones orientales" en defensa de la tradición autonomista.
Asimismo
mi General, vea V. E. el compromiso en que me ha puesto contra el Gobernador
Lavalleja, quien como V. E. y el Gobierno dicen está discorde en la marcha del
orden: quedo en el mismo compromiso para con los oficiales del cuerpo: Yo he
sido una víctima de las medidas de V. E. y del Gobierno, y ahora me quiere V.E.
comprometer de un modo cruel con la plebe, para que sirva de pasto a sus
resentimientos, y venganzas: sobre todo si el General Lavalleja no está
conforme, esto es proporcionarle materiales para sus opuestas miras;
disgustando esta tropa la plebe toda del país se alarmará contra nosotros, y
con ella lo general del país de quien tenemos que valernos para que nos presten
sus recursos para llevar la guerra que tenemos empeñada - Y mi General me
contestó - Yo no he de hacer lo que quieran los soldados: yo no soy General
como Vds - Yo le repetí - Mi General mire V. E. que este país se pierde, que la
guerra va ha paralizarse que los enemigos se reforzaran, y todos serán momentos
de amarguras. No señor, yo no capitulo con nadie, y si acabó; el arreglo se ha
de hacer pésele a quien le pese he de fusilar la mitad de ellos. A esta
contestación le hablé con la crianza que acostumbro pidiendole permiso para
retirarme a la capital con el objeto que había solicitado meses antes, me lo
concedió; y partí al día siguiente. ¿Por esto será sin duda que se me acrimina
de crimen de alta traición? ¿será por que mi hermano, y los demás que han
sufrido y visto sufrir una tal degradación a sus compañeros de tantos trabajos,
y de días de gloria se hayan puesto en disidencia, y hagan resistencia a
incorporarse al ejército, que me aclamen de que vaya a dirigirlos en la
presente guerra o será en mi un crimen de alta traición el que mi hermano me
haya escrito y mis demás amigos estendiendose a cosas más grandes que el motivo
que esponen para la disidencia en que estaré?
Alvear Lecor y la
Princesa María de la Gloria
Quiero
amigo que así sea, que esté de acuerdo con mi hermano, y los demás, que les
aconseje que no reconozcan ninguna autoridad que no sea legítima de su país
natal, que les ha considerado y que les ha conservado con respeto sus glorias
conseguidas con mucho trabajo, ¿por esto soy traidor?, ¿y como no aparece como
traidor Alvear que se complotó con el general Lecor, recibió de él dinero,
armas y municiones, trajo la guerra de desolación y espanto contra el mismo
pueblo de Buenos Ayres, que se complotó con los barbaros que hasta ahora
oprimen cruelmente a la campaña de esta capital? Nada estraño seria que yo
estuviese conforme con lo que de- sean mis paisanos, y mis amigos, y con ellos
un hermano a quien idolatro sobre mi corazón: esto está amigo en la masa de la
sangre; o quiere el Presidente que yo me transforme en un monstruo, y sea un
puñal de mis hermanos de mis amigos y
compañeros. Ultimamente, mi amigo, yo no se lo que haya hecho para que se me
declare criminal de alta traición, y se me persiga de un modo tan cruel; es muy
regular que para tales decretasos del Presidente tenga en su poder los
justificativos. de mi crimen con los Portugueses; pero a mi ver esto no podrá
ser porque no habían de ser tan rudos que me quisiesen hacer aparecer como
traidor convenido con los Portugueses con quienes hize servicio ¿podré yo hacer
que sean indemnizados de la perdida de más de cinco mil guerreros, y más de
diez millones de pesos que llevan gastados desde el desenrollo de la Provincia?
Quiero amigo, que el tirano del Brasil, me alagase por estar con sus intereses,
que me ofreciese a la Princesa María da Gloria su hija para mi mujer? ¿sería yo
tan indiscreto que pasase por sus ofertas aunque me las cumpliese? Cuando en el
mejor estado que yo me hallase, en el caso terrible que yo tuviese que pedirle
protección ¿podría borrarse en el corazón de un padre que haya perdido su hijo
en las batallas del año 25, al hermano su hermano, al pariente, al amigo, y
todo lo más caro del corazón de los hombres? Me aterro mi amigo en solo
pensarlo que haría de mi un pueblo que me culpa de todos los acontecimientos
desgraciados que han tenido en la guerra, como me verá V. aparecer en todos sus
papeles públicos en que se me declara traidor, y se me pone como un monstruo de
la perfidia, y se me maldice hasta con las expresiones más denigrantes que,
puede vertir un plebeyo,
Rivera en Setiembre de
1826 · Incertidumbre sobre su destino. La imaginación del caudillo.
Aquí
me tiene V. amigo en el más bonito estado que podía verme: perseguido por los
Portugueses como mis mayores enemigos de mi corazón, perseguido por el Gobierno
de la República como delincuente de alta traición ¿a donde iré que encuentre
ausilio? El Gobierno que he sostenido, y pensaba sostener de la mejor buena fe
me persigue, y me declara traidor a imitación· del infame Pedro primero. Si me
voy a los barbaros tendré que venir con ellos en sus incursiones sobre un
pueblo de quien he recibido las mejores pruebas de gratitud que nunca olvidaré:
si me voy donde está Bolívar, el Presidente me ha dicho que es un tirano que
ambiciona sobre estos países; y si es asi ¿como he de ir? Yo no gusto servir a
miras particulares: Si me voy a donde está el Gobernador Bustos o el de Santa
Fé el Presidente tendrá entonces que añadir un renglón mas al mensagero
poniendome como anarquista: Si voy al Entre Ríos sucederá otro tanto; si voy al
Paraguay, Francia que sabe que me gusta pelear, y que se practicamente mandar
soldados me ahorca al momento de mi llegada. Si voy a la Banda Oriental tendré
que reunirme a los dicidentes, este es un mal. Si me presento a Alvear para que
me lleve a. la guerra como un soldado, éste no me creerá de buena fe, y le
puede dar ganas de enredarse de palabras con mi pescuezo y colgarme. Hay me tiene V. amigo,
que se no para donde la he de tomar; pero en este momento se me ocurre, me voy
a buscar a Brown, voy a ser - marino quiero mudar de arma, y de "
elemento, a ver, si así no tengo quien me persiga: alli solo con los marineros
no tendré opinión, y esto creo no lo disgustara a S. E. sino alcanzo a Brown,
no habrá remedio amigo, tendré que transformarme en un caudillo tal cual un
Carreras para repeler las persecusiones con que me persigue el presidente. Ya
yo no tengo Patria por que me la ha hecho dejar su Excelencia con ~sus decretos
y en ella una Esposa, una anciana madre, y hermanitas llenas de amarguras: los
pocos bienes que tenia es muy regular que como criminal de lesa Patria se me
despoje de ellos, ya me tiene que tengo que hacerme un facineroso. En este
estado mi amigo me tiene V. porque así lo quiere el Gobierno que me trajo a su
servicio para perseguirme. A Dios mi amigo hasta que mi suerte quiera que
vuelva a ver a V. y le agradesca sus distinciones con que me ha distinguido.
Fructuoso Rivera Sepbre. 19 de 1826"